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Cual es La prosa narrativa de Borges por Alarazki


Enviado por   •  2 de Julio de 2017  •  Apuntes  •  1.579 Palabras (7 Páginas)  •  313 Visitas

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LA PROSA NARRATIVA DE JORGE LUIS BORGES

Jaime Alazraki

I- BORGES Y EL PROBLEMA DEL ESTILO

Para poder abarcar el tema del “problema del estilo”, el autor hace un recorrido por la literatura del modernismo. Así afirma que la prosa modernista de Hispanoamérica, con Martí y Darío, era adversario de lo vulgar y enemigos  de la efusión retoricísta heredada por el realismo español; así, los modernistas crearon una prosa virtuosa cuyo ideal era la belleza eterna del arte.

Para ello, a lo vulgar opusieron su exaltado culto a la belleza y al arte; a la pesadez de la sintaxis, la agilidad de la oración breve, la frase nominal, los ritmos musicales típicos del verso y, en general, la armonía de las combinaciones sintácticas; al acartonado retoricismo de frases hechas y voces gastadas, una constante acuñación de voces nuevas (neologismos), renovación de las antiguas (arcaísmos) e incorporación de extrañas (prestamos). Cumplió así, su objetivo: crear una prosa llena de color y melodías, pero que en sí era un artificio, porque su gran debilidad se veía en que los temas de esos cuentos o novelas quedaban aplastados bajo el color o ensordecidos por el ritmo de la prosa (se basaba más en descripción que en narración).

 Los esfuerzos del modernismo por dignificar la prosa castellana crearon el mito del estilo. Para Lugones, Cervantes carecía de estilo. Ese mito del estilo que condena el “humilde idioma” de Cervantes constituye el punto de partida de los juicios de Borges sobre el español y el estilo de su prosa. En su ensayo “El idioma de los argentinos” -1927- Borges define la razón de ser del lenguaje “no en su número de signos, sino en el número de representaciones de que es capaz”. La riqueza del idioma dependería, entonces, no de la extensión de su diccionario (superstición aritmética) sino de “un gran pensamiento o de un gran sentir, vale decir una gran literatura poética o filosófica”. Esta idea del lenguaje determina, en Borges, su concepto del estilo: si el lenguaje es representación, el estilo es la eficacia con que el lenguaje funciona en la expresión de una intuición o de una idea.

Por eso, cuando se critica la prosa de Cervantes, Borges retruca: “Prosa de sobremesa, prosa conversada y no declamada, es la de Cervantes, y otra no le hace falta”.

Es decir: una prosa atenta a las necesidades del tema, una prosa que no se distrae en el regusto de las palabras, sino que va construyendo con integridad ese mundo, esas vidas, que llenan a su autor. Tanto insistieron los modernistas en el color y el ritmo, en lo ornamental y lo sensorial, que estas cualidades pasaron a ser las bases del estilo. Estilista era quien podía dar mayor brillo a una frase, el que hacia mayor riqueza verbal y de ingenio rítmico. A este concepto de estilo hace referencia Borges cuando dice: “Es verdad, basta revisar unos párrafos del Quijote para sentir que Cervantes no era estilista y que le interesaban demasiado los destinos del Quijote y Sancho para dejarse distraer por su propia voz”.

Borges, en sus inicios, debió experimentar los hallazgos del modernismo antes de crear una prosa diferente y personal. Sin embargo en esos años revela algunos rasgos de su actitud más tardía hacia el estilo. Prefiere además la literatura española, el que más le atrae es Unamuno. Le entusiasma el desdén este autor por las  “tecniquerías”, su desprecio por el “literatismo” y su lucha contra el anquilosamiento casticista. Se comprende: Unamuno descreía del valor ornamental de la palabra, de esa cuerda estética que los modernistas habían teñido hasta la fatiga. Ambos autores (Borges y Unamuno) coinciden en el concepto representativo y no ornamental del lenguaje.

La narrativa de Borges representa una doble renovación en la literatura hispanoamericana: temática y formal. De lo realista y psicológico –tono mayor de las literaturas hispánicas- Borges pasa a lo imaginativo. La literatura fantástica de Borges, rica y compleja en temas, busca nuevas virtudes en el lenguaje, una imagen diferente del estilo: austeridad, rigor, precisión. Vuelve la espalda al lujo verbal del modernismo. Borges escoge las palabras y construye las frases con el rigor de un algebrista y, paralelamente, elucida en sus ensayos su nuevo concepto del estilo en contraposición al consagrado:

“La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o ineficacia de una pagina, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de puntación y de su sintaxis”.

Para Borges, pues, el estilo no es orfebrería sino herrería, no ornato sino función, uso, eficacia. La imagen o el adjetivo que de alguna manera no es célula viva capaz de función, es un cuerpo inútil que entorpece la buena fisiología del texto. El estilo como fetiche, sin justificación expresiva, es una vanidad que no se redime ni en su más alambicada perfección. Desde esta nueva perspectiva, Borges explica un paradójico fenómeno en la literatura española: “mientras el Quijote gana póstumas batallas contra sus traductores, un Góngora o un Quevedo, poetas de grandeza verbal, no han salido de su patria”.

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