Posmodernismo
albertop9 de Septiembre de 2012
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Los posmodernismos y nosotros
Juan Acha
Juan Acha, Maestro de la División de Estudios de Posgrado de la ENAP.
Escritor e investigador de las artes. Ha pubiicaoo libros y artículos sobre problemas de la plastica.
Principiemos por lo obvio: cualquier fenómeno genera múltiples lecturas. Con mayor razón una reciente, como el histórico que hoy estamos viviendo con el rótulo de pasmodernismo. Sus principales estudiosos penetran en la complejidad fenoménica -embrionaria para nosotros- y cada cual construye un posmodernismo diferente. Pasará mucho tiempo hasta que el pensamiento sepa digerir la pluralidad de sus intimidades. Pero nunca sabrá captar a cabalidad y a priori la orientación definitiva de sus cambios; pues esta requiere las virtudes de una Casandra.
Inevitablemente son varias las teorías y definiciones del posmodernismo y éste irá dejando atrás sus diferentes versiones de sí misma que son sus etapas evalutivas, por constituir un proceso de constantes cambios. Nos asisten, pues, muchas razones válidas para referirnos a los posmodernismos, así en plural; máxime si pensamos en la posibilidad de tener uno a más para el Tercer Mundo y para América Latina, de mado exclusivo. El fenómeno entraña constantes y algún día sabremos -a posteriari, desde luego cuál o cuáles de ellas han devenido las resultantes que le dan unidad.
Una manera de enfocar al posmodernismo, consiste en escrutar cada una de los textos que la teorizan, con el fin de compararlas entre sí de modo crítico y tratar de sacar conclusianes definitivas. Pero los constantes cambios del posmodernismo y de sus teorizacianes nos abligan, de hecho, a seguir girando en torno a la escrito, hasta que la búsqueda se convierte en un mero ejercicio intelectual sin vínculos can la realidad. Principian consecuentemente a desfilar autores ilustres, coma Nietzsche y Heidegger, Adarno y Lyotard, Foucaul y Habermas, Baudrillard y Vattimo, etcétera, etcétera.
Los posmodernismos resultan así, envueltos en un culto y erudito vacabulario académico. A nuestro juicio, estamos en la más persuasiva de las trampas que la cultura occidental oficial tiende a nuestras catedráticos. Es cuando los proclives al academicismo caen subyugados por atractivos intelectualismos, que los alejan de la realidad concreta y que les imponen los exhibicionismos auto-
rremunerativos: vocear las virtudes del instrumento sin el propósito de usarlo. Definitivamente, no espara los del Tercer Mundo este uso suntuario de las teorizaciones del posmodernismo. Para ser precisos, se trata de un pensamiento analítico interesado en conocer realidades y no en transformarlas. Preferimos el pensamienta pragmático con fines amantes de los cambios.
Tomar el fenómeno que nos ocupa como el camplejo y embrionario proceso que realmente es, para estudiar su apretado y profuso haz de componentes, sería el otro en-foque a seguir.- Propiamente las posmodernismos constituyen un proyecto, cuyas protaganistas -con sus teorías o sus prácticas-, apenas si conocen los inconformismos o fobias de sus impulsos. Pero nada saben ellos del futuro desarrollo ni de cuáles serán sus renovaciones culturales tácitas en las fobias. Los madernismos también constituyeron versiones de un mismo proceso, algunos de cuyos componentes son y serán continuados por los posmaodernismos y otras tantos venían de los premodernismos. Naturalmente, si desde hace tiempo venimos dejando atrás premodernismos y modernismos, lo mismo sucederá con los posmodernismos.
Los latinoamericanos tenemos la obligación de sujetarnos a este segundo enfoque, por convenir a la buená marcha de nuestras realidades colectivas. Nuestras mentalidades colonizadas -como es harto sabido- nos impulsaron siempre a reducir las fenómenos a sus productos, pues así nos llegaron y llegan de las países avanzados. Ignoramos los largos y complejas procesos fenoménicos de tales productos y consecuentemente nunca los tomamos por el espíritu que presuponen Y que generan. Nos atenemos exclusivamente a su letra y la remedamos; casi siempre reduciéndola a una o dos de sus partes, que arbitrariamente consideramos fundamentales. Como corolario, identificamos al posmodernismo con su antiracionalismo, anti-funcionalismo o su eclecticismo que confundimos con el "vale tado".
No se requiere mucha agudeza intelectual, para aceptar que aun en las sociedades ricas existen componentes premodernos, modernos y posmodernos. Todo depende del predominio de unos o de otros, para que una sociedad pertenezca al Primero, Segundo o Tercer Mundo. Por lo pronto, son todavía contadas las prácticas del posmodernismo en los países ricos. Su arquitectura, por ejemplo, cuenta can pocos edificios en el mundo. Lo fundamental, para nosotros, está en sacarle partido a la complejidad y transitoriedad de los posmodernismos en favor de nuestras realidades nacionales o latinoamericanas.
