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Sobre terremotos y lluvias


Enviado por   •  27 de Febrero de 2015  •  1.372 Palabras (6 Páginas)  •  178 Visitas

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En efecto, y luego de muchas décadas de búsqueda de equilibrio en la naciente república venezolana, más allá de la mitad del siglo XIX, surgirían desde los ámbitos académicos los primeros esfuerzos especialmente dedicados a la sismología. Con los aportes del matemático Alejandro Ibarra en las columnas de periódicos de Caracas entre las décadas de 1850 y 1870 (donde escribiría importantes artículos sobre terremotos y lluvias, entre otros), se iniciaba un espacio de arduas discusiones y grandes aportes que permitirían comenzar a compilar la información sobre los terremotos en el país.

Algunos ingenieros contemporáneos seguirían los rastros de Ibarra, como es el caso de Lino J. Revenga, quien en 1866 habría publicado un “Estudio sismológico”, donde asomaba sus reflexiones sobre temblores recientes en la ciudad de Caracas. En ese contexto de precursores, el final del siglo XIX se nutrió de esfuerzos e intentos por formalizar el conocimiento de la naturaleza, que se paseaban entre la curiosidad y la institucionalidad. Es así como surge la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales en 1867, desde donde importantes catedráticos y especialistas, como Adolfo Ernst o Arístides Rojas, aportarían ideas e investigaciones sobre la naciente disciplina de la sismología. Sin embargo, la idea de conocer cronológicamente a los terremotos, no surgiría de la academia o las instituciones, sino de los coleccionistas y curiosos, típicos personajes de aquellos días.

Precisamente, el redactor merideño Tulio Febres Cordero, quien impulsara el cultivo de la observación de la naturaleza en los Andes venezolanos, siendo víctima directa, además, de uno de los más importantes terremotos de la región (como lo fue el llamado Gran Sismo de los Andes de 1894), sería el responsable de comenzar a acumular información histórica sobre estos fenómenos, la cual había empezado a publicar en su desaparecido periódico (y destruido por el mencionado terremoto), llamado El Lápiz. Más tarde, en 1929, publicaría su famoso “Cronicón sísmico”, en el cual elaboraba un listado de fechas y eventos vinculados a los temblores y sus consecuencias. En esa línea de “listar” terremotos, muchos coleccionistas de la época se inscribieron en tal iniciativa y, de una manera dispersa, publicarían sus datos sin mayores criterios metodológicos.

Sin embargo, el surgimiento del siglo XX y su ferviente carrera por sistematizar los conocimientos, comenzaría a separar a los curiosos de los académicos. Es así como, por ejemplo, en 1931, José Félix Soto publicaba en el Boletín de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, un trabajo titulado “La sismología en Venezuela”, en donde, además de razonar al respecto, incluía un gran listado de fechas, horas y lugares asociados a la aparición de temblores en el país. Paulatinamente, la observación de los terremotos se estaba convirtiendo en algo sistemático y oficial.

Hasta aquel momento, el conocimiento histórico de los sismos se apoyaba en listas y cronologías que no pasaban de ser una acumulación o superposición de información sucesiva. Pero con la aparición del trabajo del ingeniero Melchor Centeno Graü, titulado “Estudios sismológicos”, editado por la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales en 1940, el estudio de los sismos en Venezuela iniciaba un camino diferente y mucho más sistemático. Centeno, además, había sido el autor del primer mapa de isosistas en el país, cuando en 1900 publicara en el periódico caraqueño La Linterna Mágica, un estudio del sismo que aquel año dañara a Caracas y Macuto, principalmente. Se trataba, ciertamente, de un pionero en esta área.

El trabajo de Centeno, en realidad, en el cual se publicaba un catálogo que alcanzaba una profundidad temporal hasta 1530, incluía la explicación de todas las teorías sobre los sismos que hasta entonces se manejaban, las cuales eran acompañadas por sus propias hipótesis al respecto; añadió, también, cuadros, figuras y mapas; agregó detalles no advertidos hasta entonces, como la relación de los daños y la revisión de las horas de los eventos; intentó, asimismo, establecer períodos de retorno o recurrencia, basándose en criterios cronológicos y en el nivel destructivo de los terremotos; agregó la escala de Mercalli y sugirió técnicas constructivas para aminorar daños; estableció, además, vínculos con la geología, el vulcanismo y otros riesgos. Esta obra, con todo su alcance, fue la referencia sobre el conocimiento de la historia de los terremotos en Venezuela,

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