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Roma Antigua

pilifm4 de Septiembre de 2013

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Un reciente libro del filósofo español Fernando Savater inicia con el desafiante título de “Ética de Urgencia” (Editorial Ariel). En la dirección de sus dos libros previos de Ética para Amador y Política para Amador, pretende, a través de la experiencia de compartir, ser un libro para y con los jóvenes.

Como nunca, la ética se ha constituido en elemento clave de nuestra época, y llamarla ‘de urgencia’ da una precisa ubicación de esta en nuestro contexto. Si antes era fundamento básico, ahora es fundamento urgente si queremos rescatar la dignidad de las personas, en una sociedad trastocada por valores que atentan contra ella.

Para entender esta disyuntiva, Savater plantea que “la libertad de elección y la vulnerabilidad de nuestra condición son las bases de la ética. La reflexión ética pretende ayudarnos a entender cómo podemos ayudarnos los unos a los otros a convivir mejor, a disfrutar de la mejor vida posible. Y, aunque no existiera un código, podemos acudir a ideas útiles y consolidadas... y como los problemas se renuevan casi a diario, debemos reflexionar constantemente, la vida razonada no termina nunca y dura lo que dura la existencia”.

Sin duda el problema más importante que enfrentamos como sociedad no es ya el económico o el político, sino el ético, en lo público y lo privado. De esto Costa Rica no se escapa, y son los medios de comunicación los testigos fieles de esta realidad.

Ernesto Sábato, escritor y físico argentino, pone de manifiesto esta cotidianidad y, en su libro Antes del Fin ( Editorial Seix Barral), la resume: “Al parecer, la dignidad de la vida humana no estaba prevista en la globalización. La angustia es lo único que ha alcanzado niveles nunca vistos. Es un mundo que vive en la perversidad, donde unos pocos contabilizan sus logros sobre la amputación de la vida de la inmensa mayoría”.

Problemas de adolescentes y jóvenes, como la anorexia, la bulimia, la drogadicción, la violencia en todas sus formas o la actitud consciente de personas jóvenes de no arriesgarse a ser padres, son signos de este tiempo de incertidumbre, insatisfacción y angustia.

Por esto no es el progreso material o las ideas políticas por sí solas lo que nos acercará a los otros seres humanos; es la ética que considere la vulnerabilidad humana y la libertad como sus ejes transversales.

Hablar de ética, implica necesariamente hablar de utopía, y la filósofa española María Zambrano lo integra armoniosamente: “No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero”. En esto conocemos todavía signos que mantienen la esperanza de un cambio a pesar del pesimismo justificado.

Continuar en la construcción de un modelo de desarrollo, en donde el éxito del mismo se mida por la acumulación de la riqueza material mal distribuida; donde la solidaridad compite con el monstruo de cien cabezas de la competencia; en que el desarrollo espiritual, incluido lo artístico, es banalizado; en que el acceso a oportunidades para los jóvenes se traduce en condiciones de trabajo de explotación; en donde la corrupción y la impunidad, incluida su derivación de tráfico de influencias, son monedas de curso, son ejemplos que nos tiran a la cara el que hemos perdido el norte como sociedad, y la ética es una verdadera urgencia.

Probablemente, como con Sábato, llegó la hora de decir que “solo quienes sean capaces de encarnar la utopía, serán aptos para el combate decisivo: el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”.

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