Cien Facetas Del Sr. Diamonds
nidelvis22 de Junio de 2013
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CIEN FACETAS DEL SR. DIAMONDS
Volumen 1: Luminoso
¡Es guapo, poderoso y multimillonario!
El Sr. Diamonds, personaje fascinante en más de un aspecto, va a seducir a la joven y guapa Amandine y a llevarla a descubrir un mundo hasta entonces desconocido para ella, hecho de lujo, placeres y, sobre todo, de relaciones carnales voluptuosas e insaciables.
Pero, cuidado, tan sólo se ha entreabierto la puerta del deseo, ahora queda saber a dónde nos llevará...
Luminoso es el primer volumen de Cien Facetas del Sr. Diamonds, ¡la saga hará olvidar Cincuenta sombras de Grey!
1.Un tren llamado deseo
Miro el paisaje desfilar por la ventana. El tren acaba de salir de la estación de Montparnasse y la
periferia que pasa ante mis ojos me parece gris y taciturna, a juego con mi estado de ánimo. No me
apetece en absoluto pegarme dos días entre viñedos. Tenía previsto quedarme esta tarde
tranquilamente en casa y Marion me había propuesto ir mañana por la tarde al cine, como todos los
viernes. Pero Éric tenía otros planes para mí. Mi jefe me cae bien, ha decidido hacerse cargo de mí e
impulsar mi carrera, haciéndome asumir un montón de responsabilidades pero, en este caso, me está
pidiendo demasiado. Trabajo como becaria desde hace seis meses en su empresa Web dedicada a la
enología. Éric, 37 años, soltero y sin niños, trabaja veinte horas al día, o casi, y a veces le cuesta
entender que Émilie y yo no sintamos la misma pasión que él. Sólo somos tres en el equipo: Éric se
encarga de escribir, Émilie de las tareas administrativas y yo estoy de prácticas para terminar mi
último curso de periodismo. — Mi pequeña Amandine, si trabajaras un poco más, ¡llegarías lejos! —
me dice de vez en cuando.?Lo que no me he atrevido a confesarle es que no comparto la ambición que
mueve a mis compañeros de promoción y que he escogido las prácticas en esa pequeña empresa
porque fueron las únicas que encontré ya que, para variar, lo dejé para el último momento. No es que
no me guste el periodismo, todo lo contrario, me encanta escribir, pero no estoy hecha para el trabajo
de campo. Soy demasiado tímida, demasiado impulsiva, demasiado... yo: todo y todo lo contrario.
Puede que con 22 años ya vaya siendo hora de que me encuentre a mí misma. Mi día a día es una
retahíla constante de preguntas: «¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿A dónde pertenezco? ¿Qué hacemos?
¿Qué quiero?».
Y «No sé» es mi respuesta favorita.
Todos los pasajeros de este vagón del TGV se han dormido o están ensimismados con la cabeza en
otra parte. Saco mi tablet para intentar trabajar un poco. El viaje París-Angoulême sólo dura dos horas
y media así que tengo que más me vale que me espabile antes de llegar. Eric me ha puesto al corriente
antes de marcharme y me ha metido un poco de presión: «Amandine, yo no puedo ir, pero estos dos
días son muy importantes. Confío en ti pero es absolutamente necesario que consigas intercambiar
unas palabras con Gabriel Diamonds». Gabriel Diamonds… Ese hombre es un mito en el mundo del
vino. Este multimillonario, magnate de la prensa, posee casi todas las publicaciones internacionales
relacionadas con el vino. Pero, sobre todo, es uno de los mayores amateurs de vino del mundo y, poco
a poco, se ha ido haciendo con los mejores viñedos de Francia. Organiza todos los años un gran evento
en el Château de Bagnolet para dar a conocer sus viñas e impulsarlas. No sé muy bien por qué pero,
aparentemente, todo el mundo mataría por asistir. La guinda del pastel de estos dos días de festejos
entre un lujo desbordante es un concierto de música clásica que Diamonds ofrece a sus invitados más
cercanos. Suele invitar a la prensa especializada pero solo un selecto grupo de periodistas tiene el
honor de asistir al concierto y de acercarse más a Diamonds. Contemplo atentamente la bella
invitación color crema impresa en papel grueso que llevo en el bolso y acaricio con el dedo el relieve
de las grandes letras doradas que rezan: «Gabriel Diamonds tiene el placer de invitarle». El placer no
es mutuo. Todavía no he llegado y ya me está estresando, pero al mismo tiempo, siento curiosidad,
estoy intrigada. He escuchado hablar hasta la saciedad de ese misterioso señor?Diamonds, tanto en
boca de Eric, como en cenas y periódicos. Todavía no me creo que me estén mandando aquí.