El posmodernismo ha servido a los europeos para redefinir
-pongamos por caso- los diseños, acentuándoles lo estético con menosprecio de su funcionalidad, porque su opulencia actual se los demanda. Nosotros debemos también redefinirlo, pero de acuerdo con nuestra realidad y con la de ellos. Y redefinirlos así, significa dar prioridad a su baratura, a su buena funcionalidad y después a su belleza. Necesitamos tomar el camino hacia el diseño total,
esto es, hacia un diseñador que cubra el gráfico y el industrial, así como también el arquitectónico y el urbano e incluso pueda disellar herramientas con la destreza de un tecnólogo. La división técnica de los diseños como diferentes especialidades profesionales, resulta contraproducente para nuestra pobreza.
Otro ejemplo: el eclecticismo bien razonado nos ayudaría a revisar la historia de nuestras arquitecturas. Como resultado, encontraríamos la unidad de algunas hibridaciones estilísticas o mestizajes estéticos con las hoy denominadas "citas" por los posmodernistas; unidad cuya justipreciación fue imposibilitada por nuestros eurocentrismos.
Personalmente seguimos el criterio de algunos estudiosos europeos, como Wolfgang Welsch, que conceptúan el posmodernismo, no como un antimodernismo ni como un ultramodernismo. Lo toman por un modernismo rico en autocritica Para completar el perfil de nuestro criterio, agregaremos el hecho de ser partidarios de una posmodernidad que continúa siendo modernidad (o reconozca la necesidad de cambios), pero que rechaza al modernismo (o al cambio por el cambio) y al posmodernismo (a la permanencia por la permanencia; a la regresión por la regresión). Por último, si la autocrítica es lo sustancial de la posmodernidad, entonces el curso de ésta dependerá del lugar y época. así como del terreno cultural o estético. Después de todo, varía de país en país, de año en año y de la arquitectura a la novela o a la danza.
Pave. Rugirá aún en el tintero de mis ansías. 70 x 50 cms. 1982.
1 La necesidad de cambios
Resulta evidente que nuestro Tercer Mundo necesita cambios de toda índole, ya que éstos son indispensables para los diferentes proyectos requeridos por nuestras colectividades. Quiérase o no, seguiremos creciendo, evolucionando o cambiando como hombres y como países. Abundan en nosotros las causas internas y las homeoestáticas. Fuera de lugar quedan, por consiguiente, las neomanías de los modernismos y los misoneismos de los posmodernismos. Si bien desde 1945 vienen recrudeciendo nuestras tecnofobia, no por esto desaparecerán los avances tecnológicos libres de ecocidios y orientados hacia el logro de una mayor cohesión cultural y social en nuestros países. Han cambiado mucho nuestras ideas acerca de las realidades históricas, pero éstas no desaparecerán. La toma de conciencia de la necesidad de cambios que tipificó a la modernidad, se desbocó a instancias de intereses subalternos y hoy exige un encauzamiento por parte de nuestro pensamiento lógico y crítico, vale decir, científico. Proseguirán asimismo las utopías o, lo que es lo mismo, los proyectos altruistas y de largo alcance.
2 Las pluralidades
He aquí el nudo de la posmodernidad y también de las realidades colectivas de América Latina: las pluralidades. Seguramente, el contacto con las diferencias intramundiales hoy a la vista, fue el que impulsó a rechazar los monismos y a exaltar, consecuentemente, las pluralidades, tanto tiempo olvidadas. Pero pronto la exaltación produjo un eclecticismo que no supo ser selectivo, para tornarse un integracionismo verdadero, cuyo espíritu es dialéctico, cayó, más bien, en mezcolanzas o acumulaciones indiscriminadas. De aquí que muchos posmodernistas nunca vieran la diversidad de pluralidades y cayeran en el perezoso "vale todo".
Al ignorar la pluralidad de avances diferente a la de las regresiones y a la de las detenciones, se desencadenó un relativismo libertino que por oponerse a lo absoluto y eterno, no paró mientes en la instancia de la objetividad: que en un determinado lugar y tiempo y con un instrumental dado, unas verdades y utilidades son mayores y más completas que otras.
Cuando la pluralidad reina, imperan las disensiones, en lugar de los añorados consensos. Sin embargo, nuestros países no fueron capaces de asimilar sus palmarias pluralidades. Estábamos obnubilados por los monismos y consensos de los europeos; ausentes e imposibles entre nosotros. Antepusimos la unidad criolla y parcial, con cuyos raseros quisimos materializar la integración nacional, para con dicha unidad suplantar la verdadera integración: la dialéctica
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