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Universidades


Enviado por   •  6 de Abril de 2015  •  1.602 Palabras (7 Páginas)  •  169 Visitas

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Historia de las universidades

A comienzos del siglo XIII se establecieron las facultades; las primeras fueron la de Artes y la de Teología; pronto nacieron la de Derecho, Filosofía y Medicina y luego, entre otras, la de Matemáticas y Ciencias Naturales, Economía y Sociología. En Alemania la Facultad de Medicina pasó a constituir una categoría aparte de las demás, que representaban campos ligados a la Filosofía. Reflejo de estas dos categorías de facultades son los dos tipos de grados doctorales que, siguiendo el modelo alemán, otorgan las universidades norteamericanas: el Philosophical Doctor, con sus diversas menciones, y el Medical Doctor. La enseñanza se realizaba por medio de la lectio y la disputatio. La lectio era la clase magistral, en que se exponía y comentaba un texto; la disputatio consistía en un ejercicio de aplicación. Mientras la lectio ha perdurado hasta hoy, en las facultades de disciplinas experimentales la disputatio fue dando origen a lo que denominamos los laboratorios. La síntesis cultural del Medievo alcanzó su perfección en el siglo XIII con la doctrina de Santo Tomás, pero en las centurias siguientes la universidad mantuvo inamovible esa síntesis del saber y dejó de representar la cultura de las épocas por las que atravesaba. Fue esa mentalidad inclinada a dar validez definitiva a los conocimientos de la ciencia la que, por ejemplo, explica en buena parte el hecho asombroso de que las ideas de Galeno, del siglo II de nuestra era, se convirtieran en cánones que perduraron por un milenio y medio. La universidad medieval permaneció al margen de la gestación del Renacimiento. En poquísimas universidades de entonces, como en la de Leiden, fundada en 1574, se asimilaba prontamente el nuevo saber y se hacía investigación; de regla, las universidades se mantuvieron entregadas solo a la enseñanza, mientras la investigación fue una actividad extrauniversitaria.

la universidad actual. Está a la vista que las verdaderas universidades de hoy son un conjunto de escuelas profesionales y centros de investigación. Y la mezcla es más fina porque en muchas escuelas profesionales, como en la nuestra, hay laboratorios donde también se hace ciencia. A nuestras universidades les falta, como lo vio Ortega y Gasset hace unos setenta años, transmitir la cultura, enseñar un sistema completo e integrado de las ideas substantivas del saber actual (12); Ortega dice, de las ideas vivas de la época o de las ideas de que vive la época. Sin el conocimiento de esa síntesis, dice él, se es inculto. Se trata, por ejemplo, no de que un futuro médico aprenda, si puede, la teoría de la relatividad desde sus fundamentos matemáticos, sino de que la conozca en términos cualitativos, sepa las ideas que encierra esta teoría. Ello es posible. Y así, con las demás ramas del saber, sus ideas vivas. Bien, para este fin, Ortega propuso la creación de una Facultad de la Cultura, proyecto que, por razones que desconozco, no se ha concretado. Su realización no me parece imposible.

Pero el papel de la universidad dese otro punto de vista se observa, en absoluto excluyente del enfoque ortegueano, la mira puesta en la realización personal del estudiante. Decía Einstein que la naturaleza era como un reloj que no se pudiera abrir y del que, así y todo, el físico debía desentrañar su mecanismo. Las personas son algo parecido. Deben descubrir sus aptitudes percibiendo desde fuera qué fibras interiores resuenan más frente a los estímulos. Y esa resonancia es el entusiasmo que se despierta. Por eso es tan importante la libertad del universitario, para asumir la responsabilidad de elegir su camino ante el vasto horizonte que sigue ofreciendo la universidad, pues las aptitudes de una persona rara vez quedan satisfechas en el angosto campo de una especialidad, y las que no tienen cabida en él también deben ser cultivadas para realización completa del individuo. Por lo demás, condiciones en apariencia diferentes suelen corresponder a un mismo talento multifacético, que no puede encasillarse en los rótulos que ofrece la sociedad.

La obligación de las Universidades de asumir el liderazgo del proceso de integración espiritual y cultural de América Latina; el reconocimiento de que la integración es fundamentalmente un proceso cultural, largo y complejo, que no puede realizarse al margen de la Universidad; la necesidad de que nuestras Universidades contribuyan a la formación de una conciencia integradora.

Para contribuir eficazmente al proceso de integración latinoamericana, nuestras universidades deberán emprender un proceso de transformación que las prepare para ingresar en el próximo siglo. En la actualidad, como lo advierte Simón Schwartzman, “el sentimiento general es de deterioro y falta de calidad, y de una idealización del pasado”.

En la actualidad, los recursos dedicados a educación suponen una parte tan importante de los presupuestos nacionales que su ritmo de crecimiento no parece fácilmente sostenible. Existiendo una clara conciencia de que dichos recursos no son ilimitados y de que los efectos de su distribución y empleo no son indiferentes, es lógico que crezca la demanda de información acerca de cómo se utilizan y qué resultados

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