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Teoría ética coherente

lelek3 de Abril de 2013

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fdasdasdasdasdasdqwdeq2deqdqdqlógica, ni una teoría ética coherente y sistemática en el sentido en que fue

desarrollada por los sistemas éticos posteriores; no hay más que una cuestión: ¿qué es

el hombre? Sócrates sostiene y defiende siempre el ideal de una verdad objetiva,

absoluta, universal, pero el único universo que conoce y al cual se refieren todas sus

indagaciones es el universo del hombre. Su filosofía, si posee alguna, es

estrictamente antropológica) En uno de los diálogos platónicos se nos describe a

Sócrates en conversación con su discípulo Fedro. Pasean y a poco llegan a un

lugar extramuros de Atenas; Sócrates está admirado por la belleza del lugar. Le

encanta el paisaje, que celebra con entusiasmo. Pero Fedro le interrumpe. Le

sorprende que Sócrates se conduzca como un extranjero que es conducido por un

cicerone. "¿Traspasáis alguna vez los umbrales?", le pregunta; Sócrates responde,

con un sentido simbólico: "Cierto que no, mi buen amigo, y espero que sabrás

excusarme cuando escuches la razón, a saber, que soy un amante del conocimiento

y los hombres que habitan en la ciudad son mis maestros y no los árboles o la

comarca". (Platón, Fedro, 230.)

No obstante, si estudiamos los diálogos socráticos de Platón en ninguna parte

encontraremos una solución directa del nuevo problema, Sócrates nos ofrece un

análisis detallado y meticuloso de las diversas cualidades y virtudes humanas.

Pretende determinar la naturaleza de estas cualidades y definirlas: bondad, justicia, templanza, valor, y así sucesivamente, pero nunca aventura una definición del

hombre. ¿Cómo explicarnos esta aparente deficiencia? ¿Es que Sócrates adoptó

deliberadamente la vía del rodeo, un método que le permitía no más arañar la

superficie de su problema sin penetrar jamás en el meollo? En este punto, sin

embargo, más que en otro cualquiera tenemos que recelar de la ironía socrática.

Precisamente, la respuesta negativa de Sócrates aporta una luz inesperada a la

cuestión y nos proporciona la clave positiva de su concepción del hombre, cuya

naturaleza podemos descubrir del mismo modo que nos es posible develar la

naturaleza de las cosas físicas. Si describimos las cosas físicas en los términos de

sus propiedades objetivas, el hombre sólo se puede describir y definir en términos

de su conciencia. Este hecho plantea un problema enteramente nuevo e insoluble

para nuestros modos habituales de investigación. La observación empírica y el

análisis lógico, en el sentido en que fueron empleados estos términos en la

filosofía presocrática, se han mostrado ineficaces e inadecuados, porque sólo en

el trato con los seres humanos podemos penetrar en el carácter del hombre. Para

comprenderlo tenemos que afrontarlo, mirarlo cara a cara. No es, pues, un nuevo

contenido objetivo sino una nueva actitud y función del pensamiento lo que

constituye el rasgo distintivo de la filosofía socrática. La filosofía, que hasta ahora

había sido concebida como un monólogo intelectual, se ha transformado en diálogo.

Sólo por la vía del pensamiento dialogal o dialéctico podemos acercarnos al

conocimiento de la naturaleza humana. Antes pudo concebirse la verdad como una

especie de cosa acabada aprehensible por un esfuerzo del pensador individual y

presentable y comunicable así a los demás. Sócrates ya no suscribe este punto de

vista. Es tan imposible, nos dice Platón en la República, implantar la verdad en el

alma de un hombre como implantar la facultad de ver en el ciego de nacimiento.

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