Literatura
carooooooooo13 de Octubre de 2014
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Trabajo Práctico n°2: La épica . Cantares de Gestas Medievales.
La Edad Media como marco histórico. Características:
El fin de la unidad romana.
Las grandes migraciones.
La conformación de las naciones europeas.
Feudalismo y vasallaje.
El surgimiento de la vida urbana. La burguesía.
La importancia del cristianismo.
Origen y evolución de la lengua castellana:
La conformación de las romances.
Causas de la diversificación de la lengua latina en lenguas romances.
Influencias ejercidas por los pueblos invasores sobre la lengua en formación.
Los relatos épicos medievales:
Juglares y Trovadores.
Los Cantares de Gesta en Francia, Alemania, Rusia e Inglaterra.
En España: Características de los Cantares Españoles.
Cantar de Mío Cid
Argumento y estructura.
Características y temas.
Fuentes. Estilo. Narrador (voz anunciadora)
Autor y fecha de la composición del Cantar de Mío Cid.
El fin de la Unidad Romana.
Tras los siglos dorados del Imperio Romano (periodo denominado Pax romana, siglos I–II), comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras la muerte del último de ellos, Alejandro Severo, el Imperio cayó en un estado de ingobernabilidad que se le denomina Anarquía del siglo III. Entre 238–285 pasaron 19 emperadores, que fueron incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de forma coordinada con el Senado, por lo que terminaron por dejar a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo periodo comenzó la llamada «invasión pacífica», en la que varias tribus bárbaras se situaron, en un principio, en los limes del imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de la ingobernabilidad emanada del poder central, incapaz de actuar en contra de esta situación.
Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al Imperio, el desorden interno no solo acabó con la industria y el comercio, sino que también debilitó a tal punto las defensas de las fronteras imperiales que, privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en puertas francas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, francos y godos, que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los ríos Rin y Danubio.
Las Grandes Migraciones:
Mucho antes de que los romanos extendieran su administración unificadora por el Viejo Continente, los cambios climáticos, las crisis demográficas o, simplemente, las ansias de conseguir nuevas tierras habían obligado a numerosos pueblos a moverse y a penetrar más allá de las fronteras de sus vecinos. El fenómeno no sólo se ceñía a Europa y no siempre era pacífico. A menudo, aquellas migraciones involucraban a cientos de miles de personas que, organizadas en una formidable fuerza armada, trastocaban por completo las sociedades que invadían.
Uno de esos grandes desplazamientos se produjo a mediados del siglo XII a. de C., cuando las tribus dorias, seguramente presionadas por los movimientos de otros pueblos asiáticos, asaltaron en masa el Peloponeso con sus armas de hierro. La próspera civilización micénica fue destruida, el territorio quedó fraccionado y miles de griegos huyeron a las costas de Asia Menor. En Grecia se impuso una oscurantista cultura que apenas había evolucionado desde la Prehistoria. Las grandes ciudades, como Tirinto y Argos, fueron arrasadas; la escritura micénica, el Lineal B, desapareció para siempre y las cabañas de piedra se alzaron sobre los restos de los grandes palacios.
La presión viene de Asia
Casi cuatro siglos después, el Este europeo fue sacudido por otro violento flujo de población. Entre los años 800 y 400 a. de C., las tribus de las estepas asiáticas se desplazaron de nuevo hacia el Oeste y los germanos descendieron de las regiones bálticas. Los celtas de Europa central, acosados, se extendieron por todos los rincones del continente y en el año 386 a. de C., uno de esos pueblos, los galos transalpinos, penetró en la Península Itálica y saqueó Roma.
No fue la última vez que la Ciudad Eterna se vio amenazada por el desplazamiento de un pueblo belicoso. A finales del siglo II a. de C., un millón de cimbrios y teutones partieron de la Península de Dinamarca y se encaminaron a Italia destruyéndolo todo a su paso. Las fuerzas romanas, incapaces de frenar aquella avalancha, fueron masacradas en Noreia (113 a. de C.) y Arausio (105 a. de C.), aunque finalmente pudieron evitar el desastre y detener la migración.
