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Conectores De Un Ensayo

kellyvvl27 de Marzo de 2014

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Partes de un ensayo

Otro aspecto que hay que recordar es la estructura tradicional del ensayo. En torno a esto, a pesar de que hoy día pudiera discutirse su vigencia, con el hecho de que será considerada menos estática de lo que se ha dicho hasta ahora, se está reivindicando lo que es su canónica división. Ahora, como la tesis fundamental consiste en que se debe expresar por escrito, a través de una redacción coherente y, por lo tanto, entendible, se considera que es preciso – para lograr esa sindéresis – que se atienta a una estructura fija que en su movimiento interno, aunque parezca paradójico, posee cierto dinamismo. Esto se expondrá más adelante. Tal estructura está compuesta por esas tres partes, por demás conocidas, que responden a los nombres de Introducción, Desarrollo y Conclusión. A ellas se les ha asignado las características formales y de contenido que se expresan a continuación:

3.1. La Introducción. Aquí se encuentra la idea inicial que se desarrollará después y que permite abordar el tema a tratar.

En su aspecto formal es recomendable que esta parte esté expresada en un solo párrafo, con las características que ya se deben haber tocado, cuando se abordó el tema específico y cuando – si es el caso – se explicaron otros instrumentos como la narración de experiencias, el informe técnico, el comentario de textos, por ejemplo. En su aspecto interno, demás estaría decir que el párrafo debe poseer una unidad de pensamiento. Y esta unidad debe girar en torno a una idea central, para lo cual se está proponiendo las siguientes:

Planteamiento de un tema. Aquí se enunciará el tema a desarrollar en el ensayo. No se ofrecen sus características ni mucho menos, por cuanto eso corresponderá al desarrollo. Lo más que se puede hacer es indicar su ubicación en tiempo y en espacio. Así se hará más aprehensible el mensaje emitido. Un ejemplo específico de este tipo se ve en el artículo “La desmoralización”, de Enrique Castellanos, estudiado por nosotros pare estos efectos y publicado en la página A-4 de El Nacional, el 18-11-87. Para su análisis se ha anexado al final de la exposición (Anexo 6.1.2, pág. 44). Como podrá apreciarse, el autor comienza enunciando el tema, en el primer párrafo. Luego desarrolla desde su óptica personal y termina comprobando la verdad – según él – de lo que había planteado en el comienzo. Para ser coherentes con proposiciones teóricas hechas aquí y formuladas en otras oportunidades, se le han hecho dos objeciones formales. En primer lugar, se observa que el párrafo está construido con un solo período, una sola oración. Por ello se hace larga la afirmación. Siempre se ha sostenido que el uso de períodos (oraciones) breves ofrecen al texto una mayor claridad, una menor anfibología y, por ende, una mejor comunicación. En consecuencia, es conveniente que, como mínimo, el párrafo debería tener dos períodos que contuviesen las ideas siguientes:

a) Enrique IV dijo una vez que Paris bien valía una misa.

b) Justificaba, de manera prestigiosa y oficial...(hasta el fin: recomendación, ya citada, de no emplear – hasta donde se pueda – períodos demasiado largos, porque pueden producir cargas de ambigüedad, de pesadez o de reiteración). La otra objeción radica, precisamente, en el final. Si el autor hubiese omitido la última sentencia alusiva a Urdaneta y termina el ensayo en: ...”Paris bien vale una misa”, hubiese cerrado con la misma idea concluyente con que había iniciado su disertación. Sin embargo se ha venido empleando el artículo como ejemplo del planteamiento del tema.

Planteamiento de una interrogante: Cuando éste sea el tipo de ensayo a redactar, el autor podrá intitularlo con una interrogante. Pero esto también podrá estar al comienzo de la introducción, en el medio o al final de la misma. En nuestra praxis de los últimos años se ha preferido que la pregunta se coloque al final, como podrá observarse en los anexos respectivos. Esa pregunta debe orientar a quien escribe, a través de todo el desarrollo, para así concluir con una respuesta. Algunas veces la interrogante se presenta como una disyunción. V.g.: La apertura petrolera. ¿Problema o solución?.

Cuando éste sea el caso, se deberá orientar a los alumnos en que, semánticamente, el autor ya está ofreciendo un juicio de valor. Es decir, será partidario del segundo elemento de la disyunción. Otras la interrogante aparece como título. V.g.: ¿Todos los caminos conducen a Roma? Con mucha seguridad en este ejemplo el autor considera que no es verdad. Y todo esto tendrá que ser comprobado en la conclusión.

