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Positivismo


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2011  •  3.407 Palabras (14 Páginas)  •  931 Visitas

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Resumen

El normalismo ocupó a lo largo de un siglo, un lugar fundamental en la formación de maestros y profesores. Con características particulares, se instaló fuertemente en el imaginario social generando amores idealizados y odios acérrimos. Este trabajo se propone reconstruir su historia, analizando las significaciones imaginarias que se le atribuyeron a lo largo de sus 100 años de vida, desde la idealización de las primeras décadas a la progresiva devaluación de sus últimos años, para comprobar que pese a su decadencia, no existió en la historia de la educación Argentina, otra institución que como ella, dejara su impronta en los más diversos discursos del tejido social argentino.

1ºPeriodo del Normalismo: el Normalismo Fundante (1870-1940)

Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda trataron de imprimir un fuerte impulso a la educación, pese a lo cual se enfrentaron con dos serios obstáculos. Por un lado, la falta de maestros idóneos, capaces de difundir la educación entre la masa del pueblo y, por otro lado, la carencia de instituciones capaces de formarlos para asumir la función técnica y cultural que la docencia implicaba.

Sarmiento, durante su presidencia, se aboca a dar respuesta a esta problemática. En 1869, el Congreso de la Nación sanciona la ley que constituye el andamiaje legal que le posibilitará la creación -en 1870- de la primera Escuela Normal del país: la Escuela Normal de Paraná. A esta le seguirá la Escuela Normal de Tucumán y cientos de ellas en todo el país.

En 1886, un decreto de Roca y el ministro Eduardo Wilde pone las bases de la Escuela Normal Superior. El artículo 1º de dicho decreto dice: «Hay dos clases de Escuelas Normales: las elementales y las superiores. Las primeras están destinadas a la formación de maestros y maestras de educación primaria elemental y las segundas tienen el objetivo de formar profesores y profesoras competentes para la superintendencia, inspección y dirección de las escuelas comunes y para el magisterio de las escuelas normales.”

Las Escuelas Normales tuvieron la particularidad de no responder a la estructura, nivel académico ni status de ninguna de las instituciones existente en el sistema educativo a finales del siglo XIX. Por eso es interesante ubicarla en la estructura del sistema educativo de la época, que quedó diseñado -conciente o inconscientemente- sobre una base común (la escuela primaria) de la cual se desprendían dos sub-estructuras educativas distintas, a las que se accedía –independiente de la capacidad intelectual- por la pertenencia a determinada condición socio-económica y a determinado género.

Por un lado, se observa una subestructura que contiene –además de la escuela primaria- instituciones orientadas a la educación secundaria, establecimientos terciarios (destinadas principalmente para varones de clase media alta) y la universidad (reservada a varones de clase social alta, cuyos objetivos eran formar la clase dirigente). Por otro lado, otra subestructura que contiene la escuela primaria y la Escuela Normal. En este contexto, la Escuela Normal se diferenciaba porque si bien respondía a la concepción populista de Sarmiento (la mayoría de su alumnado era de clase media y media-baja) no tenía como objetivo la continuidad de carreras universitarias. La diferente significación social que las instituciones de estas subestructuras tenían en el imaginario social, se veía reflejada –entre otras cosas- en el nivel de la formación académica que recibían sus alumnos. “La falta de profesores –apremiante problema que era indispensable resolver enseguida- obligo a formarlos rápidamente, sobre la base de una instrucción secundaria inferior a la de los bachilleres y una informaron pedagógica profesional.” 1

Coherente con esto, ambas sub estructuras se articulaban de modo particular: se observa una movilidad unilateral, fundamentada por la significación social que cada una poseía. Quienes pertenecían (como profesor o alumno) a una Escuela Secundaria o a la Universidad tenían amplias posibilidades de inclusión en las Escuelas Normales, mientras que para los estudiantes y egresados normales estaba vedada cualquier tipo de movilidad hacia la Universidad.

Con el paso de las décadas la estructura organizativa y académica de las escuelas Normales evolucionaron hasta incorporarse a la educación terciaria. Sin embargo, es importante destacar que aspectos de la estructura simbólica e imaginaria de estas instituciones se han cristalizado y penetrado en el imaginario social y en la estructura de las organizaciones de la educación superior no universitaria de nuestros días.

Significaciones sociales que entraña el discurso pedagógico del normalismo

Es interesante poder delimitar las significaciones sociales que giraban en torno al discurso de los docentes y egresados de las escuelas normales de fines del siglo XIX, así como es conveniente analizar las significaciones que se deslizan en el discurso de los pedagogos de la época respecto a los maestros y profesores normales.

Manganiello describe la generación pedagógica de 1880 como eminentemente positivista. El positivismo normalista, adquirió características definitorias con la generación de 1896. La Escuela Normal de Paraná impregnada con el positivismo de Pedro Scalabrini que difundió la doctrina positivista de Auguste Comte, las teorías evolucionistas y organicistas de Herbert Spencer y los principios evolucionistas de Charles Darwin, incorporando posteriormente, los aportes de la psicología experimental y la sociología, se destacaba por un positivismo cientificista, liberal y polemizante. Proclamaban el método experimental, aceptando como dogma la subordinación de las ciencias psíquicas a las naturales, manteniendo una postura fuertemente agnóstica, y adherían a las tendencias individualistas del liberalismo inglés, renegando de lo nacional con una fuerte tendencia europizante.

En relación al positivismo aplicado al pensamiento pedagógico, centraba su preocupación en los aspectos psicológicos, biológicos y metodológicos, desatendiendo los fines y objetivos de la educación.

En la generación pedagógica de 1896 se acentuó la posición fuertemente cientificista que impregnaba todas las actividades culturales: filosóficas, sociológicas, psicológicas, pedagógicas, etc., estimulando poderosamente el desarrollo científico.

El discurso positivista generó una corriente de pensamiento crítica que en un principio se definió más por su oposición a él que por sus cualidades propias. El antipositivismo encontró en algunas instituciones educativas el marco donde desarrollarse, pero sería recién en la década del ‘30 cuando comenzó a tomar

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