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Maria Izquierdo


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2014  •  1.263 Palabras (6 Páginas)  •  499 Visitas

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María Izquierdo

María Izquierdo (1902-1955), fue una pintora mexicana nacida en 1902 en San Juan de los Lagos, Jalisco, con el nombre de María Cenobia Izquierdo Gutiérrez. Aunque la mayoría de sus biógrafos aceptan como fecha de nacimiento 1902, algunos otros establecen que fue en 1906.

Fue la primera pintora mexicana en exponer sus obras fuera del país en el año 1930. Su primera exposición tuvo lugar en el Art Center de la ciudad de Nueva York. Murió en la Ciudad de México, el 3 de diciembre de 1955.

Hacia finales de los años 20, ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en enero de 1928, y se mantuvo como alumna de la antigua academia de San Carlos hasta junio de 1929; Fue ahí donde se matriculó en la clase de pintura de German Gedovius, el cual impartía la clase de colorido y composición, y años más tarde en pintura de figura. Cursó historia del arte con Antonio Caso y dibujó con Alberto Garduño.

Tomando en cuenta que María Izquierdo llevaba relativamente poco tiempo en la Academia, comenzó a asistir a cursos avanzados siendo que era una novata; incluso el maestro Germán Gedovius le concedió permiso para no asistir a la escuela y pintar y estudiar desde su casa ya que como el decía: “la muchacha tenía mucha cabeza para la pintura”.

En el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, había una galería de arte la cual estaba atendida por los pintores Carlos Mérida y Carlos Orozco Romero. En esa galería se llevó a cabo la primera exposición de María Izquierdo, la cual fue muy comentada por las publicaciones de la época. La introducción al catálogo fue escrita por Diego Rivera, el cual era ya Director de la Escuela Nacional de Bellas Artes. En ese texto plasmó el gran desarrollo que había tenido la joven pintora, a la cual definió como una de las personalidades más atrayentes del panorama artístico y uno de los mejores elementos de la academia, considerándola “un valor seguro; seguro y concreto”.

También surgieron muchas reseñas periodísticas sobre sus trabajos. Retrato de Belem, el cual es de sus primeras obras de las que se tiene conocimiento, es un retrato en el cual abandonaría el uso de la perspectiva académica, explorando y proponiendo en el terreno de lo compositivo.

Sin duda llevar a cabo este tipo de acciones significó cuestionar lo que había aprendido con su maestro German Gedovius, el cual le exigió un esfuerzo técnico totalmente distinto. Muchas de sus composiciones, realizadas por María en 1929, rememoran en buena medida los trabajos de las escuelas de pintura al aire libre, las cuales visitaba frecuentemente. Otra gran influencia que tuvo en esta época fue la del pintor mexicano Rufino Tamayo, el cual impartía clases en la Escuela Nacional de Bellas Artes y tenía afinidad con los proyectos de Diego Rivera. Entre ella y Tamayo hubo una relación profesional y afectiva hasta que éste la abandonara para casarse con Olga. María luego, tuvo una relación con el pintor sudamericano Raúl Uribe quien se encargó de vender la obra de María fundamentalmente a diplomáticos, Uribe finalmente la abandonó años después de que una hemiplejia atacara a María, quien murió muy pobre en la Ciudad de México.

http://elfederalista.mx/p51789/

25 octubre, 2012 Turismo y Cultura. RSS 2.0

Consultado el: 26 de mayo del 2014

Los caballos y el circo la hechizaron. Una manada de animales salvajes la atropelló, saliendo ilesa, y se extravió por veinticuatro horas con un grupo de cirqueros ambulantes cuando apenas sumaba dos años. Ambas circunstancias formaron parte de los sueños y la pintura de María Izquierdo (1902-1955) pero su arte trascendió la anécdota traducida en mexicanidad desbordada y vitalidad popular que muchos le endilgan de manera excluyente. Pintó eso que le fue cercano pero lo hizo de manera más completa y compleja, con un lenguaje pleno de metáforas visuales de condición a veces sórdida y dolorosa, con añoranza por la inocencia perdida.

