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Maximiliano Y Carlota

Oscar9617 de Febrero de 2014

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Dice Torcuato Luca de Tena en su libro Ciudad de México en tiempos de Maximiliano, que seguramente el recién llegado emperador padecía del "mal de piedra" pero no porque las tuviera alojadas en su organismo, sino por su muy marcada tendencia a realizar grandes obras urbanas. Entre ellas nos interesa saber lo que hizo en Palacio Nacional y en el Zócalo, pero también se abocó a renovar el Castillo de Chapultepec y desde luego el proyecto, trazo y primera etapa constructiva del Paseo de la Reforma. Por desgracia todas ellas fueron para su comodidad personal.

Recién llegado en 1864, Maximiliano retomó el proyecto del monumento a los Héroes de la Independencia que Santa Anna, había dejado inconcluso y para ello le encargó a Ramón Rodríguez Arangoity la remodelación integral del Zócalo, obra en la que el elemento principal lo constituía la columna monumental del proyecto original del arquitecto De La Hidalga. La columna estaría rodeada con esculturas de los héroes de la Independencia y coronada con una gran figura alada.

Maximiliano propuso después como remate un águila imperial, rompiendo una cadena y remontando el vuelo; lo cual se consideró contradictorio, que alguien que había usurpado la corona mexicana, nos hablara de independencia y de un águila rompiendo las cadenas.Ante la ausencia de Maximiliano el 16 de septiembre de 1864, tuvo a bien encargar a la emperatriz Carlota para que a su nombre diera inicio oficial a la construcción del monumento. Su Majestad se dirigió al centro del zócalo, en que se había colocado una vistosa tienda, para colocar la primera piedra del monumento, aunque como bien sabemos dicha obra volvería a quedar inconclusa, tras la caída del imperio y el fusilamiento de Maximiliano en 1867.

Apenas llegados a la ciudad de México, Maximiliano y Carlota fueron alojados en habitaciones especiales que les habían sido previamente acondicionados en el ala norte del Palacio Nacional. La condesa Paola Kollonitz, que era dama de honor de Carlota, aparte de haberse adelantado a la llegada de la comitiva imperial, fungió como cronista de la corte durante los 6 meses que permaneció en México.

Ella es la que narra algunos detalles de las habitaciones que fueron acondicionadas para recibir a Maximiliano. Entre otras muchas cosas menciona lo siguiente en un libro alusivo denominado Un viaje a México en 1864, que escribió a raíz de su viaje:

«... Antes de la llegada de sus majestades fuimos a visitar los departamentos imperiales que a toda prisa habían preparado. Eran augustos y de incomoda disposición. A pesar de que la simplicidad reinaba en todo, el emperador podía sin escrúpulos mudar las cosas del modo que mejor le conviniera ... En México no saben aprovechar los materiales que en abundancia ofrece el país y con los cuales la solidez y esplendidez se lograrían generosamente ... En todos lados se usan los productos de Europa y a precio de oro traen de más allá de los mares las telas y los muebles ... Debido a esto el departamento de la emperatriz parecía, más que el de una residencia, el departamento de un hotel europeo ...»

Pero Maximiliano a su llegada a Palacio, entonces denominado Imperial, no se quejó tanto de la disposición de las habitaciones, pues el dormía en un catre de tijera, sino del ruido que desde temprana hora reinaba en los alrededores del Palacio. En los 15 días que vivieron en Palacio antes de cambiarse al Castillo de Chapultepec, Maximiliano solicitó cambiar su catre de campaña a distintas sitios del edificio, sin que lograra encontrar alguno que fuera conveniente a su costumbre de acostarse temprano y levantarse a las 4 de la mañana.

Sin embargo lo que a largo plazo resultó ser de trascendencia y además perdurable, fueron las

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