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Los reinos germánicos


Enviado por   •  20 de Abril de 2015  •  Tutoriales  •  3.547 Palabras (15 Páginas)  •  193 Visitas

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LOS REINOS GERMÁNICOS

Constitución política territorial

Para la caída del último emperador romano en el año 476 ya existía el reino visigodo de Tolosa, los suevos dominaban en Galicia, los vándalos, con algunos grupos de alanos, habían ocupado de forma estable zonas costeras del norte de África, y los burgundios la parte oriental de la Galia. Su asentamiento había incluso estado acompañado de tratados de federación con el Impero, antes de su desaparición. Los ostrogodos en Italia y los francos avanzando por el norte de la Galia, mientras que los anglosajones iniciaban sus desembarcos en Gran Bretaña, a finales del siglo V.

No eran los únicos, alamanes, bávaros y lombardos también se movían por entonces por las zonas limítrofes de la actual Suiza, Baja Austria y Panonia.

Los visigodos, que también había sido los primeros en penetrar en masa en el Imperio romano, por la parte oriental, para terminar asentándose en Aquitania Secunda, junto a la costa atlántica, al sur de la Galia, tras haber saqueado Roma y penetrado en Italia. También habían estado en Hispania, intentando sin éxito pasar a África, por el Estrecho de Gibraltar.

Todo esto ocurría entre el 397 y 416, año este último en el que se firmó en tratado de federación entre el caudillo visigodo Valia (415-418) y el representante imperial Constancio, verdadera carta fundacional del Reino de Tolosa, pues reconocía el asentamiento de los germanos en Aquitania Secunda y le permitía ampliar sus dominios hacia la Narbonense Prima, donde se encontraba la ciudad que daría nombre al nuevo reino, al convertirse en su capital.

La constitución de otros reinos, como los de los suevos, vándalos y burgundios, fue fruto de la ruptura del limes romano en el Rin, el año 406, y de la penetración de estos pueblos por la Galia e Hispania. Los romanos reconocieron a los suevos como federados hacia el 433-438, cuando éstos ocupaban la parte septentrional de Galicia, territorio con el que se acabará por identificar su reino; allí también habían estado los vándalos asdingos, pero lo abandonaron para dirigirse a la Bética, desde donde pudieron pasar a África, el año 429, y ocupar violentamente importantes zonas de la antigua Cartago, hasta ser reconocidos por Roma, mediante el consabido tratado de federación el año 435.

El reino burgundio es fruto de una ocupación de menor alcance, pues apenas pasaron del oeste del Rin, en la antigua Germania II, donde el año 411 firmaron su primer tratado de federación; aunque más tarde terminarían por asentarse mas al sur, en Spudia, entre la Suiza romanche y el sur del Jura francés, conquistando Lyon y asentándose en la región del Ródano.

Después del 476 El vacío de poder en Italia fue llenado por los ostrogodos, bajo el gobierno de Teodorico el Grande (500-526), que fue entronizado en Roma el año 500; mientras que los francos, dirigidos por Clodoveo (508-511) se apoderaban de todo el norte de la Galia, donde eliminaron también a los poderes locales del viejo orden romano. Después, poco a poco, estos últimos, los francos, dispuestos a apoderarse de toda la Galia, atacaron a otros pueblos germanos como alamanes, burgundios y visigodos, que tuvieron que someterse a los nuevos invasores o abandonar la antigua provincia romana.

Nació así uno de los más grandes y, a la postre, el más duradero de los reinos germanos de Occidente, el reino franco de la Galia, bajo el gobierno de la dinastía merovingia; es decir, de los sucesores de Clodoveo, artífice en definitiva de la conquista de los territorios que lo compusieron.

Derrotados en Voullé, el año 507, por los francos, los visigodos pudieron pasar a Hispania, lugar en que ya tenían abiertas muchas vías de expansión, y constituir allí un nuevo reino, al principio con la ayuda de los ostrogodos de Italia, pero después consolidando su propio dominio sobre la península e instaurando su capital o centro de poder en la ciudad de Toledo.

En realidad, a principios de siglo VI, el protagonismo correspondía a cuatro gran des reinos germánicos, de los cuales dos, el de los ostrogodos de Italia y el de los vándalos del norte de áfrica, iban a desaparecer bastante antes que mediara el siglo, como consecuencia de la contraofensiva bizantina en Occidente; mientras que los otros dos, el de los francos en la Galia y el de los visigodos en Hispania, pudieron desarrollarse y evolucionar política y territorialmente.

La isla de Gran Bretaña fue ocupada en el centro por los anglos y fundaron los reinos de Northumbria, Anglia Oriental y Mercia; los sajones en las regiones del Sur, constituyeron los de Essex, Sussex y Wessex; mientras que los jutos en el Sureste dieron vida al de Kent. Los desembarcos germanos en la isla de Gran Bretaña no terminarán hasta finales del siglo VI, y la resistencia bretona no será neutralizada hasta el siglo siguiente, cuan además empiece un proceso de unificación del mundo anglosajón.

También durante la segunda mitad del siglo VI, entre el 568 y 572, se produjo la conquista de parte de Italia por los lombardos, a costa del dominio bizantino, que había acabado a su vez con el dominio de los ostrogodos. El reino lombardo de Italia tuvo una vida bastante agitada y una configuración política muy inestable, condicionada siempre por la propia situación política y territorial de la Península italiana, donde convivía la autridad imperial que dominaba en Oriente, que conservaba parte de sus dominios del Sur y el Este; la máxima autoridad religiosa cristiana y latina en Roma: y un pueblo germano, el lombardo, integrado tardíamente en el proceso de constitución de este tipo de reinos.

El factor religioso

Antes de que terminara el siglo IV, el cristianismo era ya la creencia mayoritaria entre la población romanizada.

El factor religioso se convirtió de esta manera en uno de los puntos de contacto entre los nuevos dominadores, la minoría germánica, y los dominados, la población preexistente romanizada.

No en vano, desparecido el Estado romano y destruido el orden clásico, la Iglesia se convirtió en la única institución capaz de transmitir mucho de sus legados, al tiempo que asimilaba las aportaciones de los nuevos pueblos cristianizados.

Bien es verdad, que esta integración de los germanos al cristianismo no dejó de presentar muchas dificultades y peculiaridades, que a veces dificultaron más que facilitaron la convivencia inmediata entre unos y otros; pero, al final, la religión resulto ser un punto de encuentro y la fuente de nuevos planteamientos,

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