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Pensamiento De Luis Beltran Prieto


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2013  •  1.767 Palabras (8 Páginas)  •  729 Visitas

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Pensamiento de Luis Beltran Prieto Figueroa

• 1. La nación es un concepto de orden biológico histórico y sentimental, es además la expresión del pueblo sin organización. El Estado es la organización de esa nación, las instituciones por las que se rige la nación es el estado. Pueden existir naciones sin estado como la Judía porque no hay ninguna forma de coacción que la oriente y la dirija. El Estado es una corporación formada por un pueblo dotado de un poder de mando originario y asentado en un determinado territorio.

• 2. El Estado ha de forjar el espíritu de los ciudadanos habilitándolos para vivir en sociedad, respetándose mutuamente, sirviéndose recíprocamente, con Presidencia de los elementos particulares, para dar supremacía a los intereses de todos, lo que se logra mediante la administración de la educación adecuada para crear la convivencia.

• 3. La Educación es un fenómeno colectivo y como tal está regida por las normas fijadas por el grupo social, que a su vez es una necesidad de la totalidad. A cargo del Estado La que se obtiene al entrar en contacto con diferentes grupos sociales, los padres, hermanos, otros TIPOS DE EDUCACIÓN ESPONTANÉA DIRIGIDA

• 4. En la edad media la iglesia dirige la educación lo que impedía que la misma llegase al colectivo, solo era destinada a preparar algunos para el dominio de las mayorías. En nuestros tiempos esta función no puede estar en manos de algunos con intereses particulares y por ello es hoy día una responsabilidad del Estado.

• 5. La libertad es un poder sin límites y como tal, no debe transcender el derecho de los demás. La libertad de la enseñanza debe definirse como la facultad que tiene una persona debidamente capacitada para ejercer una profesión mediante la autorización del estado, que ha comprobado en el sujeto las condiciones de idoneidad. LIBERTAD DE LA ENSEÑANZA

• 6. El fin de toda educación está contenido en el derecho de aprender que tiene el niño para desarrollar su personalidad. El derecho de aprender es un medio del que se vale la sociedad para asegurar su propia felicidad, su felicidad orgánica, presente y futura, suministrando al niño los elementos necesarios a su natural desarrollo y perfeccionamiento. El derecho de enseñar es la consecuencia del derecho de aprender y le está subordinado en la relación de medio a fin.

• 7. Publica obras como: Principios Generales de la Educación o una Educación para el Porvenir. Dice el maestro Prieto “La vida es un valor fundamental y vivirla a plenitud, siguiendo las reglas éticas que impone la contemporaneidad, contribuye a forjar el espíritu de hombres sin perjuicios, solidarios y centrados en el propósito de realizar el bien de todos cuando se trabaja para el propio beneficio”.

• 8. “No se Puede Imaginar el Ideal de Una Sociedad Futura sin una Combinación de la Educación con el Trabajo Productivo de las Nuevas Generaciones”.

• 9. Si el Estado es fascista la escuela es fascista. Si es Estado nazista, la escuelas es nazista, si el Estado es falangista la escuela también, si el Estado es democrático así es su Educción. El Estado es una concepción de carácter Jurídico – Social, que se refiere a la Organización de la Sociedad, su gobierno y las normas de convivencia humana.

El y la maestra que tenemos-El y la maestra que necesitamos

Repasando el devenir social y político del estado venezolano, y enfocando particularmente el caso de la educación sistematizada, destaca el hecho de que siempre se ha puesto énfasis en las exigencias que se hacen a quien aspira el desempeño docente, más la respuesta en el “deber ser”, que se traduce necesariamente en el desarrollo integral de país, ha dejado mucho que desear. ¿Es que acaso la realidad de la educación venezolana se manifiesta en la dualidad: el docente que se tiene y el docente que se quiere?, y, ¿a quién compete la responsabilidad de ello?. Evidentemente al mismo estado, pues yendo al citado art. 104, también se lee: “El ingreso, promoción y permanencia en el sistema educativo, serán establecidos por la ley y responderá a criterios de evaluación de méritos, sin injerencia partidista o de otra naturaleza no académica”. Nuevamente la ley es más que clara y puntual, sólo que tal vez no se cumple puesto que los resultados, evidenciados en la calidad del producto que es el estudiante, no es la esperada, y esto se evidencia año tras año, bástese tomar la muestra de cualquier proceso evaluativo final, en cualquier periodo, de cualquier institución educativa, en cualquier nivel.

Claras están las pautas, y siempre ha sido así, que se espera un docente probo, idóneo, ético, competente y actualizado, sin temor al cambio, que es la tónica de los tiempos, hoy más que nunca que la dinámica tecnológica, la superpoblación y la condición cada vez menos rural del país se patentan. Sin embargo ese docente no se manifiesta.

Tiempo atrás se achacaba esta deficiencia a la actitud que muchos maestros tomaban en su desempeño: el distanciamiento, la suficiencia basada en el desprecio de un criterio que difiriera del suyo, los métodos de evaluación netamente cuantitativos, el espacio inadecuado para el desarrollo del proceso enseñanza- aprendizaje (cuatro paredes en un aula), la falta de recursos, entre otros. Hoy día es inexcusable dicha actitud tomando e cuenta el énfasis puesto en el desarrollo del paradigma constructivista en la educación que requiere un docente cuyo perfil comprenda ser creativo, innovador, estimulante, motivador, comprensivo, tolerante y crítico, y sería verdaderamente “mala fe” obviarlo. Cursos y más cursos de capacitación, amén de la formación académica para la docencia, los medios de comunicación, y hasta el discurso cotidiano en las relaciones humanas, enuncian a vox populi la propuesta.