La construcción de una línea defensiva a lo largo del Rin y del Danubio, el limes, a finales del siglo I de la Era cristiana, contuvo una nueva invasión durante cien años. Sin embargo, a finales del siglo II, los temidos bárbaros superaron por primera vez aquella frontera fortificada. Su reconstrucción no impidió el asalto definitivo, a finales del siglo IV. No sabemos con certeza qué causas precipitaron la crisis, pero lo cierto es que los movimientos de aquellos bárbaros fueron cruciales en la formación de la nueva Europa.
El pueblo godo, quizá el más civilizado de los invasores, había partido de Gotland, en Suecia, hacia 50 a. de C., y había recorrido en los tres siglos siguientes el sur de Escandinavia, Polonia y Alemania. En el siglo III, como consecuencia de aquellas migraciones, surgió un grupo perfectamente delimitado que ocupó Dacia, en la actual Rumanía: los visigodos. Tras mantener diversas escaramuzas con los romanos, se les concedió el estatus de federados al Imperio. Algo ocurrió, sin embargo, en el año 376 que cambió las relaciones con Roma: los hunos, un pueblo que vagaba por las estepas de Asia central, se encaminaron hacia el Oeste, obligaron a los visigodos a cruzar el Danubio y a penetrar en el Imperio romano.
El acoso de los bárbaros
Parece que los abusos de los funcionarios del Imperio provocaron una rebelión, y los visigodos se lanzaron al saqueo de las regiones balcánicas. En el año 408, conducidos por Alarico, arrasaron Roma. Por su parte, los hunos, que se habían puesto de nuevo en marcha a finales del siglo IV, invadieron las regiones próximas a la actual Rumanía y provocaron una nueva oleada de migraciones de tribus germánicas. La muerte en 453 de su caudillo, Atila, y la disolución de su confederación de pueblos bárbaros pareció ralentizar aquel formidable fenómeno migratorio. Sin embargo, éste sólo acabó décadas más tarde, con el establecimiento de los pueblos góticos en lo que serían sus territorios definitivos. El fenómeno terminó con el Imperio romano de Occidente, pero a su vez dio origen a los estados nacionales europeos.
Seiscientos años más tarde, también las armas ampararon otro gran movimiento de población: las cruzadas. La formación de aquellos impresionantes contingentes de caballeros y campesinos que partían hacia Tierra Santa fue en gran parte el resultado del crecimiento económico y demográfico que se había producido durante la Alta Edad Media en Europa. Según señala Karen Armstrong en su obraHoly War: The Crusaders and Their Impact on Today?s World, cuando la primera cruzada llegó a Constantinopla a finales del siglo XI, la princesa bizantina Anna Comnena señaló que "parecía como si Occidente entero, incluidas todas las tribus de los bárbaros que viven desde más allá del mar Adriático hasta las Columnas de Hércules, hubiera iniciado una migración masiva y estuviera en camino, prorrumpiendo en Asia como una masa compacta, con todas sus pertenencias".
Según señala Marlou Schrover, experta en Historia de las Migraciones de la Universidad de Leiden, en Holanda, entre los siglos XI y XIII unos 250.000 europeos occidentales, entre ellos más de 7.000 caballeros y nobles, se establecieron en Tierra Santa. La aventura terminó para ellos en 1291 con la pérdida de Acre, último reducto cristiano.
El Khan se pone en marcha
Aproximadamente al mismo tiempo que comenzaba la tercera cruzada, en 1189, otro pueblo asiático, el de los mongoles, inició una expansión que le llevó a dominar en unas pocas décadas el norte de China, las regiones meridionales de Rusia y vastas extensiones de Polonia. La presión de sus caudillos, los khanes, originó un gran número de desplazados que muy pronto se constituyeron en una verdadera fuerza migratoria, especialmente en China y en Oriente Medio.
El FEUDALISMO Y EL VASALLAJE:
El feudalismo es el sistema social, económico y político que se desarrolló en Europa, principalmente entre los siglos IX y XII. Como término genérico, el concepto de feudalismo se aplica a la relación de vasallaje, por la que se instituían obligaciones mutuas entre un señor y un vasallo.
Sin embargo, el feudalismo no sólo se manifestó en esta relación, sino que constituyó el eje de la organización política y social de Europa occidental durante toda la Edad Media, y que en algunas zonas se prolongó, al menos en sus ámbitos económico y social, durante parte de la Edad Moderna.
El feudalismo
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