San Martin Y Bolivar
roccom9 de Septiembre de 2012
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San Martín y Bolívar en Guayaquil
INTRODUCCIÓN:
Durante mucho tiempo hablar de la entrevista de Guayaquil era referirse a un tema rodeado de mucho misterio y del cual habían dos posiciones totalmente contrapuestas: la de los bolivaristas y la de los sanmartinianos. No sólo eran los historiadores argentinos enfrentados a los historiadores venezolanos, colombianos y ecuatorianos, sino que los historiadores de otra nacionalidades se dejaban ganar por sus simpatías hacia uno u otro personaje y de ello derivaba una posición totalmente tendenciosa sobre lo que ocurrió en Guayaquil.
Realmente ya se tiene, y desde ya hace varias década atrás, una visión objetiva y equilibrada sobre la entrevista de Guayaquil, toda vez que se cuenta con gran cantidad de fuentes primarias que permiten un acercamiento a lo que en ella ocurrió y lo que ella significó.
Lo que se pretende es hacer de conocimiento para un público no especializado hechos que son ampliamente conocidos por los especialistas desde hace ya muchos años atrás. Sin embargo, vemos todavía que, por desconocimiento de las fuentes básicas y de los trabajos de historiadores serios, se repiten errores ya superados y se pretende seguir rodeando de misterio lo que realmente es totalmente diáfano.
PARTE PRIMERA
GUAYAQUIL FRENTE A LAS EXPEDICIONES LIBERTADORAS Y A PERÚ Y COLOMBIA
1. GUAYAQUIL PROCLAMA SU INDEPENDENCIA
Los últimos días del mes de septiembre de 1820 llegaban a Guayaquil, procedentes de Lima, tres oficiales del batallón Numancia. Autores como Camilo Destruge, por ejemplo, afirman que los mencionados oficiales habían sido dados de bajas del ejército realista por una supuesta relación con la causa separatista. Pero, como lo precisa Germán Leguía, en realidad de los tres oficiales, dos de ellos, los capitanes Miguel Letamendi y Luis Urdaneta, habían pedido voluntariamente su baja. Sin embargo es preciso aclarar que como el virrey Pezuela sentía desconfianza con relación a la fidelidad de gran parte de los integrantes del batallón Numancia, sagazmente, frente a la solicitud de baja presentadas por los mencionados capitanes, "se apresuró a conceder a los solicitantes para no dejarles espacio ni posibilidad de un arrepentimiento". Letamendi era natural de Panamá y Urdaneta lo era de Coro, Venezuela. En cuanto al tercer oficial del Numancia que pasó a Guayaquil, León Febres Cordero, lo hizo realmente escapando de las autoridades limeñas que lo buscaban por sus relaciones con los patriotas. Queda perfectamente claro que las simpatías de estos oficiales estaba a favor del grupo separatista.
Llegaban a Guayaquil estos ex – oficiales del Numancia en los precisos momentos que en esta provincia se llevaban a cabo planes para rebelarse contra el dominio español y proclamar su independencia. El grupo separatista guayaquileño se puso en contacto con los mencionados oficiales y lograron comprometerlos en sus planes. Entre los principales personajes de este grupo destacaban José María Villamil, Juan Francisco Elizalde, José Joaquín Olmedo, José de Antepara, Rafael Ximena, Luis Fernando Vivero, Juan Illingworth, Francisco de Paula Lavayén, Francisco Ramón Roca, Francisco Marcos y Gregorio Escobedo. El último de los nombrados era natural de Arequipa y jugó un papel muy importante aunque también su actuación dejó mucho que desear, como tendremos oportunidad de analizar, aunque someramente.
El 1 de octubre, reunidos en casa de José de Villamil, los revolucionarios acordaron proclamar la independencia de Guayaquil. El día 9 del citado mes, estalló el movimiento y aquel mismo día fue proclamada la independencia. Laureano Villanueva en su clásica "Vida de don Antonio José de Sucre", Gran Mariscal de Ayacucho", refiere sintéticamente estos acontecimientos: "En la noche del 9 de octubre de 1820 subleváronse las tropas de esta ciudad y proclamaron la independencia de la provincia. Prendieron al gobernador Vivero y a su segundo, don José Elizalde, al Jefe de Artillería, don Miguel Torres, a los empleados principales y a muchos españoles notoriamente conocidos como enemigos de la causa americana".
