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Cidad De Huesos


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2013  •  991 Palabras (4 Páginas)  •  202 Visitas

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PRIMERA PARTE

DESCENSO A LA OSCURIDAD

Canté del Caos y la eterna Noche,

Amaestrado por la Musa celeste

A aventurarme hacia el descenso opaco,

Y de nuevo a ascender…

JOHN MILTON, El Paraíso perdido

1

PANDEMÓNIUM

—Sin duda estás de broma —dijo el gorila de la puerta, cruzando los brazos sobre el enorme

pecho.

Dirigió una mirada amedrentadora al muchacho de la chaqueta roja con cremallera y sacudió

la afeitada cabeza.

—No puedes entrar con eso ahí.

Los aproximadamente cincuenta adolescentes que hacían cola ante el club Pandemónium se

inclinaron hacia adelante para poder oír. La espera era larga para entrar en aquel club abierto a

todas las edades, en especial en domingo, y no acostumbraba a suceder gran cosa en la cola. Los

gorilas eran feroces y caían al instante sobre cualquiera que diera la impresión de estar a punto de

causar problemas. Clary Fray, de quince años, de pie en la cola con su mejor amigo, Simon, se

inclinó como todos los demás, esperando algo de animación.

—¡Ah, vamos!

El chico enarboló el objeto por encima de la cabeza. Parecía un palo de madera con un

extremo acabado en punta.

—Es parte de mi disfraz.

El portero del local enarcó una ceja.

—¿Qué es?

El muchacho sonrió ampliamente. Tratándose de Pandemónium, tenía un aspecto de lo más

normal, se dijo Clary. Lucía cabellos teñidos de azul eléctrico, que sobresalían en punta alrededor

de la cabeza igual que los zarcillos de un pulpo sobresaltado, pero sin complicados tatuajes

faciales ni grandes barras de metal atravesándole las orejas o los labios.

—Soy un cazador de vampiros. —Hizo presión sobre el objeto de madera, que se dobló con la

facilidad de una brizna de hierba torciéndose hacia un lado—. Es de broma. Gomaespuma. ¿Ves?

Los dilatados ojos del muchacho eran de un verde excesivamente brillante, advirtió Clary: del

color del anticongelante, de la hierba en primavera. Lentes de contacto coloreadas,

probablemente. El hombre de la puerta se encogió de hombros, repentinamente aburrido.

—Ya. Entra.

El chico se deslizó por su lado, veloz como una anguila. A Clary le gustó el movimiento airoso

de sus hombros, el modo en que agitaba los cabellos al moverse. Había una palabra en francés que

su madre habría usado para describir al muchacho: insouciant, despreocupado.

—Lo encontrabas guapo —dijo Simon en tono resignado—, ¿verdad?

Clary le clavó el codo en las costillas, pero no respondió.

Dentro, el club estaba lleno de humo de hielo seco. Luces de colores recorrían la pista de baile,

convirtiéndola en un multicolor país de las hadas repleto de azules, verdes ácidos, cálidos rosas y

dorados.

El chico de la chaqueta roja acarició la larga hoja afilada que tenía en las manos mientras una

sonrisa indolente asomaba a sus labios. Había resultado tan fácil… un leve glamour (un

encantamiento) en la hoja, para que pareciera inofensiva, otro poco en sus ojos, y en cuanto el

encargado de la puerta le hubo mirado directamente, entrar ya no fue un problema. Por supuesto,

probablemente habría conseguido pasar sin tomarse tantas molestias, pero formaba parte de la

diversión…, engañar a los mundis, haciéndolo

...

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