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Pueblos originarios, indios, indígenas o aborígenes


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2014  •  Tutoriales  •  6.093 Palabras (25 Páginas)  •  218 Visitas

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PUEBLOS ORIGINARIOS, INDIOS, INDÍGENAS O ABORÍGENES?

Por Jorge Fernández Chiti

Muchas cuestiones ideológicas, preconceptos e ignorancia semiológica se hallan implicados en torno a estas denominaciones; así como intereses geopolíticos astutamente disfrazados. Y hasta una moda “new age” pseudoantropológica bastante superficialoide por cierto, con arraigo en los medios y hasta en las conceptualmente famélicas universidades de hoy, hartas veces sometidas a intereses populistas, imperiales y de otro tipo.

Todos sabemos que cuando Colón “invadió” América… (porque no la “descubrió”), creyó haber llegado a la India, cuyas riquezas, oro y piedras preciosas eran ya conocidas en toda Europa, lo cual alimentó su voracidad y la de quienes financiaron su escuadra invasora y depredadora con las intenciones más perversas e inhumanas. De allí nació la denominación “indio” con que se designó desde entonces, en Europa, a los habitantes de nuestra América, la “mal llamada”. “Indiani” dijeron los italianos; “indiens” los franceses; “Indian” en inglés. A nadie se le ocurrió criticar el título del “Handbook of South American Indians”, publicado a partir de 1946 por la Smithsonian Institution, porque la semiosis de esa década era otra: no había recibido aún el impacto de la “deconstrucción cultural” absolutista originada desde la década de 1970 y reinante hasta la actualidad. “Native aboriginal peoples”; “Indigenous peoples”; son las denominaciones más usuales en antropología actual en idioma inglés: “nativo”, “indio”, aborigen”, “indígena”.

Es sabido que cada vocablo se halla “cargado”, esto es, que aparte de su significado propiamente dicho, posee también un “sentido”, que va más allá del significado mismo, revelado por la etimología y el uso lingüístico. En efecto, al hablar de “indio”, desde hace siglos, ya nadie piensa en lo más mínimo en la India, ni siente que se alude a ella. Cuando alguien insulta a otro diciéndole “hijo de…”, en lo más mínimo se pretende insultar a la madre… sino al contrincante. Este ejemplo fuerte lo incluimos para que quede en claro que el sentido es el que se impone siempre en la comunicación lingüística, el que con el tiempo adquiere nuevas cargas y siempre deja de lado tanto a la etimología como el uso primerizo.

Es absurdo, pues, que se pretenda deslegitimar la palabra “indígena” diciendo que proviene de la India y que alude a ella. ¡Esto sí que es ignorancia supina!!! La voz “indígena” proviene del latín “inde”: de allí mismo; y del sufijo “génos”: nacido, generado. “Indígena vinum” (Plinio) es “vino del país o de la región”, y en nada alude a la India, según pretenden algunos charlatanes televisivos. Es absolutamente legítimo, pues, el uso de la palabra “indígena” para aludir a los habitantes racial y lingüísticamente nativos de nuestra América, antes, durante y después de la invasión de los genocidas y crueles európidos.

Muy diferente es el caso de la palabra “indio”, la que sin duda surgió como alusión a la entonces llamada “India”, y desde 1492 “Indias orientales” o del Asia, la misma que holló (y depredó) Alejandro Magno hacia el 330 a.C. y que desde entonces fue denominada y conocida como “Indía” por los griegos (con acento en la última “i”). “Indikós” o “índico” se denominó en griego al nativo de la India, y también “indós” al río Indo y a sus habitantes. El latín, como receptor de la cultura y la nomenclatura helénica, absorbe las mismas denominaciones griegas, y tan sólo cambia la acentuación de la palabra que, desde entonces hasta hoy, pasó a ser grave y no aguda. “Índi” se denominó en latín a los indios (de la India), pero también a los persas y árabes. “Índicus” y luego “Índus” pasó a ser el nativo de la India. “Índa conkha” se llamaba en Roma a las perlas, tan apetecidas en Europa.- Pero no se debe creer que la palabra India se aplicó exclusivamente a la India, sino también a Egipto y hasta a Etiopía… De allí que fuera sencillo extender la misma denominación tan difusa a las nuevas tierras americanas, cuya ubicación exacta en el mapa aún no era del todo segura ni conocida (pese a variadas conjeturas ya entonces existentes).

Ya Cristóbal Colón, en su “Diario” o “Relaciones de Viajes”, escrito hacia el 1500, utiliza ampliamente la palabra “indio” para referirse al hombre que halló en América (y, de paso, cuenta cómo engañaban al indígena trocando sus adornos nasales de oro puro por “pedazuelos de escudillas rotas y de vidrio…”). Mismo empleo de la voz “indio” también hizo Bartolomé de las Casas, antes del 1550, en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”; y también Garcilaso de la Vega, en sus “Comentarios reales” (hacia 1560).

Evidentemente, la voz “indio”, en lengua castellana, ya desde el año 1500 o tal vez unos años antes, designaba a los habitantes del llamado Nuevo Mundo con quienes se enfrentaron los españoles y europeos de entonces, no en un “encuentro de culturas” (como aún hoy pretende España), sino en un genocidio y deculturación de los indígenas. Más de 500 años de uso de una voz… desde el punto de vista semiótico y lingüístico, sería imposible de erradicar. En efecto, la voz “indio” ha sufrido el proceso natural y espontáneo (“desde abajo”) de “resignificación” al que se halla sometida toda el habla de una cultura, sin excepción. Pretender “desde arriba”, en forma vertical y totalitaria, decretar la supresión de vocablos y significados, además de estúpido, es ingenuo. Todo un libro se podría escribir en torno a este espinoso tema. Pensemos que la palabra “Europa” deriva y alude a una vaca, con la cual Zeus (o Júpiter según la mitología romana) mantuvo relaciones amorosas… Sin embargo, a ningún estudioso europeo se le ocurriría la jocosa pretensión de prohibir dicha voz y reemplazarla por otra…más casta…

Las palabras surgen, crecen, se implican, y adquieren vida propia, independizándose de sus respectivas etimologías y acepciones diacrónicas. No son ni racionales ni racionalizables; y menos aún podrían someterse al análisis pseudorracional de un zopenco o a sus caprichos de “omnipotencia lingüística”. Con semejante criterio, hasta la palabra “América” debería suprimirse, pues no fue Américo Vespuccio quien la visitó por vez primera… (en sí, el nombre “América” implica ya un craso error de apreciación histórica). Más absurdo y jocoso sería el pretender

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