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"Nadie Me Verá Llorar" De Cristina Rivera Garza


Enviado por   •  10 de Enero de 2013  •  1.440 Palabras (6 Páginas)  •  2.139 Visitas

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Ensayo sobre el libro "Nadie me verá llorar" de Cristina Rivera Garza

Esta novela histórica de Cristina Rivera Garza la recomiendo ampliamente, como parte de mi recomendación y se animen a leer novelas mexicanas les comparto mi ensayo. Como contexto general del libro, la historia se centra antes, durante y después de la revolución mexicana en uno de los primeros y m·s grandes manicomios de México que se llamó La Castañeda.

Matilde Burgos S·nchez, Guadalajara, 1986. Estudiante. Soltera. Sin religión. Constitución mediana. Sabe leer y escribir. Desarrollo normal durante la niñez.

La interna es tranquila y de pocas palabras. Según ella está enferma de sueño. Duerme la mayor parte del día, escribe de forma incoherente y tiene una fijación por el mar. Cree que en algún momento todo el cielo estuvo pintado de rojo y su perro le habla. Además, tiene lagunas mentales acerca de su pasado y poca retención de información a corto plazo. Se describe a sí misma como una mujer que piensa más rápido de lo que puede hablar y se encuentra actualmente confundida por su porvenir. Tiene una obsesión que a su vez se convierte en su misma adicción a la soledad. En una de sus pláticas da a conocer que uno de los peores sentimientos que podrían existir es el de extrañar a alguien o algo, algún recuerdo del pasado. Sufre de una imaginación extensa que puede ser el inicio de una serie de alucinaciones incoherentes. Muestra interés por la música clásica y las pinturas impresionistas. Suele quedarse horas en el jardín observando las hojas de los árboles moverse. Locura intermitente. Libre e indigente. Tranquilas. Primera sección.

Un manicomio, La castañeda, espacio creado a principios de la época revolucionaria en México para solucionar el problema de pocos hospitales con capacidad de albergar pacientes con trastornos mentales, adictos y violentos. Espacio que contiene sentimientos olvidados y sombras que no descansan en paz, es un hospital que aunque enmarca miles de historias, personas, sentimientos y emociones de las cuales ya sólo el pasado tiene memoria. Cristina Rivera Garza logra desenterrar a una paciente, llevándola a la vida para poder contar su historia y la razón de su locura. Cómo es que una persona que vivía con su familia en el campo y llegó a la ciudad capitalina en algún momento cruza la delgada línea que la convierte en una persona que vive tras las puertas de La castañeda con una enfermedad mental.

Yo tengo un pasado único, unos ojos únicos y una composición de piel única, cada quién ve los colores bajo diferentes tonalidades, escucha los sonidos a diferente paso, encuentra la luz en diferentes esquinas y percibe las olores con diferente intensidad. Por esto, nuestro propio esquema de color del mundo es un reflejo de nuestros sentimientos y esa pequeña variación que cada persona encuentra en una nota musical es el ritmo que cada quien lleva en su vida. Somos entes y personas por naturaleza únicos, por lo que al igual que nosotros nuestra locura es única y cada quien la vive con diferente intensidad.

La locura manejada en Nadie me verá llorar, es única, es el resultado de la compilación de ideas del pasado, es una plática personal e interna de los personajes que expresan sin más un dolor intermitente que nace de los recuerdos. Es la historia en la que dos personas cruzan el delgado límite que separa a las personas de un mundo en el que se hace lo correcto y el otro en el que se hace exactamente lo que se tiene en la cabeza, de un mundo en el que se visualiza el futuro como una meta y otro en el que las historias del pasado son el futuro mismo. Los protagonistas, Joaquín Buitrago y Matilda Burgos son dos personas que se unen por la necesidad de contarle a otro sus recuerdos más dolorosos, sus ganas de seguir viviendo se limitan a lo que les puedan otorgar sus palabras y como todo tiene un límite, las palabras se terminan, se agotan las historias del pasado y se expone el dolor. Una vez que todo el dolor queda expuesto, por un momento nos quedamos vacíos, se desentierran pedazos de historia que se convierten en reflejos de nuestro presente.

