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Movimientos revolucionarios


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2021  •  Resúmenes  •  1.667 Palabras (7 Páginas)  •  105 Visitas

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Experiencias revolucionarias

Las ideas de justicia, democracia e igualdad, que sembró la educación durante el porfiriato, contribuyeron, paradójicamente, a la destrucción del régimen autocrático de Porfirio Díaz.

Así mismo la lucha revolucionaria, que dislocó la vida escolar, propició nuevas formas de aprender; el campo de batalla fue la escuela de primeras lecturas de muchos mexicanos. Los incipientes medios de comunicación, por su parte, operaron como un eficaz vehículo de educación informal.

La lamentable condición económica y social del maestro, motivó innumerables protestas durante el porfiriato. El maestro era admirado y respetado, sin embargo, su trabajo era pobremente retribuido.

La incapacidad de los municipios para sufragar los gastos de la educación, como ya se vio, afectó en primer término a los maestros que no recibían regularmente sus exiguos salarios. Las voces de alarma sobre la situación económica del magisterio se multiplicaron.

La precaria situación económica del maestro era a la vez causa y efecto de su endeble formación profesional. El gremio estuvo integrado durante años, por un alto porcentaje de personal empírico o improvisado.

Hacia fin ales de la primera década del presente siglo, 63% de los 2253 profesores del Distrito Federal y los territorios, carecía de título. Durante los años de la lucha armada, las autoridades estatales, a pesar de las convulsiones que vivía el país, siguieron alentando por todos los medios, la formación de los maestros y continuaron estableciendo escuelas normales y promoviendo conferencias pedagógicas.

En 1917, cuando la supresión de la Secretaría de Instrucción hizo quedar a las normales de la capital bajo la jurisdicción del Distrito Federal, varios departamentos coordinaron entonces las actividades académicas que incluían lenguas vivas, matemáticas, ciencias experimentales, ciencias sociales, música, dibujo, trabajos manuales, ocupaciones domésticas, gimnasia, deportes y educación.

La ley orgánica de Educación Pública expedida por Carranza en abril de 1917, asignó a las normales la triple función de impartir educación general, proporcionar cultura profesional y atender las aptitudes especiales del alumno.

Muchos maestros formados dentro de los ideales rebsamenianos tomaron parte significativa en la revolución, en nombre de la justicia y la libertad; otros, como fue el caso del maestro Francisco Figueroa en Guerrero, para defender la autonomía local. Y ni faltó quien empuñara las armas como protesta ante sus limitadas posibilidades de movilidad social.

Las escuelas protestantes propagaron una “pedagogía liberal, radical, ultraminoritaria, portadora de valores modernos fundados en la educación y la práctica democrática”. Sin duda la escuela mexicana de estas dos décadas hubiera tomado otro derrotero si muchos de sus protagonistas no hubieran sido actores en la lucha armada, lo que repercutió en su tarea cotidiana en las aulas y con frecuencia les replanteó su función en la sociedad. Lejos de limitarse a asumir el papel de reproductores de un sistema, algunos maestros, víctimas también, se convirtieron en agentes de cambio. La participación de los maestros respondió a momentos clave.

Em el Congreso Constituyente varios maestros fueron, en gran medida, responsables de los artículos más avanzados en materia social de la Carta Magna. Muchos formaron parte del enorme contingente que apoyó al vasconcelismo y fueron verdaderos constructores del sistema educativo popular de los años veinte y treinta, que por su originalidad llamó la atención en el mundo entero.

Un gran número de maestros siguió fiel a Díaz y canalizó su descontento con peticiones constantes al presidente, de oportunidades para progresar o cambiar de trabajo.  Más activos y numerosos fueron los opositores de la dictadura, los llamados “precursores” de la revolución quienes desde principios del siglo comenzaron a impugnar el régimen.

Las escuelas normales fueron, en general, semilleros de revolucionarios.

El rompimiento entre Carranza y Villa obligó a varios maestros a tomar partido por uno o por otro. Los profesores que habían colaborado con los constitucionalistas tuvieron que huir y ocultarse cuando Villa entró a la capital en 1915.

La lucha de las maestras no fue menos importante ni menos arriesgada que la de sus compañeros. Fueron periodistas, enfermeras, correos y enlace entre los bandos; voceros de las reformas; fabricantes y contrabandistas de armas; redactoras de programas y proclamas. Las maestras fundaron “juntas” y “clubes oposicionistas” en apoyo de los trabajadores o de la causa revolucionaria; con frecuencia combinaron su tarea docente con la búsqueda de desaparecidos y la defensa de los presos.

La tarea revolucionaria de maestros y maestras no terminó con la guerra civil. Durante años, continuaron acompañando a los campesinos y a los obreros en tareas que rebasaban sus estrictos deberes profesionales.

La educación fue una preocupación central de los utopistas del siglo XIX. Para los utopistas, el trabajo productivo, la libertad y la voluntad del niño debían ser los elementos básicos de los métodos pedagógicos. Pugnaron por una educación integral, “que abarcaría todos los detalles del cuerpo y del alma introduciendo la perfección en todos los puntos”.

En México, las aspiraciones a una sociedad igualitaria se vincularon con las modernas ideas pedagógicas. El movimiento obrero naciente se alimento con ideas anarquistas y se robusteció con el descontento social y político.

Las innovadoras teorías pedagógicas formarían hombres conocedores de sus deberes y derechos, preparados para sacudirse el yugo de la opresión y para establecer una sociedad más justa.

El anarquista catalán Amadeo Ferrés y maestro español Francisco Moncaleano fueron los primeros difusores de la educación racionalista en México. La escuela racionalista ocupó la atención de los casi 2000 asistentes al Primer Congreso Pedagógico celebrado en Mérida en agosto de 1915. A pesar de la oposición de un nutrido grupo, la mayoría de los maestros la aceptó.

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