Manifiesto De Cartagena
nazareth199219 de Enero de 2013
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Manifiesto de Cartagena
El Manifiesto de Cartagena es un documento realizado por Simón Bolívar en el transcurso que se dio la Independencia de Colombia y de Venezuela, luego de la caída de la Primera República, en el documento Simón Bolívar habla con gran detalle y precisión las causas de esta perdida. Fue realizado en Cartagena de Indias (Colombia), el 15 de diciembre de 1812. Se dice que fue su primer gran documento de Bolívar.
Tras la caída de la Primera República, Bolívar fue a la Nueva Graneada. El poder estaba en manos delo independientes. Esa región estaba amenazada por una guerra civil por la lucha entre facciones federales y centralista. Cartagena era fiel a los idea de la libertad, su gobierno está gobernado por Manuel Rodríguez Torrices. Bolívar se alisto en el ejecito de Cartagena y ya en su cabeza estaba planeada la liberación de toda Sudamérica. El sabia que el futuro de la Nueva Granada y América del sur dependencia de la liberación de Venezuela. Bolívar aprendiendo de sus fracasos realizado el documento en el señalando las causas que según el produjeron la caída de la primera república, en el quería demostrar a los granadinos que de no cometer los mismo errores y unirse con los venezolanos para luchar contra los español
Entre las causas políticas, económicas, sociales y naturales mencionadas por Bolívar destacan:
-El uso del sistema federal, el cual Bolívar considera débil para la época
-Mala administración de las rentas publicas
-El terremoto de Caracas de 1812
-La imposibilidad de establecer un ejército permanente
-La influencia contraria de la Iglesia Católica
-La Falsa Tolerancia. Las autoridades republicanas fueron muy débiles y no supieron castigar a los que atentaron contra la libertad de la nación. No conocían la ciencia de gobernar, en lugar de líderes había filósofos, en vez de leyes, filantropías, dialéctica en vez de política y sofista en lugar de soldados.
-Medidas político- administrativas inadecuadas. La subdivisión de la Provincia de Caracas produce el debilitamiento del núcleo principal de la República.
-En los Estados Federados de Venezuela cada provincia era independiente y cada ciudad reclamaba el derecho de gobernarse.
-El desconocimiento de los venezolanos de la función electoral puso en el Gobierno hombres ineptos e inmorales.
-La falta de un ejército disciplinado.
-El gasto innecesario en sueldos de cargos burocráticos.
-La grave de la situación económica al estar destruida la agricultura y el comercio.
-La religión católica influye drásticamente en la caída de La Primera República al ponerse a favor de la causa española acusando a los republicanos de causar la ira de Dios.
Documento Original
Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.
Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapando prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos Estados.
Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicarnos ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción, lisonjeándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la América a mejorar su conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos.
El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los más últimos períodos, con una ceguedad sin ejemplo.
Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, la declaró insurgente, ya la hostilizó como enemigo.
La Junta Suprema, en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar y tomar una aptitud tan respetable, que logró subyugar después la confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos nosotros anteriormente para vencerla, fundando la Junta su política en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno para hacer por la fuerza libre a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos.
Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino lo que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por principios y de cosas, el orden social se sintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada.
De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos los
españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país, para tenerlo incesantemente inquieto y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces, perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes, que se dirigían contra la salud pública.
La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores que defiende la no residencia de facultad en nadie para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste en el delito de lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!
De aquí la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas y capaces de presentarse en el campo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad con suceso y gloria. Por el contrario, se establecieron innumerables cuerpos de milicias indisciplinadas, que además de agotar las cajas del erario nacional con los sueldos de la plan mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus lugares e hicieron odioso el Gobierno que obligaba a éstos tomar las armas y a abandonar sus familias.
Las repúblicas, decían nuestros estadistas, no han menester de hombres pagados para mantener su libertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nos ataque el enemigo. Grecia, Roma, Venecia, Génova, Suiza, Holanda, y recientemente el Norte de América, vencieron a sus contrarios sin auxilio de tropas mercenarias siempre prontas a sostener el despotismo y a subyugar a sus conciudadanos.
Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios fascinaban a los simples; pero no convencían a los prudentes que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los pueblos, los tiempos y las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras. Ellas, es verdad que no pagaban ejércitos permanentes; mas era porque en la antigüedad no los había, y sólo confiaban la salvación y la gloria de los Estados, en sus virtudes políticas, costumbres severas y carácter militar, cualidades que nosotros estamos muy distantes de poseer. Y en cuanto a las modernas que han sacudido muy distantes de poseer. Y en cuanto a las modernas que han sacudido el yugo de sus tiranos, es notorio que han mantenido el competente número de veteranos que exige su seguridad; exceptuando al Norte de América, que estando en paz con todo el mundo y guarnecido por el mar, no ha tenido pro conveniente sostener en estos últimos años el completo de tropa veterana que necesita para la defensa de sus fronteras y playas.
El resultado probó severamente a Venezuela el error de su cálculo, pues los milicianos que salieron al encuentro con el enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar la última campaña, a pesar de los heroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus jefes por llevarlos a la victoria. Lo que causó un desaliento general en soldados y oficiales, porque es una verdad militar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponerse a los primeros infaustos sucesos de una campaña. El soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez, porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna.
La subdivisión de la provincia de Caracas, proyectada, discutida y sancionada por el Congreso federal, despertó y fomentó una enconada rivalidad en las ciudades y lugares subalternos, contra la capital; "la cual, decían los congresales ambiciosos de dominar en sus distritos, era la tirana de las ciudades y la sanguijuela del Estado." De este modo se encendió el fuego de la guerra civil en Valencia,
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