Planteamiento de un problema. Necesariamente se tendrá que explicar muy brevemente que un problema es algo así como una contradicción entre un propósito fijado y en las posibilidades que el entorno ofrece para su realización. Todo problema indica la finalidad de la exposición que se quiere hacer. Un ejemplo palpable podría ser el siguiente: “Educación preescolar y brecha educacional”. En este ensayo el problema radicará en sostener – es un decir – que la asistencia al preescolar debe reducir la brecha educacional que podría presentarse en el primer grado, cuando en él hubiese alumnos con una inscripción directa. Otro problema podría ser el de la estratificación social del profesor y la realización lingüística de sus alumnos. Aquí la contradicción estaría en afirmar (o negar) que en la medida en que ascienda (o descienda) el estrato socioeconómico del educador, mejorará (o desmejorará) la competencia comunicativa de los educandos. Sobre ese ideario debe plantearse el problema en la introducción. Ello permitirá que él se transforme en el núcleo de las disgresiones conceptuales que se expondrán en el desarrollo. En atención a esto, si es el caso que nuestro ensayo se refiera a un problema en particular, nada sería más lógico que iniciarlo con su planteamiento. Así se abrigarían posibilidades que serían esperadas por el lector. Hay que tener presente que no siempre ese lector satisfará sus expectativas. Como se trata de una posición personal, es posible que nuestro desarrollo o nuestra solución no lo convenzan. Esto sucede, a menudo, cuando el lector también posee criterios propios sobre el tópico que se está exponiendo. Pero también pudiera ocurrir que se tengan posiciones coincidentes o – mucho mejor – que los razonamientos aquí expuestos hagan que él modifique su conducta frente a lo explicado.

Antecedentes del tema a tratar. Tal introducción se justifica cuando el ensayista decida enfocar el tema, a través de una panorámica histórica. Por ello, necesariamente deberá iniciar su ensayo comunicándole a los lectores lo que ha sucedido antes, la manera como ha sido enfocado o resuelto, en otras oportunidades, el tema en cuestión. En otras palabras, el pasado.

Definición de términos. Éste es el tipo de ensayo que más se aleja de la concepción Orteguiana: “La ciencia menos la prueba explícita”. En consecuencia es el que más se acerca a un trabajo monográfico. Ello se debe a que como van a definirse términos, obligatoriamente se tendrá que citar (en el desarrollo) conceptos que, sobre el mismo tema, han emitido otros autores. Por tales razones, el desarrollo se transforma en una especie de marco teórico sobre el cual – a través de la evaluación o comparación – se irá formando el cuerpo del ensayo. Un ejemplo de este tipo puede estar en que si se va a escribir sobre la contaminación, sería plausible iniciar definiendo el término en su más variada concepción. Ello nos proporcionará los diferentes conceptos que deben abordarse más adelante y luego las proposiciones personales – si es que las hay – podrán ser comparadas con las definiciones dadas en la introducción o con las tesis expuestas en el desarrollo. Si no se tienen proposiciones personales, entonces podemos inscribirnos en alguno de los planteamientos formulados en el desarrollo.

Aplicación del método dialéctico. Ya en un grado mayor de abstracción podría aplicarse este método, que es bastante conocido. Y si se afirma que para su aplicación debe operarse un proceso de mayor complejidad, es porque se requiere de otros conocimientos colaterales, como son el origen de la dialéctica y el método marxista de investigación. Sólo se ha tomado una referencia de lo que el propio Marx, en la introducción a los Grundisse, llamó “método de exposición”. Consideró este autor que una exposición (llamada aquí ensayo) debe descubrir (en el sentido de dar a conocer) los elementos que integran la contradicción, para que puedan entenderse sus relaciones dialécticas, el orden y el movimiento a que están sometidas dichas relaciones. Recuérdese, que bajo esta óptica, los procesos relacionados con la naturaleza, la sociedad y el pensamiento obedecen al comportamiento de una forma de producción determinada. Y como tal, nace, se desarrolla y debe concluir para dar lugar a una forma superior de organización. De ahí la clásica tríada de Tesis (afirmación), Antítesis (negación) y Síntesis (negación de la negación). Pues bien, si es éste el parámetro escogido, nuestra introducción deberá comenzar con la tesis. Esto es, con una caracterización del statu quo y de su relación dialéctica. Por ejemplo si nuestro ensayo va a referirse al estado actual de una institución determinada, la introducción describirá pormenorizadamente sus problemas, sus relaciones, su morfología, su significado. Sólo así su producto será comparable con el resultado que se obtenga después de la antítesis.

3.2. El Desarrollo: En esta segunda parte de las que comprende

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