Quienes Colgaron A Villarroel

Del magnicidio participaron todos lo sectores reaccionarios de la época, bajo la batuta y el soporte económico de los ‘barones del robo’, como eran calificados los señores Patiño, Hoschild y Aramayo. La contrarrevolución cobró grandes proporciones y en ella actuaron con eficacia la masonería, los militares de derecha incrustados en la logia Radepa, la prensa reaccionaria, los universitarios, los maestros, algunas organizaciones religiosas, las damas de sociedad comandadas por la activista María Teresa Solari que se dedicaban a ‘mostrar sus calzones’; el pueblo, que siempre es presa fácil de la demagogia y de los profesionales de la agitación política, y los ‘piristas’ rosqueros y masones.

Villarroel había llegado al poder mediante la ‘revolución de los pañuelos blancos’, así llamada porque no se manchó con el rojo de la sangre, ya que no se disparó un solo tiro para derrocar al general Peñaranda. El Gobierno de Villarroel demostró en los hechos ser más amigo de los indígenas y de los pobres que de los ricos. El solía decir: “Ésa es mi bandera. Y si por esa bandera voy a caer, estoy dispuesto a morir…”. Y cayó, porque se negó a dar la orden de abrir fuego contra los revoltosos que cercaban Palacio Quemado, pese a que se lo pidieron los militares leales que lo acompañaban y su Guardia de Palacio, como una salida que le hubiera permitido conservar su vida.

Durante su breve Gobierno (20/12/43-21/07/46) se realizó en La Paz el Primer Congreso Indigenal, se propuso la reversión de tierras usurpadas a los campesinos por los latifundistas y se abolió el pongueaje y el ‘mitanaje’. Se estableció el fuero sindical y el retiro voluntario con derecho a indemnización. Se reconoció el matrimonio de hecho “ante la indignación de la buena sociedad racista de las ciudades”, y la igualdad de derechos del hijo natural con los nacidos dentro del matrimonio (dicen que Villarroel era hijo de cura). Pero la medida que lesionó fuertemente los intereses de la gran minería fue la referida a la caducidad de las concesiones auríferas de Tipuani, el cobro de los impuestos burlados al Estado, el pago de sobretiempos y el horario nocturno en las minas con los recargos de ley.

Otra cosa que no le perdonaron nunca fueron los fusilamientos de Chuspipata y Challacollo, el secuestro del gringo Hoschild y otros actos de represión justificados por la constante actividad conspirativa de la reacción, que fueron cargados en su cuenta, junto con el membrete de ‘nazi-fascista’, y en los que nada tuvo que ver porque fueron ejecutados sin su autorización, extremo que los historiadores han aclarado de manera incontrastable.

Muchos años más tarde otro presidente progresista, Salvador Allende, fue sitiado en el Palacio de la Moneda por los militares ‘pinochetistas’, pero éste vendió cara su vida metralleta en mano, en un vano intento por impedir la caída de su régimen, con la diferencia

...