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Palacio De Bellas Artes

miickeey6 de Marzo de 2014

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Durante el Porfiriato, bajo el slogan del gobierno de la República y, sobre todo del entonces presidente de la república Don Porfirio Díaz “Orden y progreso”, de alguna manera se necesitaba mostrar al mundo cuan próspero y moderno era el México de ese entonces y que mejor forma que hacer edificios que lo representaran dignamente. Esto dio como resultado que, a principios del siglo XX, se ideara el proyecto para la construcción del Nuevo Teatro Nacional, además de muchos otros. Así, Porfirio Díaz encargó al arquitecto italiano Adamo Boari la construcción de éste como parte de las actividades de su gobierno, dicho teatro formaría parte de las celebraciones por el centenario de la Independencia. Así que al estudiar Cultura y diseño, el palacio de Bellas Artes en la ciudad, evidentemente representa para nosotros una obra imprescindible a la hora de analizar precisamente el diseño y cultura en México, en la época del porfirismo, partiendo desde su concepción arquitectónica, los cambios sufridos en el proceso de contracción, los problemas con la cimentación, los detalles de la edificación, y hasta la presencia de artistas de talla nacional e internacional en la obra. En esa época, surgió entre la alta sociedad de México la tendencia por imitar los estilos europeos, tanto en costumbres de la vida cotidiana como en modelos arquitectónicos. Algunos autores afirman que en el periodo porfiriano, la arquitectura abarca desde el romanticismo hasta el modernismo, y se manifiesta de forma singular, con eclecticismo, permanencia de gustoso, seguimiento de esquemas de las escuelas europeas, la integración a la modernidad con el Art Nouveau, y a la vez un deseo nacionalista basado en la interpretación y renacimiento del prehispánico, lo cual evidentemente se impreso en el Palacio de Bellas Artes. Y es todo esto lo que la contrastante sociedad mexicana recibía a cambio del sometimiento a la dictadura. Así que, dado el contexto y la duración en que se desarrolla la obra, al final encontramos al Art Nouveau y el Art Deco como movimientos artísticos internacionales bien manifiestos en el sentido de la construcción y decoración del edificio. Lo ecléctico del edificio logra mezclar lo puramente mexicano en una armonía perfecta con elementos internacionales, permitiendo una singular manifestación de arquitectura mexicana. A lo largo de los 30 años que se duró la construcción del Palacio de Bellas Artes, México estuvo sufriendo importantes movimientos económicos, políticos y sociales, que sin duda se ven reflejados en la obra misma. Entendiendo que los edificios arquitectónicos son en general, un reflejo de del momento histórico en que se desarrollan, es importante analizar el momento de México en la época en que se da comienzo a al obra del hoy conocido como Palacio de Bellas Artes. La construcción comienza durante el periodo porfirista (1876-1911). La política de la dictadura, en la idea de proyectar precisamente el “orden y progreso” en la capital, la incipiente industrialización en la ciudad se ve reflejada en la construcción de edificios ostentosos, al servicio de la burguesía, como el Edificio de Correos, Palacio de Comunicaciones, el inicio de la construcción del Palacio Legislativo, hoy monumento a la revolución y por supuesto, el Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes, además de diferentes edificios destinados a la vivienda. El intento de marcar bien un esplendor urbano en todos y cada uno de los edificios construidos en este contexto, se contrariaba la situación verdadera de la mayoría de la población en el país. En la capital, edificios exageradamente lujosos de una sociedad pudiente, la burguesía y en los barrios bajos condiciones de miseria e insalubridad en las viviendas. Así, en este contexto es que nace y se desarrolla el hoy Palacio de Bellas Artes, patrimonio de la humanidad. MARCO HISTÓRICO. La historia de lo que hoy conocemos como Palacio de Bellas artes, nace en 1842, cuando el que entonces presidente de la Republica, Antonio López de Santa Anna coloca la primera piedra del Teatro Santa Anna, el 18 de febrero en una gran ceremonia. Esta obra se desarrolla con el apoyo económico del presidente, el ayuntamiento de la ciudad y de empresarios interesados. El arquitecto Lorenzo de Hidalga (1810-1872) estuvo a cargo de la obra y muy a su consideración de estilo neoclásico, el edificio fue considerada la mejor obra arquitectónica del siglo XX. La planta arquitectónica con forma de herradura siguiendo el modelo europeo, la fachada con columnas corintas, balcón con barandal de hierro forjado son algunas características de la misma. En septiembre de 1844, siendo el administrador del teatro José Antonio de Irigoyen, quiebra y se da una orden de arrendamiento. Pasa a ser entonces Teatro de Vergara, hasta el 15 de diciembre del mismo año cuando se convierte en Teatro Nacional.



