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Analisis De Rios Profundo

josecolque128 de Junio de 2015

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En 1958, José María Arguedas publica su obra cumbre Los ríos profundos. La prosa de su libro, aparentemente simple, sus capítulos descontinuados y la profusión de cantos confunden a un lector inadvertido. No fue una obra exitosa cuando se publicó. Ángel Rama subraya que le costó veinte años a la crítica peruana el reconocer su valor y un tanto igual para que la crítica latinoamericana le atribuyera un puesto singular entre nuestros más famosos escritores. Sin embargo, se torna difícil comprender su significado o entender su sentido trascendente, porque algo sustancial emanaba del texto de la novela. Como resultado de ello y antes que desentrañar su sentido, la crítica latinoamericana se abocó principalmente a clasificarla. En ese intento, amén de congraciarse con el lirismo y belleza de su prosa, la crítica intenta ubicarla en el espectro de la literatura indigenista o neoindigenista, posición que se haya entrecruzada por los diversos marcos de estudio con que se le aborda, sean estos sociales, políticos, literarios y, en definitiva, ideológicos. Pero esta clasificación no logra acercarnos a su trascendente significado. Y es porque en Los ríos profundos, José María Arguedas nos trae una visión profunda de la cultura andina y nos devela los principales elementos de su cosmovisión. En Los ríos profundos está cifrado un discurso que contiene un orden de valores, otra ética, otra moral, otras normas sociales. Este discurso es distinto al orden del discurso hegemónico, pues es vertido desde otra cosmovisión del mundo. Aceptar este discurso alterno significa anclar la identidad latinoamericana en su raíz para que sea expresión de los valores de la cultura indígena.

Perspectivas de estudio de Los ríos profundos por la crítica Latinoamericana

Desde su publicación, Los ríos profundos levantó un sinnúmero de comentarios elogiosos por la crítica latinoamericana. José María Arguedas es considerado «uno de los más grandes escritores latinoamericanos» (Cortés 14); que alcanza la culminación de su creación artística con Los ríos profundos (Rodríguez-Peralta 226); gracias a la riqueza de su relato que contiene «un lirismo inigualado en su intensidad y transparencia» (Escobar, Patio 297). Elocuente es el elogio que hace Fernando Alegría de la obra de José Maria Arguedas:

Los ríos profundos (1958) consigue reflejar el alma que se esconde detrás de otra alma en la majestuosa y torturada existencia de las sierras cuzqueñas. No hay parangón para su arte: pudiera relacionarse con el barroco de Asturias y de Carpentier, pero tal relación se basaría en un parentesco racional y no lingüístico ni anímico. (261)

Fernando Alegría abunda en elogios para la obra de Arguedas: «Arguedas describe sus ambientes con prolija objetividad y economía de elementos; no se desborda jamás» (261-2).

Pero puede decirse que en lo único que hay uniformidad con respecto al abordaje de Los ríos profundos es en las alabanzas y cumplidos que se le otorga. La discrepancia se manifiesta cuando la crítica acomete la tarea de clasificar la novela.

La crítica literaria latinoamericana trata de situar la obra de Arguedas dentro de la clasificación tradicional que se le asigna a las obras que acogen como tema al indígena. Así, algunos críticos la consideran una novela indigenista. Como John Brushwood, quien dice que Arguedas expresa la vitalidad de la cultura indígena y su herencia de los valores quechuas (229-30). Por su parte, Anderson Imbert, aunque señala que Arguedas describe el mundo mágico y el sentir del indígena desde su propio mundo, niega que sea una obra indigenista (272). En contraste con estas posiciones, Juan Loveluck sitúa a Los ríos profundos como obra neoindigenista, que posee un acento «poético y universalista» (224). De otro lado, Reynaldo Jiménez, que define el indigenismo como un conjunto de obras que trata sobre el mundo indígena americano y su defensa por la injusticia y atropellos que sufre, aduce que Los ríos profundos escapa a esta consideración del indigenismo. Arguedas, al abocarse a «la descripción y explicación del destino de la comunidad total del país», cae dentro del concepto de neoindigenismo, que es la plasmación literaria de la realidad indígena con propósitos totalizadores (104-5). Por su parte, Martín Leinhard afirma que el indigenismo de Arguedas se separa del modo en que tradicionalmente lo han hecho los consagrados escritores indigenistas, quienes asumieron la voz de los explotados. Según Martín Lienhard, Arguedas abandona ese modo paternalista de tratar a los indígenas. Arguedas no asumiría la voz de los explotados: sería la propia voz del indígena, porque «en sus obras hay una afirmación constante de una expresión cultural de los campesinos quechuas» (Vigencia 16). A su vez Fernando Alegría califica a Arguedas como «el representante máximo del nuevo realismo hispanoamericano» (261). Por otro lado, Edgardo Rivera Martínez, en su ensayo «Arguedas y el neoindigenismo», hace una síntesis de la ubicación que se ha dado a la obra de José María Arguedas, en el espectro que va del indigenismo al neoindigenismo. Este espectro incluye la atribución de la obra de Arguedas al indigenismo ortodoxo hecha por Tomas Escajadillo; la posición dual que le atribuye William Rowe; y la de indigenismo parcializado que le aduce Ángel Rama. Particularmente, Rivera Martínez coloca a la obra de Arguedas entre las dos corrientes, esto es, entre el indigenismo y el neoindigenismo:

