La Edad Antigua Hispano Roma
jefefloher7 de Septiembre de 2014
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EDAD ANTIGUA. HISPANIA ROMANA Y VISIGODA. EL ESCLAVISMO Y LA CRISIS DEL SISTEMA ESCLAVISTA. PRIMEROS MOMENTOS DEL FEUDALISMO.
La conquista de la Península Ibérica (Hispania para los romanos) por parte de Roma es un proceso largo (218 a.C.-19 a.C.), pero con amplios periodos de inactividad militar, que abarca los dos últimos siglos de la República. Conforme avanza el proceso conquistador, y sobre todo al finalizar éste, los pueblos indígenas irán asimilando en mayor o menor medida la romanización.
La romanización es el conjunto de valores económicos, sociales, políticos, administrativos, culturales, religiosos, etc. que desarrollan los romanos entre los pueblos indígenas de las zonas que conquistan. Gran parte de estos valores culturales son los del helenismo, que los propios romanos adquirieron a su vez cuando conquistaron los territorios del Mediterráneo oriental (éstos tenían un mayor nivel de desarrollo debido a la existencia de importantes civilizaciones anteriores: Grecia, Fenicia, Persia, Egipto..)
Una de las principales manifestaciones de la romanización es la implantación del sistema socioeconómico esclavista. Su principal característica es que existe una gran polarización social entre una minoría que detenta el poder político y económico (amos) y una mayoría que trabaja para ellos en condiciones de gran explotación y total ausencia de libertad personal (esclavos); entre ambas clases sociales existe un sector intermedio compuesto por pequeños propietarios libres, pero que padecen un proceso de constante empobrecimiento porque no pueden competir con el trabajo esclavista. El sistema esclavista contiene en su seno una gran contradicción: el peso de la mayor parte de la actividad económica descansa en el trabajo del esclavo, un agente social que no tienen ningún aliciente en producir puesto que trabaja a la fuerza y sin recibir nada a cambio por parte del amo (solamente lo justo para seguir trabajando mientras le queden fuerzas, igualmente que un animal de trabajo), mientras que se arruinan los pequeños propietarios. Dada la baja productividad del trabajo de los esclavos, para que el sistema funcione hace falta una cantidad cada vez mayor de ellos. Por eso Roma necesita llevar a cabo un proceso cada vez más amplio de conquista de territorios: muchos de los indígenas, tras ser derrotados, se convierten en la necesaria mano de obra esclava. Sin embargo este proceso de expansión territorial (que en pocos siglos llevó a Roma de ser una pequeña ciudad-estado en el centro de Italia a convertirse en un gran imperio) no podía ser ilimitado: en el SII d. C. se realizaron las últimas conquistas y las fronteras imperiales se estabilizaron definitivamente. En el SIII d. C. la capacidad productiva de los esclavos ya no es suficiente para mantener la economía del imperio y comenzará un largo proceso de crisis económica, social y política, la llamada decadencia del imperio romano, que culminará con las invasiones bárbaras de comienzos del SV d. C. Así pues, cuando el sistema esclavista llega al límite de sus posibilidades es cuando entra en crisis el imperio romano, y ambos sucumben simultáneamente.
La primera fase del periodo imperial, el llamado Alto Imperio (SI d.C, SII d. C. y parte del SIII d. C.) es un periodo de estabilidad política en el ámbito interno (la “pax romana”) y el sistema socioeconómico esclavista funciona sin grandes dificultades. En lo que respecta a Hispania, la romanización será más intensa entre las poblaciones indígenas del valle del Guadalquivir y de la costa del Mediterráneo y menor entre las de la zona cantábrica (ej: los vascos son el único pueblo que conservaría su lengua prerromana), pero en general, después de varias generaciones, ya hay que hablar de la existencia de hispano romanos con unos niveles de romanización semejantes a los de cualquier otra zona del imperio y que se caracterizan por:
. Economía perfectamente integrada dentro en el ámbito del imperio romano: agricultura latifundista (cereales, aceite, vino), explotación minera (oro, plata, plomo, cobre), importante red comunicaciones mediante numerosas calzadas (Vía Augusta, Vía de la Plata, etc) y puertos (Tarragona, Cartagena, Cádiz), gran actividad comercial con todos los territorios del Imperio (facilitada por un la existencia de un sistema monetario común y cuya base era el denario de plata).
. Significativa importancia de las ciudades como centros económicos, administrativos y difusores de la romanización (León, Mérida, Sevilla, Córdoba, Zaragoza, Valencia..).
