Profecias De Nostradamus
garcianica8925 de Junio de 2013
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Michel Nostradamus
Las profesías de Nostradamus
Introducción
«Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel Nostradamus, el único
hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la
influencia de los astros, el futuro del mundo.»
Quien dictó estas breves líneas para que fueran grabadas en la grisácea piedra de una
tumba pretendió encerrar en ellas toda la esencia de una vida que se consumió, de
forma. desacostumbrada, entre la realidad y el mito, entre la fe en Dios y la hechicería,
entre lo consciente y lo inconsciente.
Nostradamus fue médico y vidente, astrólogo y filósofo, matemático y alquimista. Este
personaje ha sido objeto de estudio, de análisis y de una ininterrumpida búsqueda por
parte de cuantos se han esforzado en descubrir su auténtica personalidad y sobre todo
el secreto, mucho más apasionante, que se encierra en sus famosas profecías.
En honor a la verdad, la crítica racionalista niega la existencia de cualquier «secreto
de Nostradamus», reduciendo su obra de clarividente a un mero producto de la
alucinada imaginación de un loco, a una explosión de imágenes, fruto de una alquimia
del pensamiento que puede cautivar, pero que no puede satisfacer razonablemente a
quienes la examinen.
Sin embargo, no se puede liquidar con una interpretación tan simplista al autor de
las famosas Centurias; no se pueden despachar tan sencilla y cómodamente los 22
libros de las versiones proféticas de Michel de Nostredame, más conocido por el nombre
latino que él mismo se había dado: Nostradamus.
Aun que todo el mundo haya oído hablar de él y su nombre se cite con frecuencia,
¿cuantos habrán leído, siquiera por encima, su extraordinario conjunto de profecías?
Un número muy reducido, sin que ello deba sorprender lo más mínimo.
Si los textos de Nostradamus pudieran ser interpretados de forma inmediata y
precisa; si sus profecías en lugar de encubrirse en un lenguaje enimático estuviesen al
alcance de todo el mundo, su obra sería el best-seller más grande de todos los tiempos.
¿Quién de nosotros renúnciaría a satisfacer la curiosidad de conocer su porvenir?
¿Quién prefiere ignorar lo que el destino reserva a los hombres?
El empleo de un lenguaje esotérico en sus escritos se justifica porque, en el terreno de
la profecía más que en cualquier otro campo, las verdades no son siempre agradables
para quien las dice, ni halagadoras para quienes las escuchan.
Un elemental imperativo de humanidad exige que, en este sondear el destino del
mundo, se actúe con prudencia y caridad, puesto que no deja de ser un bien, en la gran
mayoría de los casos, que el significado preciso de una revelación profética no sea
comprendido hasta que el acontecimiento predicho se haya cumplido. ¿Cómo actua-
ríamos con libertad si conociéramos ya nuestro futuro? De ahí la necesidad de emplear
un lenguaje sibilino rico en neologismos creados por el autor, valiéndose de raíces
latinas, griegas, españolas, celtas o provenzales. La obra se presenta como la
yuxtaposición de expresiones herméticas para no condicionarnos en nuestro quehacer
diario ante la perspectiva del futuro.
Nostradamus subraya la necesidad de tal hermetismo en una carte dirigida al rey de
Francia Enrique II: «para conservar el secreto de estos acontecimientos, conviene
emplear frases y palabras enigmáticas en sí mismas, aunque cada una responda a un
significado concreto».
En otro escrito suyo, después de precisar que las revelaciones contenidas en sus
profecías le fueron comunicadas «en el curso de continuas vigilias nocturnos», insiste
sobre el origen cósmico y divino de sus visiones, «visiones que Dios me ha dado a
conocer a través de una revolución cósmica».
Nostradamus se funda en uno de los postulados principales de la antigua doctrina
astrológica, según la cual, todos los acontecimientos y fenómenos terrestres y, por
tanto, la historia de la humanidad, están en relación con los movimientos cíclicos de los
astros: «todo está regido y gobernado por el inestimable poder de Dios que se manifiesta
no en medio de furores báquicos, sino en las relaciones astrológicas».
