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CONTROL DE LECTURA 4 (LECTURA “LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA”)

Diana Karen Solis EspinozaEnsayo5 de Octubre de 2019

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

UNIDAD IZTAPALAPA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

ALUMNA: SOLIS ESPINOZA DIANA KAREN

MATRÍCULA: 2183058060

UEA: HISTORIA Y PENSAMIENTO SOCIAL DE AMÉRICA LATINA

PROFESOR: JOSE ARTURO LOMAS MALDONADO

GRUPO: HC02    SALÓN: C012

TRABAJO: CONTROL DE LECTURA 4

(LECTURA “LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA”)

Desde tiempos pasados el trabajo se basa en que unos países se concentran en ganar y otros en perder, lo que hoy llamamos como América Latina se especializaba en perder dese la época del Renacimiento de los europeos, pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones pero la religión siguió trabajando como sirvientes, continúa trabajando al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, “hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización…”

Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios, nuestros sistemas de inquisidores y verdugos no sólo funcionan para el mercado externo dominante; proporcionan caudalosas ganancias que fluyen de los empréstitos y las inversiones extranjeras en los mercados internos dominados. “Se ha oído hablar de concesiones hechas por América latina al capital extranjero, pero no de las concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países… es que nosotros no damos concesiones”, decía en 1913 el presidente norteamericano Woodrow Wilson:” Un país-decía- es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido”. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, de segunda clase. Desde el descubrimiento hasta nuestros días todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o más tarde norteamericano y son los centros de poder.

El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo, a cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. Quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina nos son otra cosa que el resultado de su fracaso, pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que otros perdieron; la historia del subdesarrollo de América Latina integra la historia del desarrollo del capitalismo mundial.

Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convirtieron en veneno. Hacia mediados del siglo anterior, el nivel de vida de los países ricos del mundo excedía en un cincuenta por ciento el nivel de los países pobres. El desarrollo desarrolla la desigualdad: Richard Nixon anunció, en abril de 1969, en un discurso ante la OEA, que a fines del siglo veinte el ingreso per cápita en Estados Unidos sería quince veces más alto que el ingreso en América Latina. La fuerza del conjunto de un sistema imperialista descansa en la necesaria desigualdad de las partes que la forman, y esa desigualdad asume magnitudes cada vez más dramáticas.

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