Estos elementos de contenido menos festivo han sido señalados por el especialista Oliver Debroise y complementan las aportaciones de la artista jalisciense que el 3 de diciembre pasado cumplió cincuenta años de muerta. Una creadora que ofreció no sólo júbilo a la vida bohemia de la primera mitad del siglo XX mexicano, sino que con su obra desarrolló "un sofisticado expresionismo que apunta, más allá de las convenciones, a la libertad creativa total".

(Debroise) María Cenobia Izquierdo Gutiérrez nació en San Juan de los Lagos y muy pequeña quedó bajo la tutela de los abuelos en ese punto de Jalisco. Luego viajó con sus padres a Aguascalientes y más tarde vivió con su madre en Torreón y Saltillo. Las misas de seis de la mañana formaron su vida hasta que la casaron con un militar a los catorce años.

Una vida provinciana con tres hijos y mucho tedio cambió cuando el matrimonio se trasladó a la Ciudad de México en 1923 y ella ingresó a la Academia de Pintura y Escultura de la SEP. Germán Gedovius era su maestro pero la rutina no le agradó y trabajó en casa. Eran tiempos en que Diego Rivera, director de la antigua Academia, elogió su pintura, causando rechazo entre muchos alumnos por considerar "una estupidez" aquella obra.

La agresión no influyó en la naciente artista. Siguió pintando para refrendar su independencia creativa y vital. Se separó del esposo, disfrutó del ambiente bohemio en la época y se alió amorosamente a Rufino Tamayo.

Ambos ejercieron entre sí una clara influencia en temas y composición pictórica, a la vez que la pareja se familiarizó con la intelectualidad reunida en torno de la revistaContemporáneos.

Vinieron sus primeras exhibiciones en México y EU y también la enfermedad del corazón que la apartó del taller, sus clases de pintura para mantener a los hijos y la parranda que concentró en su casa y en el cabaret Leda.

Una segunda relación amorosa marcó de nuevo su vida y obra. Raúl Uribe, chileno y mal pintor, influyó en la obra de Izquierdo, concentrada entonces en retratos y naturalezas muertas con una visión menos imaginativa y fresca que antaño, a decir de la especialista Sylvia Navarrete. Sin embargo, hacia la segunda mitad de los años cuarenta resurgió su creatividad en paisajes urbanos y campestres colmados de guachinangos y caracoles; alacenas, caballos solitarios y autorretratos misteriosos.

Tras colaborar en la revista Hoy para lanzarse contra los muralistas, galeros y manifestar sus propios gustos por la pintura figurativa, mostró su trabajo dentro y fuera del país, recorrió Perú y Chile (donde se casó con Uribe), tuvo éxito de crítica y venta hasta el retorno a México, donde fue rechazado su mural en el Palacio del Departamento del DF. Diego Rivera y Siqueiros consideraron que su colega no tenía la práctica suficiente en la técnica del fresco. Todo quedó en proyecto.

Trascendido el fracaso, la pintora continuó aliando al misterio aquellos objetos que le eran cercanos: juguetes, dulces, mitologías infantiles, amores. Y al tiempo que convivía con palomas, perros, una gallina, un perico y un chango, vestía de enaguas y encajes. Una hemiplejía le paralizó el lado derecho del cuerpo por ocho meses; luego prosiguieron dos embolias y una penosa recuperación que le permitió seguir pintando. Divorciada de Uribe, una cuarta embolia le impidió presenciar el homenaje organizado por el INBA que en su honor se inauguraría ocho meses después de su muerte, a los cincuenta y tres años. Eran setenta y cinco cuadros que revelaban aquel universo de sueños, misterio, añoranza, juego, circo y dolor de una de las primeras artistas profesionales de México y que ahora está siendo revalorada cada vez más.

http://www.jornada.unam.mx/2005/12/31/sem-angelica.html

* Citas y datos tomados del libro

María Izquierdo. Centro Cultural Arte Contemporáneo AC, 1988.

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