Ante todo queremos dejar constancia de que no aceptaremos la tesis simplista sobre
la obra de Nostradamus, que dice que solo se trata de acontecimientos fácilmente
previsibles en el contexto histórico de Francia, pues guerras, conflictos y cataclismos se
repiten en la historia de cualquier nación. Nostradamus, vidente del siglo XVI, predijo
hechos muy precisos, como será fácil comprobar más adelante, por ejemplo, la trágica
muerte del rey Enrique II; la desatinada huida de Luis XVI a Varennes, origen de la
gran tragedia del rey; y el nacimiento de Napoleón I (cfr. respectivamente Centurias I,
35; IX, 20; I, 60). Con idéntica precisión, supo describir importantes acontecimientos
que forman parte de nuestra historia actual: predicciones de hechos que muchos de
entre nosotros hen visto realizarse desde el comienzo del presente siglo y que no pueden
ser desmentidos o ser considerados fruto de la simple imaginación.
Nostradamus, este gran explorador de lo ignoto humano ¿merece o no ser contado
entre los grandes sabios que desde los profetas bíblicos hasta nuestros días hen escrito,
con letras de fuego, la historia de los hombres? ,
La respuesta a tal interrogante podrá darla cada uno de nosotros después de haber
leído con suma atención sus profecías. Incluso el más escéptico de los lectores tendrá
que admitir que el singular documento literario que Nostradamus nos legó abre un
abismo de hipótesis como ningún otro libro lo hiciera en el curso de los siglos.
No es intención de este libro hacer un estudio pormenorizado de las profecías de
Nostradamus sino dar una vision global del método de interpretación de las Centuries
para ofrecer al lector la posibilidad de interpretar, por sí mismo, los hechos futuros que
predijo tan ilustre vidente.
Nostradamus
erudición y videncia
Su vida según Jean Aimes
de Chavigny de Beaune
Michel de Nostradamus, el vidente más renombrado y famoso de cuantos han sabido
interpretar los astros, nació en Saint-Rémy-de-Provence, sur de Francia, el año de
gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, hacia el mediodía. Su padre fue Jaime de
Nostredame, notario de aquel lugar; su madre fue Renée de Saint-Rémy, sus abuelos
paternos y maternos eran profundos conocedores de las ciencias matemáticas y de la
medicina. Como médicos habían vivido el uno en la Corte de René que, además de
Conde de Provenza, era Rey de Jerusalén y de Sicilia; y el otro, en la Corte de Juan,
Duque de Calabria a hijo del antedicho René.
Es necesario demostrar la inexactitud de ciertas versiones sobre los orígenes del gran
vidente, formuladas por envidiosos de su celebridad o por quienes desconocen la
realidad.
La familia de Nostradamus, según algunos, era de origen judío, de la tribu de Isacar,
convertidos al cristianismo. Y de ahí que atestigüe nuestro autor haber recibido
directamente de sus abuelos el conocimiento de las ciencias matemáticas; y en el
prólogo de sus Centurias él mismo afirma que ellos le transmitieron el don de predecir
el futuro.
Después de la muerte de su bisabuelo materno, que le había infundido, casi como
juego, el gusto por las ciencias de los astros, Nostradamus fue enviado a Aviñón para
cursar letras y formarse en humanidades.
Desde Aviñón el joven estudiante pasó a Montpellier, donde frecuentó la célebre
universidad estudiando en sus aulas medicina, hasta que una grave pestilencia,
declarada en las regiones de Narbona, Tolosa y Burdeos, le dio ocasión de poner al
servicio de los apestados el fruto de cuanto había aprendido durante sus estudios.
Tenía entonces 22 años.
Después de haber ejercido la medicina durante cuatro años en aquellas regiones, le
pareció oportuno volver a Montpellier para conseguir el título de doctor, que obtuvo al
poco tiempo con la admiración y el aplauso de todos.
Pasando por Tolosa, llegó a Agen, ciudad situada a orillas del Garona, donde Julio
César Scaliger le retuvo junto a sí. Era este hombre un personaje muy erudito y un
verdadero mecenas. Nostradamus tuvo con él una extraordinaria amistad que más
tarde se tornó en oposición, discordia y divergencia, como suele suceder entre hombres
sabios, según atestiguan muchos escritos.
En ese período se casó con una joven de la alta sociedad, de la que tuvo dos hijos, un
niño y una niña. Murieron los tres y Nostradamus tomó la decisión de instalarse
definitivamente en Provenza, su tierra natal.
De vuelta a Marsella, se instaló en Aix-en-Provence, parlamento de la región, donde
ejerció durante tres años un cargo público ciudadano. Fue
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