Ajeno a todo exotismo, como que hablaba a partir de una experiencia íntima y personal, desde el alma del hombre andino, como se ha subrayado muchas veces, su narrativa fue tour a tour, y a la vez de modo recurrente, narrativa de denuncia, de desvelamiento, de protesta. Fue luego propuesta simbólica de rescate y salvación. Y voz de alarma, desesperada, angustiada, en El zorro de arriba y el zorro de abajo. Narrador, pues, que pertenece por múltiples razones tanto al indigenismo clásico como a un neoindigenismo en evolución, y defensor siempre, en todo momento, de los oprimidos y marginados. (56)

Alberto Escobar es otro crítico que se suma a la tarea de clasificar la obra de Arguedas. Escobar dice que Arguedas fundamentalmente aboga por denunciar el orden social que constriñe al indígena y combate el estereotipo de lo andino, propagandizado «por la literatura y la cultura oficiales, es decir urbanas o europeizadas» (283). Por su parte Rudolf Grossmann considera a Los ríos profundos como representante de la novela social indianístico-indigenista y la novela neorregional (625). Algunos críticos, parecen rendirse en el intento de catalogar la obra de Arguedas, tal como Silvia Nagy-Zekmi quien no tiene otra opción que encasillarla en el neoindigenismo:

La obra de José María Arguedas trae innovaciones fundamentales con respecto a la perspectiva narrativa, y las técnicas literarias y lingüísticas. Por esa razón la consideramos entre los autores neoindigenistas, aunque estamos conscientes de que la «clasificación» de Arguedas dentro del indigenismo es problemática. (8)

En lo concerniente a la temática, Roland Forgues afirma que Arguedas vuelca el mundo andino en su obra no siendo indio sino blanco (31). En este punto, en la caracterización de hombre blanco que se hace de Arguedas, el discurso occidental se vale de este artificio racial para negar la posibilidad gnoseológica de acceder y expresar el mundo indígena. Comulga con esta idea Rama, quien afirma que Arguedas sería una especie de agente de contacto entre las dos culturas, la hispánica y la indígena. Para Rama, Arguedas queda absorbido por la cultura indígena, «hace suyas sus componentes intrínsecos y se transforma por lo tanto en un blanco aculturado por los indios» (Transculturación narrativa 209). Pero no es necesario ser indígena para expresar el mundo indígena. Ése es el aserto que comparte Francisco Morales Padrón con Adolph Caso: «indio es todo aquel que se sienta pertenecer a una comunidad indígena» (23). Julio Ortega afirma que los mismos indigenistas no tomaban en cuenta el carácter biológico o racial del individuo para considerarlo indígena:

Son indígenas quienes poseen predominio de características de cultura material y cultural peculiares y distintas de las que hemos dado en denominar «cultura occidental y europea»; podrán ser somáticamente indígenas, podrán ser mestizos y aún individuos de procedencia blanca (hay casos, aunque en reducido número) que por circunstancias ambientales se adaptaron a través de varias generaciones a la vida y costumbres del grupo aborigen con el que viven. Para el indigenista todos estos sectores de población son «culturalmente indígenas» por tanto entran dentro del círculo de sus preocupaciones. (262)

Este enunciado podría explicar el caso de Arguedas, un mestizo blanco, que convive con una comunidad indígena, que asume las costumbres, tradiciones y creencias del pueblo indígena y que por último lo condensa en su creación literaria. Casi en este mismo sentido se manifiesta el crítico Carlos Meneses, quien dice que a partir de la publicación de Los ríos profundos, a Arguedas «se le comienza a considerar más que como un escritor indigenista, como a un verdadero escritor indígena» (29). Se aúna a este pensamiento Jorge Lafforgue, quien califica a Arguedas como «sustancialmente un quechua» (26). En otras palabras, según estos críticos, Arguedas es un escritor indio; no por su condición racial, sino porque se identifica, vive y participa de la cosmovisión indígena.

De todos modos se debe reconocer el papel que jugó y juega el indigenismo en su

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