Este recinto fue testigo de numerosos acontecimientos de gran importancia como el estreno del Himno Nacional Mexicano. Durante la intervención francesa se convierte en Teatro imperial, restaurada la república, vuelve a ser Teatro nacional. En asta época, bajo el régimen porfirista, las ciudades de México prosperaron y la cultura de México pretende elevarse a la altura de grandes ciudades de Europa. Adamo Boari, es comisionado por el gobierno de la ciudad para llevar a cabo una obra tan significativa como la construcción del nuevo Teatro Nacional. DESARROLLO DE LA OBRA. Considerando la ubicación perfecta para este edificio, entre la Alameda y el Edificio de Correos, Boari emprende la construcción en 1901 demoliendo los edificios del lugar. En el régimen de Porfirio Días nace una fuerte tendencia europeizante muy marcada que se desarrolla en diversos ámbitos, no solo en la expresión artística, si no en la misma cotidianidad social, con lo que se pretende incorporar a México en un contexto cultural internacional. Por todo ello, Boari recorrió Europa y fue a Chicago durante1901 y 1902, a fin de comparar los teatros existentes en aquellos lugares y buscando ideas y conceptos arquitectónicos para elaborar el proyecto. Regresa a México impactado por el Art Nouveau, estilo decorativo en que predomina la línea curva fluida, ondulatoria, orgánica, asimétrica y de fuerza rítmica. Para 1904, entrega los primeros 18 planos del nuevo Teatro Nacional. En el mismo año se comienzan las excavaciones de 2.4 metros bajo el nivel de la calle y 3.5 metros para lo que seria el lugar del escenario. En aquella ápoca, la ciudad crecía desmedidamente, en pocos años el territorio de había duplicado, pero de veintiocho colonias creadas desde principios del siglo, sólo seis tenían todos los servicios. El paseo de la reforma era un eje que dividía la ciudad vieja en el oriente y la nueva, la ciudad moderna, en el sur poniente. La construcción del nuevo Teatro Nacional abría paso a importantes cambios en el oriente de la ciudad, como la prolongación de la avenida 5 de mayo, de Bolívar hasta Santa Isabel (hoy Eje Central). Con la idea de elevar a México a la altura de ciudades europeas, Boari diseña un edificio singular que no parecía italiano ni francés. Debería ser un centro de reunión de lo mejor y más elegante de la sociedad mexicana, así que Boari proyectó un edificio enorme, con un vestíbulo techado con cristales, un invernadero, restaurante, cafetería y los más grandes adelantos de la época. Desde un principio el edificio estaba separado en dos partes: La primera como local de espectáculos y la segunda como salón de fiestas y conciertos. Boari presentó el diseño al gobierno mexicano, que aceptó y sugirió cambios, exagerando la grandiosidad del proyecto. El presupuesto estimado era de $ 4,190,844,00 y al construcción duraría unos 4 años. En la obra, se pretendía aplicar técnicas utilizadas para la construcción de los rascacielos de Chicago y Nueva York, pero el suelo de México obligó a diseñar un sistema de cimentación especial. Boari consideró las exigencias visuales y acústicas del inmueble. La sala tendría una forma de embudo y agregó a su proyecto innovaciones que revolucionaban el complicado ambiente de la tramoya, por ejemplo instalaciones mecánicas con movimiento hidráulico y eléctrico. El auditorio sería para 1791 personas. Boari presentaba como su idea un edificio revestido por sus cuatro lados de mármol, de 96 metros de frente y 116 de largo, ocupando una superficie de dos hectáreas, incluidas las rampas y escaleras. En su proyecto el arquitecto prevé una estructura de acero para muros y techos y una plataforma de acero y concreto para la cimentación. Algunos detalles particulares de la obra son: dobles entrada laterales para el servicio de los carruajes, un gran jardín, una cúpula sobre éste, el nivel de la orquesta móvil, la boca escena sin cortinajes y sin arlequín con iluminación periférica y con caja acústica en la bóveda, telón en forma de cortina, movimiento eléctrico e hidráulico para la maquinaria escénica, un gran ascensor para elevar los carruajes del nivel de la calle al nivel del escenario, luz solar directa todo el edificio y artificial completamente oculta. En la primera etapa de construcción se cimentó, con cálculos del Arq. Especialista W. H. Birkmire, de Nueva York. La ejecución, por la constructora Firma Milliken Brothers, de Chicago, en 1903 y la estructura metálica para los cementos con Cálculos de W. H. Birkmire y ejecución por la misma constructora. Las estructuras estaban compuestas por acero, concreto y mármol, 210 columnas distribuidas, muros de concreto y cubiertos de mármol. Una obra considerada en su época la más grande del mundo con sus dimensiones y características. Sin embargo, todos los cálculos en la cimentación resultaron un fracaso sin precedentes. La plataforma de concreto comenzó a hundirse, no solo privando al proyecto de la escaleras

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