Razas por Enrique Berruga Filloy
caracolsitoEnsayo17 de Octubre de 2011
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RAZAS
Por Enrique Berruga Filloy (Día Siete #202 p.72)
La evidencia antropológica más reciente indica que en el principio de los tiempos la única raza humana que existía era la raza negra. Ello implica que en algún momento todos fuimos de piel y facciones negras. Transcurridos miles de años y con ayuda de las nuevas tecnologías, hoy sabemos a través de los estudios del ADN que todos los humanos somos idénticos en más de 95 por ciento, incluyendo las diferencias entre hombres y mujeres.
Cuando uno piensa que los perros pertenecen a la misma especie y aun así encontramos diferencias tan importantes entre un pequeñísimo chihuahueño y un San bernardo o entre un velocísimo galgo y un paquidérmico buldog, poca sorpresa debería causarnos que los humanos con diferencias mucho menores que los caninos, seamos parte del mismo tronco y de la misma familia.
Las diferencias dentro de la raza humana se han ido dando a lo largo del tiempo, en función del clima y el entorno natural en que nos hemos ido desarrollando unos y otros. Parecería claro que los humanos originarios vivieron primordialmente en zonas cálidas, cercanas al Ecuador, de ahí que tuvieran la piel obscura y mejor condicionada para resistir el calor, la humedad y los rayos del sol. A medida que fue aumentando la población y por ende la competencia por los recursos existentes, los seres humanos fueron desplazados hacia las zonas tibias, primero, y a las más frías, después. Su adaptación al medio, a las temperaturas más bajas, implicó la reducción en el tamaño de la nariz, el crecimiento del pelo corporal y la pérdida de melanina, el colorante natural de la piel. A través de esta evolución, que tomó miles de años, aquellos que serían blancos debieron adaptarse al medio que les rodeaba , desarrollando a la vez una cultura también diferente.
Las razas, tal y como las conocemos en la actualidad, son producto de la evolución, pero ante todo de la adaptación al medio. Por ello , a nadie debe sorprender el hecho de que esa adaptación haya dado motivo a formas de especialización y de reacción a ese medio en particular, originando las distintas culturas. Desde los hábitos alimenticios y el tipo de arquitectura hasta la cultura del ahorro -bien distinta entre las zonas tropicales donde prácticamente no existe, hasta las zonas más frías donde es una necesidad para la supervivencia-,las razas generaron capacidades y resistencias distintas.
En las zonas frías, por ejemplo, surgió la mentalidad de que la naturaleza es terca pero manipulable. Es muy occidental y blanca la noción de que los ríos pueden desviarse, que el aire puede ser “acondicionado” o que debe pronosticarse el clima. Es muy oriental, aunque más genéricamente tropical, la noción de que el hombre debe convivir con-más que dominar- la naturaleza. Y por esto es igualmente comprensible, pues que la naturaleza es el sustento primordial de esas razas y culturas.
La misma noción de uno o varios dioses tiene que ver con la capacidad que fue desarrollándose para manipular la naturaleza. Así, las culturas politeístas “apostaban” su destino a todas las deidades que rebasaban su control, desde el Sol hasta el fuego, pasando por los animales más poderosos y los ciclos de las estaciones. A medida que se fue controlando el medio, con la agricultura, el riego y las construcciones aislantes , la visión de dios se fue concentrando en todos los fenómenos inexplicables, como la creación, el sentido de la vida o el paradero final de la muerte..
Siendo así-a fin de cuentas un proceso natural y lógico de evolución de la raza humana-,resulta de lo más interesante preguntarnos de dónde surge la noción de que una de las razas discriminen y busquen la supresión y la dominación de las otras. Más allá y quizá como consecuencia de lo anterior, surge también la pregunta de los intentos de anulación
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