Angeles Del Olvido Parte 2
miguel0278927 de Julio de 2013
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1A orillas del mar Pacífico, mientras les cuento todo esto, contemplo elpaisaje; una gran serenidad recorre todo mi cuerpo y esa sensación me llama ala reflexión. Usted me conoce yo soy Erasmo Rodríguez que suele salir entelevisión y en los medios escritos. Nací en la capital, pero cuando tenía cincoaños mi familia se traslado a un pueblo del interior llamado Santa María delMonte allí fue donde fui muy feliz; después para lograr mi tan soñado futuro, metrasladé a la ciudad; allá, para decirlo en dos líneas, los negocios siemprefueron propicios, como resultan siempre para aquel que emprende su caminocon ahínco, con fe, con empeño, con decisión. Ahora tengo cincuenta y nueveaños y soy empresario.Usted conoce, sin duda los alcances que en todo el país y en la región llegó atener en su momento el emporio Erasmo Rodríguez S.A., usted a leído mi libro“El éxito de la diversificación” ediciones I y II; aparte aparecí en la lista de losempresarios latinoamericanos más prósperos.Una tarde perdí el conocimiento en medio de junta de trabajo, y eldiagnostico de los médicos era de un infarto al miocardio y luego por lo demásangioplastía, la terapia, los medicamentos y un sinfín de recomendaciones.Fueron duros esos meses pero al final puede sobreponerme con un solopropósito; no morirme. Y todo eso se dio, cuando tuve mi primer gran fracaso; apartir de ahí comenzaron los más valiosos triunfos que e logrado en la vida.Cambié mi estilo de vida, rematé mis acciones, renuncié a tantas juntasdirectivas, me fui d tantas asociaciones, y claro vine al campo. Peo claro lascosas fueron sencillas para mis hijos pero, no para mi esposa que se le hacíadifícil cambiar las prioridades por las actividades que se pueden realizar acápero, ella es del campo como yo así y sus preocupaciones de quedarse solaporque los muchachos ya no estaban, se le fueron desvaneciendo.Ahora estoy conversando con calma, pero pregúntele a quienes meconocieron antes. Yo daba órdenes, siempre era enfático en la necesidad deque todo se hiciera a mi modo, aunque hubiera tres o cuatro maneras posibles:tenía que ser siempre a mi manera, y pronto; era perfeccionista en los mínimosdetalles y quienes trabajan a mi lado tenían que serlo también.En solo unos días me convencí e que no era el corazón el que estaba enfermo,sino mi el alma. Pero para darme cuenta tuve que vacila al mundo bajo mispies, y con el, el sentido de la vida, el sentido de patria, las finanzas de tanpropia conciencia. ¿En qué me había convertido? ¿Acaso en una máquina defabricar dinero?Caí en un abismo de interrogante sin respuestas, a las cuales se sumabamis propias aprensiones antes los lideres políticos, muchos de los cualesquisieron visitarme en le campo, pero aduciendo “órdenes médicas” losmantuve a raya.A medida que logré dejar esos recuerdos atrás poco a poco renacieron misfuerzas, y puede cantar y soñar. Con la ayuda de Alejandro un buen amigo yuna pieza clave a la hora de adquirir estos terrenos, comencé a conocer lospueblos cercanos, a participar de sus inquietudes, a identificarme con susproblemas. A veces me sorprendía de lo poco que conocía a mi país, cuandoveía a esta gente esforzándose por metas que yo imaginaba propias de otrasépocas, como el agua potable, un camino, una escuela, un centro de salud. Asífui entendiendo muchas realidades de nuestro microuniverso que es el campo.
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Hay, sin embargo, un acontecimiento que es clave para esta historia.Ocurrió una mañana bien temprano, cuando conocí a alguien que cambiaría mivida de una manera definitiva. Un niño, de apenas once años, con el semblantede un ser sin esperanza. Cuando contemple sus ojos sentí un extrañoestremecimiento, su mirada estaba ausente, y lo peor del caso es que ya mehabía declarado responsable por esa lejanía, por la angustia y la congojacubierta por ese conformismo grabado en su semblante.Fue a través de esa criatura
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