Socio Critica
Jesus_MNP1 de Marzo de 2015
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LAEDUCACIÓN SUPERIOR
UNIVERSIDAD POLITECNICA TERRITORIAL DE ARAGUA
“FEDERICO BRITO FIGUEROA”
LA VICTORIA – ESTADO ARAGUA
Causas y Consecuencias del Modelo Rentista Venezolano
Profesor: Julio Páez Autores:
Gabriela Di Gregorio C.I 20.770.324
Administración Sección 1 Jesús Manuel Núñez C.I 25.067.096
Stephanie Rodríguez C.I 24.923.213
La Victoria, Febrero 2015
Causas y Consecuencias fundamentales del proceso rentista en Venezuela
Político
Si está claro que la sociedad venezolana a lo largo de casi todo el siglo XX y lo que va del XXI ha sido moldeada por la renta petrolera, ha estado menos a la vista la especificidad de ese moldeo en el territorio de su imaginario social y político. Si, como sabemos, el imaginario refiere a creencias colectivas compartidas por los miembros de una comunidad, las cuales, son muy efectivas en tanto que producen consecuencias en todos los ámbitos de nuestra vida, entonces tendríamos que estar de acuerdo en que, en materia petrolera, ese conjunto de significaciones subjetivas ha sido responsable de producir decisiones que ineluctablemente han afectado el curso de nuestra realidad.
Uno de sus hitos más importantes por la proyección que ha tenido es el de la «siembra del petróleo. Un imaginario con esta impronta desconocerá, en fin, que la modernización adelantada por Venezuela en las décadas posteriores a la dictadura más prolongada que el país haya conocido –la de Juan Vicente Gómez– fue fruto de la voluntad política del liderazgo de invertir socialmente los proventos que generaba el negro mineral.
En paralelo al reclamo de la siembra y a las frustraciones que esta imposibilidad fue acumulando en el imaginario colectivo, fue asentándose la idea de que era necesario nacionalizar la actividad petrolera para que el país alcanzara su soberanía y pleno desarrollo. Se pensaba entonces que la siembra sería posible si se nacionalizaba. En los días previos al evento nacionalizador, Carlos Andrés Pérez diría que «hasta este momento, Venezuela ha sido un país de rentistas que ha vivido de las divisas extranjeras, mientras que ahora debemos pasar a productores y afianzar una economía propia». Con la nacionalización los venezolanos nos convertíamos definitivamente en únicos responsables de nuestro propio destino, pero la nacionalización no fue un acto taumatúrgico y, por el contrario, la obstinada realidad de la desigualdad, de la dependencia de las importaciones, de la corrupción, siguió mostrando su dura faz en la cotidianidad del venezolano. La conquista de una sociedad más justa que algunos anunciaron se esfumó tempranamente. Y el imaginario redentor volvió a tomar oxígeno, esta vez de la acción aperturista que a inicios de los noventa la cúpula gerencial de Petróleos de Venezuela (PDVSA) presentó al país con el fin de desmontar la ideología rentista, la cual, como señalara Bernard Mommer (1994), había terminado por considerar la renta como una categoría superior a la ganancia capitalista. Se trataba de darle cauce a una visión productivista del hidrocarburo a fin de disolver el vínculo rentista entre el petróleo y la sociedad, vínculo responsable de que la actividad económica adquiriera un carácter distributivo íntegramente. Pero para ello se hacía indispensable la presencia del capital transnacional. De modo que se trataba de enrumbar la actividad petrolera por caminos que contrariaban el espíritu de la nacionalización tal como está había sido asimilado en el imaginario social.
El sentimiento antiapertura fue ganando terreno cada vez más en el país, particularmente en los dominios políticos e intelectuales vinculados a la izquierda.
El imaginario petrolero en el socialismo del siglo XXI
Pero ese sueño no se acabó. Cabalgando sobre el agotamiento del sistema político inaugurado con el Pacto de Punto Fijo, el movimiento militar autodenominado bolivariano esbozaba un proyecto de país en el cual se incorporaban formas comunitarias, cooperativistas y hasta socialistas de producción. Punto central de tal proyecto era la reversión del proceso de apertura petrolera, tal como queda claro en la Agenda Alternativa Bolivariana (en Garrido, 2002), uno de los documentos axiales del chavismo.
