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Amor.


Enviado por   •  13 de Mayo de 2014  •  Síntesis  •  1.224 Palabras (5 Páginas)  •  192 Visitas

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PRÓLOGO

Podía olerla.

El aroma era atrayente, seductor y se fundía con algo más. Miedo.

Era el miedo lo que lo impulsaba a seguir adelante. El saber que algo iba mal. Sus pasos silenciosos lo condujeron hasta la monumental oscuridad entre dos edificios. El aire estaba húmedo y denso por las tormentas de verano que habían descargado durante el día. El suelo estaba mojado y resbaladizo, plagado de pequeños charcos mientras atravesaba la sobrecogedora oscuridad.

Ella intentó gritar.

El sonido fue silenciado, pero él lo escuchó. Todo su cuerpo se puso tenso; cada músculo, cada ligamento quedó totalmente inmóvil mientras localizaba el sonido. El grito de una mujer. La rabia le hirvió por dentro, se expandió por sus venas en fuertes oleadas. El felino que llevaba en su interior rugió, presionó hacia la superficie con una ferocidad casi irreconocible.

No estaba en la selva, donde podía correr libre, cazar y ser cazado. No estaba bajo la profunda bóveda verde del bosque tropical de denso follaje y cortinas punzantes de fría lluvia que empapaban su cuerpo. No, se encontraba en las calles de Washington DC, en la ciudad que había considerado su hogar durante toda su vida adulta. El hogar de su mitad humana.

Esta necesidad de luchar, de dejar al felino emerger libremente, no era nueva, pero resultaba extraña en ese lugar y en ese momento. Sin embargo, mientras seguía avanzando, el felino se estiró, sus músculos se contrajeron y fijó la mirada; la lucha sería inevitable.

Siguió adelante; necesitaba hacer uso de todas sus fuerzas para dominar al animal que llevaba dentro. Una brisa cálida se filtró a su paso, lo golpeó en la cara y le acercó el aroma de la chica. Sus fosas nasales se ensancharon a la vez que sentía un cosquilleo en los dedos, que se movían y le quemaban con las garras cerca de la superficie.

Su vista era aguda. Incluso en la oscuridad las sombras que tenía delante tomaron forma: un hombre, grande, enfadado, decidido. La mujer (cuyo aroma le recordaba a otro momento, a otro lugar) yacía en el suelo mojado con el hombre encorvado sobre ella. El extraño hombre estaba entre sus piernas; ella tenía la falda subida, las medias y la ropa interior desgarradas, lo que la dejaba desnuda a la vista de todos. Él le sujetaba las manos sobre la cabeza, inmovilizándole las muñecas con una de sus fuertes manos mientras la otra violaba su cuerpo. Cada vez que la tocaba ella se retorcía, intentaba liberarse y gritar, pero tenía algo metido en la boca que enmudecía el sonido.

El felino se abrió paso a zarpazos hasta la superficie y arañó la barrera que había creado para mantenerse oculto. Iba en contra de sus leyes, en contra de todo en lo que creía. No podía dejarse ver por un humano, sin duda significaría el principio del exterminio de su especie. Pero tampoco podía abandonarla a su triste suerte. No se iría sin ayudarla. Esa también era su ley: las mujeres debían ser protegidas a toda costa. Era eso y la dolorosa familiaridad de su aroma lo que le hacía seguir adelante. No estaba ignorando por completo la doctrina de Ètica, sino adaptándola a su voluntad.

La bestia se liberó violentamente con un rugido que hizo temblar los edificios de alrededor y resonó en la noche. Como si de una respuesta se tratara, el cielo se resquebrajó, vertiendo cortinas de lluvia gélida sobre él. Se deleitó con la sensación, el aroma, el sonido del bosque, y dio un salto hacia delante concentrando toda su atención en el hombre que yacía paralizado encima de la mujer.

El hombre

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