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Tutankamon


Enviado por   •  30 de Marzo de 2015  •  4.594 Palabras (19 Páginas)  •  191 Visitas

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La tumba de Tutankhamon.

Quizás el mayor símbolo de la civilización del Antiguo Egipto sean sus tumbas. La obsesión por la muerte y la vida eterna llevó a los egipcios a construir magníficas sepulturas, dedicadas a reyes e insignes hombres, entre las que destacan las grandes pirámides, algunas especialmente monumentales, como las de Gizah, Sáqqarah o Dahshur. Sin embargo, este tipo de enterramiento no es el único. Las pirámides se construyeron sobre todo entre el año 2.650 a.c. y el 1750 a.c., período que termina con la XIII dinastía. Ya en la dinastía XVIII (entre el año 1550 a.c. y el 1295 a.c.) los faraones y nobles se solían enterrar en grandes tumbas excavadas en la roca, generalmente en zonas de relieve escarpado. Ese era el caso de los enterramientos del Valle de los Reyes, una enorme necrópoli próxima al río Nilo, en las cercanías de la actual Luxor. Las tumbas contaban con varias salas, generalmente decoradas, donde se despositaba el sarcófago y el ajuar, con las pertenencias y tesoros del faraón.

Uno de los últimos faraones de la dinastía XVIII, que dio lugar al Imperio Nuevo, fue Tutankhamon. Subió al trono a la edad temprana de nueve años y Gobernó entre 1321 y 1311 a.c., un corto período de menos de 10 años, pues murió a edad temprana, con 19 años. Su reinado fue corto y de escasa relevancia en comparación con otros faraones de la dinastía, ello posibilitó que su tumba fuera relativamente pequeña, lo que evitó su descubrimiento y saqueo posterior.

Así pues, la de Tutankhamon no era la mayor de las tumbas, tampoco la que más tesoros albergaba, no era la más llamativa y magnificiente, en ella yacía un faraón de segundo orden que murió joven y gobernó poco tiempo, por lo que no pudo ser relevante en la historia del Antiguo Egipto. Pero su supultura ha resultado ser la más mediática, conocida y venerada por el gran público, visitada durante décadas por masivas oleadas de turistas hasta convertirse, junto a las grandes pirámides de Gizah, en el gran icono de la egiptología y de la arqueología en general. ¿Qué es lo que de especial tenía esta tumba? Fue la única sepultura real que había permanecido casi intacta hasta la actualidad y aunque había sido pronto profanada, la mayoría de sus tesoros quedaron indemnes y jamás nadie accedió al sarcófago del faraón, permaneciendo olvidada durante más de tres mil años al abrigo de ladrones y arquéologos. Por otro lado, su hallazgo sorprendió al mundo y se vio además envuelto, desde un principio, en un halo de misterio que contribuyó a aumentar su popularidad: asociada a la tumba surgió una maldición que se vio pronto alimentada por una serie de trágicas coincidencias, sobredimensionadas por los medios de comunicación más sensacionalistas.

LA TUMBA DE TUTANKHAMON

En 1906 se conocían los dos grandes protagonistas de esta historia. Por un lado un dibujante y arqueólogo inglés, Howard Carter, que ya llevaba varios años trabajando en Egipto, donde fue inspector en jefe del Servicio de Antigüedades, por otro un adinerado aristócrata, Lord Carnarvon, que había llegado al país del Nilo buscando un lugar cálido por motivos de salud y se habia visto seducido por el mundo de las excavaciones y la egiptología. En los años siguientes ambos formaron una pareja muy fructífera, varias expediciones sufragadas por Carnarvon y dirigidas por Carter se sucederían en el sur de Egipto con importantes hallazgos. Pero entonces recibieron la concesión que tanto ansiaban: la que les permitiría excavar en el llamado Valle de los Reyes. Por aquellos tiempos, ya se habían encontrado buena parte de las tumbas de la zona, y el valle era toda una joya arqueológica, sin embargo, el arqueólogo Theodor Davies, que había detentado la concesión hasta entonces, creía agotadas las posibilidades del área y la abandonó.

Carter inició entonces las excavaciones, que se prolongaron durante mucho tiempo sin producir grandes resultados. Se buscaba alguna nueva sepultura que pudiera haber permanecido intacta. Cuando ya se estaba perdiendo toda esperanza, en 1922, Carter encontró una tumba muy cercana a la de Ramsés IV -ya descubierta hacia mucho tiempo y en la que había trabajado él mismo un par de años antes-. En noviembre, un Carter emocionado le enviaba un mensaje a Lord Carnarvon, que se encontraba en Inglaterra, para que volviera con prontitud, señalando el descubrimiento de una tumba con sellos intactos. Se trataba de la tumba de un faraón de la XVIII dinastía, concretamente la de Tutankhamón. Los enterramientos de los reyes de esta dinastía eran los más antiguos del Valle de los Reyes, pero también habían sido los últimos en ser descubiertos, porque estaban más disimulados y sus accesos eran más difíciles de encontrar, cubiertos a veces por derrumbres posteriores. Ese era el caso de la tumba de Tutankhamón, cuya entrada estuvo mucho tiempo oculta por las viviendas de los obreros que trabajaron casi doscientos años después en la sepultura de Ramsés IV, así como por los derrumbes provocados por dichos trabajos. Estas circunstancias favorecieron su olvido, ayudando a su preservación.

Carter había descubierto el acceso a la tumba a través de unos 16 escalones que conducían a un pasillo descendente que terminaba en una puerta sellada. Esperó unas semanas hasta la llegada de Lord Carnarvon y su hija y entonces abrieron un agujero en dicho puerta para ver lo que había al otro lado. En ese momento, se produjo el célebre y breve diálogo entre Lord Carnarvon y Howard Carter: el primero preguntó ¿Ve usted algo?, a lo que Carter respondió "Sí, cosas maravillosas". En efecto, se veían decenas de objetos, todos revueltos y amontonados sin orden alguno: carros desmontados, estatuas, joyeros, recipientes, sillas, lechos, un trono de oro, comida, etc. Se trataba de una antecámara llena de piezas de enorme valor para el estudio de la historia de Egipto, por lo que se paralizó la excavación con el objeto de su catalogación exhaustiva por parte de Carter y su ayudante Arthur Mace. Fueron clasificados, dibujados y fotografiados concienzudamente para después poderlos transportar al laboratorio. Pero en aquella sala no había rastro alguno del sarcófago, lo que ponía en cuestión que se tratase de una verdadera tumba. En esta antecámara, descubrieron otra puerta que daba a una cámara lateral, que Carter denominó Anexo, situada a un nivel más bajo y abarrotada también de todo tipo de objetos, que igualmente habían sido revueltos.

Terminado el trabajo de clasificación y transporte de todo el material encontrado, se prosiguió con la búsqueda del sarcófago. En febrero de 1923, los miembros de la expedición se centraron en una nueva puerta sellada y flanqueada por dos estatuas de guardianes. Abierta

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