Estas son las imágenes en las que encuentro la locura, el insomnio hasta el amanecer, el eco de una explosión que se escucha repetidamente dentro de la cabeza, un desierto en el que no existe otra cosa más que tu propia sombra y mi propia imagen temiéndole al futuro mientras observo las hojas de los árboles caer. Son imágenes que nacen fuera de uno, tienen color propio, sabor único y olor envolvente. Son las imágenes del recuerdo, que vienen acompañadas de un sabor a óxido, del olor a flores en un funeral y el color del cielo cuando amanece y aún sigues despierto.

Los rostros de los personajes y los paisajes del libro de Cristina Rivera Garza están compuestos de diversos colores, sabores y olores, están los púrpuras propios de la melancolía, el rojo del amor y desamor, el negro de un desierto muerto, el blanco de un hospital, el sepia de una época revolucionaria y el azul de los recuerdos escondidos. Este el sabor del aguardiente, la morfina que se disuelve poco a poco en la sangre y un último beso antes de que se pierda en la mente. Se alcanza percibir el olor penetrante de la vainilla, el polvo de una casa abandonada y la sangre derramada por la revolución. Cada color, olor y sabor es nuestra vida, es el color que sale al desenterrar la historia, los olores que inundan el cuarto en el que vivimos y el sabor de nuestra piel. Nosotros mismos moldeamos nuestra locura, la saboreamos, la respiramos y la vemos en cada persona que amamos. Al explorar las historias de mi pasado, se me abre un camino por el que puedo adentrarme en la locura, y al compartir recuerdos con otras personas empiezan a fluir mis propios sentimientos. Si amar es de locos, dejarse amar es aún peor. Amar, es compartir la locura con otra persona teniendo la intimidad de poder desenterrar el dolor sin miedo a ser juzgado y lograr que los colores que cada quien visualiza por separado se conviertan en uno sólo. Al compartir mi historia con alguien, no cambian los reflejos de mi locura, si no que, alguien más se apropia de un pedazo de la mía haciéndome por un momento libre del pasado, descargando una parte de mí en alguien que también ya ha descargado algo suyo en mí. Dejarse amar es una forma más intensa de locura, pero es la única forma en la que se puede explorar el pasado y se abren pequeños huecos de luz, los cuáles algún día serán la totalidad de lo que nos rodea así intentando darle algo de descanso al pasado y comenzar a construir un futuro.

Por ti el estar enfermo es estar sano. Frase del poema ofrenda romántica de Ramón López Velarde, es una buena frase que complementa la historia de Nadie me verá llorar, Joaquín, el personaje principal, quien siempre ha lidiado con el dolor, se deja caer ante la locura de Matilda para poder estar sano, para poder encontrar finalmente la luz y encontrar la forma de vivir en una ciudad en la que nadie los entiende y ellos mismos no comprenden. Se quedaron atrapados en el tiempo de una época pre-revolucionaria tratando de vivir la post-revolución sin haber tenido consciencia de la revolución misma. Joaquín y Matilda son dos notas que desafinan en el concierto de la nueva ciudad,, sus mentes se quedaron congeladas en un tiempo en el que aún podían saber su futuro. Ambos viven en el poema Nocturno de José Asunción Silva que muy bien aplicado se colocó en uno de los diálogos de la historia, Esta noche, solo; el alma, llena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte, separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia, Por el infinito negro, donde nuestra voz no alcanza, solo y mudo, Por la senda caminaba...î

Los reflejos de la locura que se vislumbran en La castañeda, no son tan distintos a los reflejos que emitimos todos en algún momento. Todos tenemos en cierta medida algo de locura e inestabilidad emocional y eso no quiere decir que sean fallas o errores, si no que más bien es algo natural a los que todos tenemos tendencia a caer si al vivir en el presente acabamos persiguiendo los fantasmas de nuestro pasado*.

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