Sobre las investigaciones

Dexter exhaló mientras aún permanecía doblado sobre la plataforma de inicio de la piscina de su escuela. Estaba en matemáticas, si mal no recordaba. Se había salido desde hacía unas cuatro horas, cuando todavía estaba prestándole atención a la clase de Ciencias Humanas y desde la ventana un chico de otro grado lo llamó. Cuando los ojos se le concentraron en el azul del agua que contrastaba con el verdoso de aquel cubículo sobre el que estaba parado, chasqueó su lengua contra el paladar para erguirse y revisar el tiempo. Hizo que el temporizador del Apple Watch que usaba corriese hasta diez segundos antes de él zambullirse al agua. Levantó los brazos y luego los talones para así dejar que su cuerpo entrase en contacto con el líquido transparente.  Braceó con todas sus fuerzas, mientras movía las piernas y los pies a un ritmo constante. El gorro le incomodaba en las orejas, y los visores estaban mal dispuestos por el impacto del líquido en su cara, pero no dejó que detalles como esos interfiriesen en su rendimiento. Cerró los ojos y continuó. Tomaba aire cada tanto, y luego volvía a empezar. Brazo, pierna, cabeza; brazo, pierna, cabeza; y así, sin distraerse.

Se propulsó él mismo hacia el otro lado del rectángulo cuando casi tocó el respaldo con el pecho. Los pies se apoyaron en la cerámica y la fuerza que puso en sus piernas para impulsarse, le hizo salir disparado como una bala. Durante unos segundos, el agua ocasionó un pequeño remolino alrededor de su muslo izquierdo, lo que hizo que se sintiese completamente incómodo de tener que rozar el agua de aquella forma. Apestaba a derrota cada vez que eso le sucedía, pero ponerse a pensar en aquello, le consumía segundos, por lo que no paró. Sus brazos movían el agua violentamente, y sus piernas barrían con el exceso que se acumulase entre ellas o al final de sus pies. Cuando por fin estuvo en donde había empezado, sacó la cabeza a la superficie y revisó su tiempo.

• Dos minutos. Diez segundos. – decía la pantalla que aún continuaba marcando los números pequeños, indicándole con esto que el tiempo seguía aunque él permaneciese quieto.
• Odio esto. Nunca voy a mejorar.

Salió de la piscina con el gorro entre los dedos, echándose el cabello hacia atrás y renegando. Hacía apenas días que su entrenador le felicitaba constantemente por ser el mejor del grupo, pero ser el mejor de entre un grupo de chicos de secundaria que no mostraban amor especial hacia el bello deporte de la natación, no era nada menor a denigrante. Todos los demás lo felicitaban y esas felicitaciones le sabían a mierda. Pasó por las duchas hasta encontrarse con el vestíbulo y los casilleros, en donde buscó el suyo para sacar una toalla y empezar a secarse. Él no era de los que le daba demasiadas vueltas a un asunto, por eso no meditó demasiado en ello, le parecía innecesario; aunque sí vivía aspirando a cosas mejores. Para su tristeza, sus padres eran incapaces de pagarle a un entrenador personal para que lo dirigiese en una de esas piscinas que constantemente se encontraba por televisión, porque debían costear los nada baratos estudios de su hermana mayor, así que no tenía mucho de dónde agarrarse. Pero él siempre soñaba con los juegos olímpicos, con ser el mejor nadador, con las miles de medallas, trofeos y premios que podría llegar a tener si en algún segundo recibía la oportunidad.

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