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Mujeres En La Revolucion Francesa


Enviado por   •  26 de Octubre de 2014  •  2.296 Palabras (10 Páginas)  •  779 Visitas

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Las Mujeres en la revolución francesa

Hoy la historia de las Mujeres no es ninguna novedad. Incluso en algunos ámbitos se puede decir que en la literatura sobre los estudios de género, es abundante. En cambio en los manuales escolares de historia la presencia de las mujeres es aún muy escasa. La historia dominante, excluyo a la mitad de los sujetos activos. Solo con recordar mis épocas estudiante secundario, afirma esta conclusión.

Es por ello y desde mi pequeña visión, me propongo a echar un poco de luz sobre algunas de las actuaciones y los intereses de las mujeres durante un periodo realmente significativo en la historia como fue la revolución Francesa.

Situación de las mujeres en Francia en vísperas de la revolución

La posición histórica y social de las mujeres en cuanto a sujetas subordinadas, oprimidas, negadas o invisibilizadas por los modos dominantes de producción y por las relaciones sociales, empieza a cuestionarse durante la época de la modernidad. En ese contexto, de grandes cambios sociales, fue posible práctica sediciosa de las mujeres durante la revolución francesa, ambiente propicio para re-significaciones del lenguaje universal.

La condición de las mujeres del tercer estado según los cuadernos de quejas

Aunque antes de la revolución, ya hubo mujeres demandaban igualdad; las pedían, mayormente para sus maridos e hijos/as. Pero pronto comenzaron a defender su trabajo y su papel en la sociedad.

Los Cuadernos de quejas y lamentos, elaborados en toda Francia en vísperas de la reunión de los Estados Generales, han proporcionado una excelente fuente documental para conocer la situación del pueblo francés en vísperas de la revolución. Los Cuadernos de quejas de las mujeres no son tan abundantes, pero existen y muestran elocuentemente el sentir y el pensar de muchas mujeres francesas de 1789.

Por ejemplo la petición del 1º de enero de 1789, de mujeres del tercer estado al Rey, solicitando “que establezcáis escuelas gratuitas donde podamos aprender nuestra lengua, los principios de la religión y la moral; que una y otra sean presentadas en toda su grandeza, sin las pequeñas prácticas que atenúan su majestad; que nos formen el corazón, que nos enseñen, sobre todo, a practicar las virtudes de nuestro sexo. Pedimos salir de la ignorancia para dar a nuestros hijos una educación sana y razonable, para formar personas dignas de serviros. Les enseñaremos a amar mucho el buen nombre de los franceses” . Los derechos a la educación de la mujer en aquella época, eran muy limitados. Sus deberes fundamentales eran para con su esposo e hijos/as.

O también lo explayado en las quejas de las comerciantes de moda, plumajeras floristas de París 28 de mayo de 1789, donde en un su artículo 6 enunciaba que “los viudos y las viudas puedan continuar el comercio sin ser obligados a pagar ningún otro derecho que su impuesto anual y únicamente durante su viudez”. El trato igualitario entre comerciantes hombres y mujeres, dejaba mucho que desear en ese entonces. No poseían derechos hereditarios. Eran desdeñadas por sus padres que se negaban a casarlas para concentrar su fortuna en la persona de su hijo al que destinaban a perpetuar su nombre en la capital.

Otra realidad diferente: las salonnières, las mujeres de los salones

En los siglos XVII y XVIII mujeres de la nobleza y la alta burguesía organizaban en los salones de sus lujosas mansiones, hoteles parisinos o palacios, tertulias culturales, donde discutían sobre las ciencias, las letras y las artes, las nuevas ideas y la política. Mujeres, polemizadas y ridiculizadas con términos como “précieuses”, “femmes savantes”, pusieron de manifiesto el interés del género femenino ante todos los campos del saber, y demostraron su capacidad de gestión y organización como anfitrionas de las no siempre fáciles relaciones de los salones.

Las señoras Stael, Deffand, Lespinasse, Helvetius fueron mujeres en el centro de la sociedad de salón parisina del siglo XVIII. Un punto de referencia del período histórico conocido como la Ilustración, los salones representaban una especie de cultura contra intelectual, una que todavía evoca nombres de filósofos famosos como Voltaire, Montesquieu y Rousseau. Las mujeres, junto con los hombres, establecieron los salones como un fenómeno único en su tiempo, un nicho que puede haber tenido una influencia significativa en la revolución que siguió. No estaban necesariamente en la vanguardia de un frente activista o revolucionario, aunque pudieron haber servido como mecanismos críticos en el camino de la revolución en Francia. Para los/as ciudadanos/as franceses poder imaginar la posibilidad de que la sociedad podría existir sin una monarquía, era una idea que tenía que ser cultivada y reconocida como una realidad posible y legítima. El intercambio de ideas en los salones, sin respeto por el antiguo régimen, pudo haber contribuido a sentar las bases para la revolución como un acto.

Capitulo aparte, sería beneficio mencionar a Émilie du Chatelet. Una reputada y reconocida mujer de ciencia, que fue tenida en cuenta en los debates de la intelectualidad especializada de la época. Su libro Institutions de physique se tradujo al italiano y al alemán, y fruto de su pluma son también una Dissertation sur la nature et propagation du feu, así como dos piezas breves a propósito de los problemas para medir la fuerza, que un joven prometedor llamado Kant elogió con entusiasmo. Igualmente, fue coautora anónima de un libro de Voltaire sobre Newton (Éléments de la philosophie de Newton) y ella misma tradujo los Principia matemática al francés. Entre su obra no publicada consta un estudio de óptica, un ensayo sobre la felicidad y un tratado sobre el lenguaje.

Es notable el contraste entre estas mujeres con las de tercer estado. Aunque cada una desde su lugar, fueron parte importante en la conformación de una nueva línea de pensamiento.

Participación de las mujeres en los hechos revolucionarios

La marcha de mujeres sobre Versalles

Desde la apertura de los Estados Generales en mayo de 1789, los ánimos se caldean. La Bastilla es tomada el 14 de julio, y en este enrarecido clima, el banquete de la Guardia de Flandres, el 1 de octubre, en la ópera Real, se considera como la última provocación de la monarquía.

La reacción a esta provocación fue una concentración de ocho mil mujeres amadas, dirigidas por Theroigne

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