Me doy cuenta de que no sé ni siquiera cuántos años tiene ni cómo es su rostro ; lo busco en Google
con un puntito de impaciencia. Intento tranquilizarme, no puede ser tan impresionante. Su página de
Wikipedia me cuenta un poco sobre él: Gabriel Diamonds, 35 años, nació en Estados Unidos, de
madre francesa y padre norteamericano. Creció en una familia más que acomodada y después vino a
estudiar a Francia. Actualmente vive entre estos dos países. Aumento el zoom para ver mejor la foto y
descubro a un hombre con un rostro escultural. Su marcada mandíbula le da un aire muy viril. Su
cabello rubio, con un corte impecable, enmarca una frente grande y ancha. Por encima de la nariz, fina
y recta, sus ojos de color azul intenso tienen algo enigmático. Un azul con matices negros. La mirada
tenebrosa contrasta con la dulzura de su boca, divinamente enmarcada por unos labios carnosos, que
se abre a unos dientes perfectos. Aunque no me tranquiliza demasiado, ahora lo entiendo mejor: una
cara así no deja indiferente a nadie. Me doy cuenta de que la foto me ha dejado impactada, me pongo a
pensar con cierta excitación en este viajecito de dos días. No obstante, sé que acercarme al señor?
Diamonds será un auténtico reto para mí. Éric me ha pedido que prepare varias preguntas para incluir
una pequeña entrevista en mi artículo, empiezo a garabatear algunas ideas en el cuaderno pero la foto
atrae constantemente mi mirada, de forma casi magnética. Tengo la cabeza en las nubes y me cuesta
concentrarme en lo que hago. Pienso en Éric, que estaba enormemente decepcionado por no poder
asistir a esta fiesta entre viñas del señor?Diamonds, y en mí, que no me apetecía en absoluto. ¿Estaré
cambiando de opinión…?
Busco más fotografías de Gabriel Diamonds en Internet. No hay muchas, parece que ha intentado
proteger su intimidad. Sin embargo, en una de ellas se le ve perfectamente, de pie, en una ceremonia
vitícola. Es más alto que la mayoría de los hombres que conozco, parece esbelto y bien proporcionado.
A la vista de su ancha espalda, los sólidos hombros y las nalgas musculosas, Gabriel debe de ser un
deportista constante o ha sido agraciado con una fuerza natural. Resulta casi irritante. Y, para
conservar la armonía, parece tener un sentido innato del estilo. Está vestido de forma elegante, sin
pecar de sofisticación. Un traje negro sobrio y chic deja entrever una camisa blanca cuyos tres
primeros botones están abiertos, dejando al descubierto un torso tan bronceado como su cara. Me
sorprendo analizando detalladamente a este hombre que apenas conocía hace unos minutos. Bueno, de
acuerdo, es muy atractivo. He de admitir que su físico inusual, esa presencia, ese porte y esa altura me
causan un efecto increíble. Suspiro y cierro los ojos tras mirar una vez más las dos fotos de Gabriel
Diamonds. Sin darme cuenta, me sumerjo en un sueño increíblemente dulce, con una sonrisa en los
labios y la mente repleta de fantasías.
Montado sobre un purasangre de raza, me domina desde arriba y su prestancia me hace sentir todavía
más pequeña. Además, mi pelo castaño demasiado lacio y liso, los vaqueros metidos en unos botines
planos de lo más sencillo y el holgado chaquetón negro no me ayudan a ganar confianza. Él, sin
embargo, está vestido con ropa de montar chic y me mira con dureza.
— Llega tarde — me regaña con voz viril, mirándome fijamente con esos ojos azules.
– Sí, perdón…
– Ahórreme sus excusas. ¿Quién es usted?
— Eh... Vengo para la entrevista.
¿Qué me pasa que no puedo más que balbucear como un zoquete incapaz de hilvanar dos palabras sin
vacilar?
— Creo que le he preguntado quién era usted. No a qué se dedica. — Ah. Sí, disculpe, trabajo de
becaria para Éric Chopard. La página Web de vinos. — Ya sé quién es. Pero sigo sin saber nada de
usted. Salvo esa manía de pedir perdón constantemente. ¿Tiene un nombre, «becaria de Éric
Chopard»?
— Sólo intentaba ser educada. Pero puedo parar si lo prefiere.
Su forma de mirarme por encima del hombro empieza a molestarme. Me ha puesto el dedo en la llaga
con su último comentario. Pero, a juzgar por su mirada oscura, los labios entreabiertos y el silencio
posterior, parece que tampoco le ha gustado la insolencia de la respuesta. No debe de estar
acostumbrado a que le planten cara. Reanudo e intento decir rápidamente.
— Amandine. Amandine B…
No me da tiempo a decirle mi apellido, me interrumpe.
¡Viva la educación!
— Amandine. Bien, su nombre es el diminutivo de almendra. Es bonito, afrutado. Aunque un poco
azucarado. Amande
...