De inmediato fue constituida una Junta de Guerra, presidida por el capitán Urdaneta y una Junta de Gobierno presidida por J.J. Olmedo. El teniente coronel Gregorio Escobedo, que era segundo jefe del batallón Granaderos de la Guardia, fue nombrado Jefe Militar. Al respecto debemos señalar que Leguía y Martínez documentalmente demuestra como los historiadores ecuatorianos, llevados por su antiperuanismo, han tratado y tratan de minimizar el papel de Escobedo en el proceso separatista de Guayaquil. Sin embargo, es el propio historiador peruano mencionado quien reconoce que Escobedo era un joven falto de todo tino, "indigno de la gratitud pública y de la elevación a que lo condujera las circunstancias". A pesar de sus veleidades, lo innegable es que, como bien señala Félix Denegri Luna, "el impetuoso Escobedo encabezaría el partido peruanista en Guayaquil"
Constituido el Duunvirato con Olmedo como Jefe Político Provisional y G. Escobedo como Jefe Militar, pronto se produjo una crisis política al renunciar Olmedo a consecuencia de las veleidades de Escobedo. Esta renuncia la hizo Olmedo ante el Ayuntamiento el 14 de octubre y, en vista de ello, dicho organismo formó una Junta de Gobierno presidida por el tal Gregorio Escobedo, acompañado de Rafael Ximena y José Vicente Espantoso. Como Escobedo actuase en la forma más inmoral y tiránica, fue tomado preso y expulsado al Perú. En vista de estos sucesos se formó una segunda junta de gobierno, esta vez presidida por J.J. Olmedo e integrada también por Ximena y Francisco Toca como vocales.
La junta guayaquileña deseando asegurar su posición, acordó solicitar la ayuda de las expediciones libertadoras del sur y del norte. Para este efecto, el día 11 de octubre fueron enviados comisionados hacia Perú y Colombia. Con destino al Perú se embarcaron, a bordo de la goleta Alcance, José de Villamil y Miguel de Letamendi. Rumbo al puerto de Cascajal (Buenaventura) se dirigió Francisco de Paula de Lavayén, para entrar en contacto con la expedición capitaneada por Bolívar.
Esta actitud de la junta guayaquileña, de buscar la colaboración de ambas expediciones libertadoras, tenía como fin primordial asegurar la independencia lograda y de ninguna manera implicaba que buscase anexarse a uno u otro Estado, pues al constituirse habían acordado mantenerse en forma expectante sobre una decisión de anexión hasta que Perú y Colombia hubiesen logrado su total independencia e incluso se puede afirmar que manifestaban un cierto espíritu autonomista. Puede apreciarse lo que decimos leyendo la misiva que la Junta Guayaquileña dirigiera a Santander el 17 de marzo de 1821:
"El tirano de Quito hace inútiles esfuerzos para prolongar algunos días más su bárbara dominación como nos ha impuesto el coronel Morales encargado de fijar las líneas divisorias de los ejércitos durante dicho armisticio, verificado lo cual ha pasado a esta ciudad donde se halla.
En la copia oficial del tratado que ajustado en Quito y pasó a este gobierno el señor Morales, reclamó por el artículo 4° con arreglo a las instrucciones que tenía del Libertador, que cualquiera hostilidad contra esta provincia, ya sea de Quito o de Lima, será mirada por la República como una infracción. Esta decidida protección es la precursora de la felicidad con que ya contamos; pero el Presidente de Quito añadió a dicho artículo que no estaba facultado respecto a Guayaquil, que correspondía al Perú y que sabía se había sometido al ejército del General San Martín, idea rara y muy distante de la verdad, porque cuando esta provincia reunió sus representantes y formó una ley fundamental provisoria, se declaró independiente mientras resolvía agregarse a otra asociación mayor de las que se formaban en la América Meridional, por lo que el Gobierno que es fiel ejecutor de la ley que le dio el pueblo, se ha cuidado y cuidará mucho de infringir este derecho que se reservó la provincia; pero esta actitud es muy ventajosa a la libertad, porque al mismo tiempo que le proporciona los auxilios de todas partes la hace concurrir con todos los defensores de ella, y proporciona el día de combinarse con las armas de la Gran República para promover la libertad de las provincias limítrofes sin comprometer la fe del armisticio".
Hemos resaltado lo referente al reconocimiento realista de Guayaquil como parte del virreinato del Perú porque sobre ello volveremos más adelante.
Villamil y Letamendi se entrevistaron con San Martín el 4 de noviembre. El libertador sureño acordó enviar hacia Guayaquil, en calidad de comisionados, a Tomás Guido y a Toribio Luzuriaga. Además con ellos envió ciento cincuenta carabinas. Llegaron a Guayaquil el 20 del citado mes de noviembre y pusiéronse de inmediato en contacto con los integrantes de la junta de gobierno.
Al día siguiente, 21 de noviembre, Guido se puso en contacto con los miembros de la junta guayaquileña, primero en forma directa a través de una conferencia o reunión, en la mañana del citado día. Por la tarde envió a la junta un oficio alentando a sus integrantes a decidir la situación política de la provincia, haciéndoles ver los inconvenientes que causarían su constitución como Estado independiente y autónomo. La junta guayaquileña, siempre celosa de su autonomía adoptó una posición mediadora. Con fecha 26 de diciembre, la junta de guerra, integrada por Juan de Dios Araujo, Hermenegildo Campusano, José González y Nicolás López, decidió nombrar como jefe militar de Guayaquil
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