Es pobrísimo entonces asegurar que ello se debe a la falta de formación e información, puesto que de ser así se pondrían en entredicho las propuestas de las entidades formadoras de docentes: universidades y pedagógicos, que dependen del Ministerio de Educación como ente rector, y quien se guía a su vez del prospecto legal subrayado en la Ley Orgánica de Educación y su Reglamento. Y si no es la formación y el esfuerzo puesto en ello quien falla, no queda otra que volver los ojos al individuo, a su realidad , a su satisfacción. ¿Está satisfecho el docente?. Para nadie es desconocido que ha sido subpagado y desconsiderado, tomando en cuenta que la compensación socio-económica proporcional a su esfuerzo y desempeño ha dejado mucho que desear, y no es menos cierto que en los últimos tiempos se ha tratado de paliar la situación con políticas que se proponen mejorar su economía (aumentos y bonos.). Pero, ¿son totalmente satisfactorios?, ¿llenan sus expectativas y/o necesidades?, ¿están a la par de las exigencias de la economía nacional?, ¿el costo de la vida y el poder adquisitivo del docente están en justo equilibrio?. La corriente humanista manifiesta que la satisfacción de las necesidades, optimiza las acciones del individuo. Tal vez dentro de estas reflexiones repose a la respuesta al por qué se tiene al docente que “se tiene”, y no al docente que “se quiere”, que debe ser el que “se debe”.

Lucha campesina

La Guerra Federal constituyó una tentativa del campesinado -al lado de sectores del artesanado urbano e intelectuales de pensamiento crítico-, por consagrar un modelo de propiedad agraria con mayor participación del peonaje y familias de ex esclavos. Planteaba también reformas políticas que incorporasen el voto directo, la abolición de la pena de muerte y el derecho de la población a la Educación, entre otros.

El 20 de febrero de 1859 estalló la Guerra Federal, ese día, el coronel Tirso Salaverría tomó el cuartel de armas de Coro y lanzó la proclama en la que llamaba a “todos los venezolanos” a relegar al olvido “las distintas y odiosas denominaciones de bandos políticos”, para librar la lucha contra “el club dominador” que usurpaba el gobierno de la República.

El país estaba habituado a las revueltas y a efímeras “revoluciones”, y Salaverría se hallaba a casi 500 kilómetros de Caracas. No había nada que garantizara que el alzamiento terminara con un presidente liberal en el poder. Sin embargo, dos días después, cuando desembarcó en la Vela de Coro, el general Ezequiel Zamora venía dispuesto a marchar sobre el centro del país, como en efecto lo hizo. A su paso, se sumarían al Ejército Federal miles de hombres y mujeres decididos a guerrear a muerte. Pero incluso el propio Zamora no lo percibiera de inmediato, la causa de esa gran masa humana no era la misma que los federalistas enarbolaban.

El tiempo lo puso en claro: esa tropa que hacía temblar la tierra y saltar la sangre no quería un cambio de gobierno; quería un cambio de vida. Como explica el historiador Manuel Carrero, “la Guerra se convirtió en guerra social antes de comenzar”.

Esta afirmación traslada a Carrero a los años que que siguieron a la Independencia. Las élites que se quedaron con el poder, señala, “quedaron endeudadas con las reivindicaciones sociales”. Con este comentario, Carrero hace resaltar el hecho de que el pueblo que se fue a la guerra contra los españoles, esperaba más que un gobierno criollo: la gente, aspiraba a “la igualdad social, el derecho a la tierra, la justicia social. Aspiraban a que se le diera la posibilidad de estudiar a las clases desposeídas y explotadas”.

La situación no podía ser más explosiva: un grupo de generales le negaba a quienes se sacrificaron en batalla lo que sentían que se habían ganado. “Miles de exesclavos, manumisos, pardos, sectores empobrecidos, no fueron reconocidos y siguieron en situación de minusvalía, vejados y oprimidos”, apunta Carrero para explicar por qué fueron tan inestables los años que van desde 1830 hasta 1859. “Son años de pugnas entre las clases poseedoras de riqueza, y al mismo tiempo, de alzamientos en rechazo a la explotación. Hubo rebeliones de esclavos, de campesinos enguerrillados contra las clases opulentas, aunque sin un liderazgo claro”, detalla el investigador.

“A partir de los años cuarenta, cuando las crisis del mercado capitalista repercute en la economía agropecuaria, esa realidad golpeó muy duro los intereses de las oligarquías, y las disputas por el poder político originan conflictos en los sectores campesino que tenían importancia en la producción agraria. Ese proceso da origen a “las luchas campesinas y anti-esclavistas” que tienen como lideres a Ezequiel Zamora y al “Indio” Francisco José Rangel, básicamente a partir de 1846. De modo que cuando la Guerra Federal estalla en 1859, ya era una guerra social de vieja data”, remata Carrero.

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