Y es que la apertura fue percibida como una profanación del sagrado interés nacional. Si el petróleo y la aspiración de su manejo directo por la nación había sido la fuente de donde había bebido uno de nuestros referentes identitarios; si el nacionalismo petrolero constituía uno de los pilares más sólidos de nuestro imaginario político, ¿cómo esperar que la sociedad metabolizara un esquema como aquel, el cual apuntaba justamente a resquebrajar esos fundamentos? De este modo, la apertura petrolera contribuyó significativamente a crear lo que pudiéramos llamar, siguiendo a Laclau (1987), una «superficie de inscripción», en la que una nueva narrativa, la de la reivindicación del pueblo, colmó el vacío de oferta política que sobrevino una vez colapsado el sistema surgido de Punto Fijo.
Pero no era sólo el sentimiento nacionalista el que estaba siendo afectado por el esquema en cuestión. También en el imaginario había prendido, y Chávez no había hecho sino recogerla y fortificarla, la idea según la cual la corrupción que carcomía a los viejos partidos era la responsable de que los recursos obtenidos gracias a la venta del petróleo no fluyeran hacia los venezolanos. La ecuación era sencilla: la renta pertenece al pueblo, pero una elite corrupta se apodera de ella, despojando al resto de la sociedad. La apertura agravaba ese mal, porque si en el pasado la nacionalización se vio como una acción redentora del pueblo desposeído, ahora el producto de aquella –el control de nuestro principal recurso natural– se veía amenazado de perderse otra vez en manos de indeseables extranjeros. Esta díada –aperturistas apátridas y políticos corruptos– agitó todo el sentimiento nacionalista y removió las fibras patrióticas que templaban nuestra identidad. De manera que el discurso populista radical volvió a instalarse, reproduciendo la lógica de lo que algunos estudiosos han llamado «el tercero incluido» para aludir al enemigo, real o ficticio, que debe combatirse, sin el cual la relación líder-pueblo no encuentra posibilidad de prosperar.
Otra vez la siembra: el mito del recomienzo nacional
«Nunca hubo una gota de petróleo para el pueblo de Venezuela, el petróleo se lo chupó la oligarquía criolla y sobre todo el imperio norteamericano» ha insistido Chávez, suprimiendo así los logros sociales y políticos pretéritos. Este discurso de negación ha anulado todo el recorrido fabuloso que la sociedad venezolana, apalancada por sus elites dirigentes, hizo hacia su modernización a partir de su principal recurso. Esta esfumación del pasado, desde la cual los gobiernos populistas prometen comenzar la historia desde ellos mismos desconociendo que la historia no conoce de cesuras porque su ley es la continuidad», explica que el gobierno de Chávez se haya planteado otra vez, como una originalidad, la siembra petrolera. Acción está destinada a impulsar el «desarrollo pleno de la nación», tal como indica el Plan estratégico de PDVSA (Pérez, 2006). Otra vez el imperativo uslariano nutriendo el mito del recomienzo nacional.
La renacionalización del petróleo: «la lucha por la independencia continúa»
Pese a esta necesidad incesante de consolidación de la libertad-patria, Chávez intento mostrarse como el líder que puede rematar la faena emancipadora que ni el propio Bolívar pudo culminar. Así, en un acto en la Academia Militar, el presidente clamó por una Fuerza Armada más grande en «moral, mística y convicción» a fin de «proteger» nuestro petróleo, atreviéndose a señalar que «estamos haciendo realidad el sueño que Bolívar no pudo lograr, consolidar la plena independencia».
La historia del petróleo en Venezuela ha corrido ansiosa persiguiendo sin pausa la soberanía y la libertad. La nacionalización detuvo esa carrera brindando una tregua, pero sólo por un breve tiempo. Cualquier desliz a contracorriente del imaginario puede desatar la necesidad de emprender de nuevo el trote libertario. Y este trote solapa la realidad, que exige ser encarada de frente y despejadamente en toda su complejidad. Aunque esta mitología de la libertad puede rendir jugosos frutos político electorales, sustrae demasiadas energías a la tarea de construir una economía productiva con sentido de permanencia, así como instituciones sólidas en el tiempo.
Económico
Con la llegada de los andinos al poder a través de la Revolución Restauradora, se inicia un período de conflictos tanto internos como externos. Castro asumió una postura nacionalista que se revirtió en enfrentamientos con la oligarquía nacional y con las potencias extranjeras (Alemania, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos de América).
El bloqueo económico al gobierno de Cipriano Castro (1899 – 1908), tuvo su origen en las deudas contraídas por la nación con los países extranjeros y por las medidas que este había tomado contra dichas empresas.
Venezuela, estaba enfrentando no sólo un mal momento económico, sino también de peste bubónica y plagas, lo que traía como consecuencia malas cosechas de café y cacao, aunado al aumento de los impuestos de exportación a estos rubros
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