Beun Viaje, Señor Presidente
aureliotrigueros14 de Julio de 2015
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BUEN VIAJE, SEÑOR PRESIDENTE (G. García Márquez)
-Primera aproximación-
ESTABA SENTADO en el escaño de madera bajo las hojas amarillas del parque solitario (…). Así empieza el primero de los doce cuentos “peregrinos”, BUEN VIAJE, SEÑOR PRESIDENTE.
Y en seguida asistimos a la ubicación del protagonista, Ginebra y su lago. Después, la descripción del presidente que ha venido desde Martinica en búsqueda de su curación. Y su enfermedad, que, como le dice el médico “menos notorio”, tiene que ver más con la cabeza que con sus vértebras y sus dolores imprecisos.
En esta ciudad suiza, apenas sin dinero, mantendrá las apariencias, incluso con esa margarita en el ojal de su solapa, arrancada de los canteros públicos. El sombrero, el bastón y los lentes dorados configuran su imagen hermosa, mientras “el cuarteto de cuerdas tocaba a Mozart” en la cafetería del muelle, en donde volvió a tomar un café. La lectura del periódico concluye con los chelos de Brahms y con la premonición supersticiosa de los posos del café.
Al salir, alguien lo está siguiendo. Es Homero Rey, quien, le hace creer que, siendo muy joven, lo apoyó en una de sus campañas y que guarda incluso una foto con él. La mentira, por parte de uno, y la apariencia, por parte del otro, abren la puerta de esta relación. La verdad es que trabaja en un servicio de ambulancias y sabe todo lo que pasa en los hospitales y cómo le van las cosas al presidente. Así que decide invitarle a comer “carne de cordero” en un restaurante modesto.
A partir de ese momento entablan una amistad que va más allá de los intereses de Homero, dispuesto a ofrecerle servicios funerarios por un porcentaje aceptable. Pero, como el hidalgo de Toledo, en el Lazarillo de Tormes, el presidente cuida la apariencia y las formas, al mismo tiempo que Homero, casado con Lázara, le ayudará al final no solo en comer, sino en cuidarle y pagar los gastos de la clínica y de su viaje de regreso a Martinica. El halo del Lazarillo se esparce en el relato por cómo actúan Lázara y Homero, y por la insistencia en los nombres. Un hijo de ambos también se llama Lázaro.
Lázara Davis toma el relevo de Homero y será ella la nueva protagonista de esta historia. De ella sabemos que es “princesa yoruba”, “mulata fina de San Juan de Puerto Rico”, y “Taura pura, que tenía una fe ciega en sus augurios ancestrales”. Y, aunque al principio es contraria a toda ayuda y misericordia con el presidente, poco a poco la lástima hará mella en ella. Tras una cena, especialmente detallada, Lázara se mueve entre el odio y la compasión.
En esa cena hay alusiones al poeta Aimé Césaire (1913-2008) y a la ciudad en la que murió: Fort de France. Mezcla de realidad y ficción necesarias para intensificar la verosimilitud del relato. Por eso, entre otros motivos que precisarían mayor extensión, García Márquez va precisando el argumento con otras referencias al mundo real, como las de Calvino (acogido en Ginebra, 1541, después de haber sido expulsado en 1538, muriendo allí en 1564); Sáyago, político mejicano; Estoril de Lisboa; las minas de oro de Colombia; Paramáribo (capital de Suranime); la canción de Georges Brassens “Mon amour tines bien la barre, le temps va passer par là (…)”, los signos del zodiaco (Tauro, Virgo, Piscis), aparte de algunas de las mencionadas antes (Mozart, Brahms).
Pero volvamos a la historia: la cena, la discusión, el enfado entre Homero y Lázara, la visita de aquel al presidente en la buhardilla, la complicidad necesaria para que Lázara venda las últimas joyas de este y puedan curarlo. El joyero, Virgo, que no Piscis como creía Lázara, asume la compra.
Y en cierto modo, la relación del Lazarillo con el Hidalgo – la compasión mueve al muchacho para alimentar a su amo- se repite en Lázara, de ojos africanos,
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