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Roma Antigua


Enviado por   •  22 de Agosto de 2014  •  504 Palabras (3 Páginas)  •  238 Visitas

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quella mañana llegué al teatro a las nueve, media hora antes de la hora señalada, porque no sabía demasiado bien lo desagradable que podía ponerse el César con los impuntuales. Pero el César, al parecer, había llegado todavía antes aquel día. Encontré a Tomas, su guardia personal y su principal compañero de juego, junto a la entrada del teatro, cuándo me acerqué, me hizo una mueca y dijo:

-¿Qué te ha retenido tanto tiempo? El César te ha estado aguardando.

-Llego media hora antes- dije hoscamente. No era necesario tener tacto con gente como Tomás -¿Dónde está?

Tomás señalo hacia la puerta e hizo girar su dedo directamente hacia arriba. Sin alguna otra palabra entré.

Para mi desánimo vi la figura del César justo en la cima del teatro, la fila más alta. Hacía seis semanas desde que me había roto el tobillo cazando un jabalí con el César en el interior de la isla; todavía iba con mulatas, y caminar, y no digamos subir escaleras, era todo un desafío para mí. Pero allí estaba el, en lo más alto.

-¡Así que al fin te has dejado ver, Alesandro! -Exclamó – ya era hora.

¡Sube, rápido! Tengo algo muy interesante que mostrarte.

Alesandro. Fue el último verano cuando de pronto nos adjudicó nombres griegos a todos. Muchos perdieron sus buenos y honestos nombres romanos. Yo, que era Antonio Draco, era ahora Alesandro. Era la última moda que el César mantenía en la corte – a inasistencia de su padre imperial – allá bajo Sicilia: a seguir, suponíamos todos, por obligatorios cortes de pelo griegos y pegajosas pomadas, llevar atuendos griegos, y finalmente, la introducción obligatoria de la práctica de la sodomía griega. Bueno, los césares se divierten como quieren; y no me hubiera importado si me hubiera adjudicado algún nombre heroico, Agamenón o Ulises o algo parecido. ¿Pero Alesandro? No está mal el nombre pero estoy seguro que se hubiera escuchado mejor con ``L´´ Alejandro, pero me puso Alesandro porque no losé y estoy muy seguro que el tampoco. Aunque creo que es por una de sus obras especiales. Pero después de todo él siente un gran

Placer en hacernos estas bromas pesadas

Sibí las escaleras, cojeando dolorosa mente escalón tras escalón de piedra, piso tras piso hasta que emergí al fin la altura de la última fila. César miraba hacia un lado, admirando el maravilloso espectáculo del monte de Etna que se alzaba al oeste, con su caperuza de nieve manchada por las cenizas en su cima y una voluta de negro humo enroscándose sobre su hirviente fauce. Las vistas que se consiguen aquí arriba en la parte más alta del gran teatro del Tauromenión quitan realmente el aliento; pero

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