. Sistema social típicamente esclavista compuesto por una oligarquía formada por grandes propietarios de tierras, comerciantes, financieros: son dueños de la mayor parte de los esclavos, tienen el poder municipal (decuriones); una plebe urbana y rural: son ciudadanos libres, algunos de ellos tienen sus propios medios de vida (artesanos, pequeños propietarios de tierras) pero también hay amplias masas de personas empobrecidas que sobreviven como clientes de los más ricos; los esclavos: trabajan en los latifundios, las minas, los talleres artesanales y en el servicio doméstico (algunos de estos pueden ser liberados por sus amos y entonces se convierten en libertos), proceden de las guerras de conquista y de haber nacido de padres esclavos.
. Sistema de administración del territorio basado en la provincia (durante la República solo hay dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior, pero Augusto, a comienzos del periodo imperial, establece tres: Tarraconense, Bética y Lusitania) que a su vez estaría subdividida en unidades administrativas inferiores (conventos y diócesis); una progresiva incorporación al sistema jurídico romano hasta culminar en la obtención del derecho romano (212 d.C.)
. Aceptación de los diversos valores culturales romanos: arte (muy manifiesto en la arquitectura de las ciudades: monumentos, edificios públicos, acueductos, puentes..), religión (mitología romana, culto al emperador, difusión de religiones orientales), lengua ( el latín termina sustituyendo a las lenguas indígenas prerromanas), etc.
Pero a partir de mitad del SIII d. C. comienza la crisis y decadencia antes indicada, que se extenderá a lo largo del llamado Bajo Imperio y culminaría con las invasiones bárbaras de comienzos del S V d.C. Esta crisis tiene su origen en que el esclavismo agota su capacidad productiva y esto conduce a una serie de cambios muy relacionados entre sí:
. Crisis económica: la producción disminuye, se rompe la unidad comercial del Imperio, se devalúa la moneda, se llega a practica comerciales basadas en el trueque, se tiende a una economía basada cada vez más en el autoconsumo.
. Decadencia de las ciudades, ruralización de la vida económica y social: las ciudades se despueblan puesto que la oligarquía las abandona para refugiarse en sus grandes latifundios (villas), donde se sienten más segura y así se escapa con mayor eficacia de los recaudadores de impuestos. Estas villas tenderán a ser cada vez más autosuficientes en todos los aspectos.
. Se producen importantes transformaciones sociales, pues se comienza a sustituir el sistema de producción de tipo esclavista por otro que sería el precursor del feudalismo: el colonato: los terratenientes entregan la tierra de sus villas a colonos que, independientemente de que su condición jurídica sea la de libres o esclavos, se comprometen a explotarla y entregarle al amo una parte de la producción, pero a cambio tendrán un incentivo para producir: se quedan para ellos la otra parte. La condición de colono con el tiempo será hereditaria y sin posibilidad de abandonar la tierra (así pues el colono será el precurso del futuro vasallo o siervo del sistema feudal).
. Crisis política y militar: Desaparece la “pax romana” ya que es frecuente el enfrentamiento entre los principales dirigentes del ejército para alcanzar el poder imperial. Esto conduce a un aumento de la inestabilidad interna y a una creciente incapacidad de defender las fronteras del Imperio frente a la amenaza de los bárbaros (ya en el SIII d. C. se produce una importante invasión de germanos que afectó considerablemente los territorios de Galia e Hispania).
Algunos emperadores intentan, sin conseguirlo, detener esta situación de progresiva crisis: Diocleciano reorganiza la administración del Imperio creando nuevas provincias; intenta impedir la decadencia de las ciudades obligando a los principales ciudadanos a residir en ellas y a que los principales oficios y cargos administrativos sean hereditarios; con el fin de estimular la actividad económica fija por decreto precios y salarios; y para impedir los enfrenamientos en el seno del ejército establece el sistema de la tetrarquía (en lo sucesivo el poder imperial debería estar detentado por dos emperadores simultáneamente y ambos, en vida, deberían designar a sus respectivos sucesores). Constantino establece en el año 313 que el cristianismo (una religión procedente de Oriente como tantas otras) podría ser practicada libremente en lo sucesivo (durante los siglos anteriores había sufrido diversas persecuciones debido a que negaba el culto al emperador). A partir de este momento la Iglesia cristiana se alía con el poder imperial y se transforma en una institución cada vez más poderosa, influyente y rica (la única que permanece fuerte y sólida en un momento de decadencia generalizada) a cambio de predicar que el poder del emperador de turno es legítimo porque procede de Dios. Finalmente Teodosio establece el cristianismo como única religión oficial del Imperio, y divide a éste (395 d. C), para su mejor gobernabilidad, en dos mitades: el Imperio de Oriente
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