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De La Araucana A Butamalon


Enviado por   •  27 de Mayo de 2014  •  32.735 Palabras (131 Páginas)  •  351 Visitas

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1. EL DISCURSO DE LA CONQUISTA EN LA LITERATURA CHILENA

En el amplio espectro que comprende el corpus textual de la literatura chilena, desde el siglo XVI, es indudable que el gesto inaugural, por excelencia, corresponde al discurso de la conquista, que se cumple paradigmáticamente en la escritura historiográfica de Valdivia (1545-1552) y Vivar (1558), y en la épica de Ercilla (1569). A partir de tales autores -y en especial desde la serie épico/literaria de Ercilla- se configuran las claves distintivas para la invención de Chile. No obstante, es evidente que el discurso de la conquista -desde la perspectiva de la épica que celebra el "canto" al "valor, los hechos, las proezas" de los 'esforzados españoles' en el suelo de Arauco- se ha entendido igualmente como clausura de una praxis -la del discurso de la conquista- y de un tipo homogéneo de discurso, cuya virtualidad, calidad o interés literario no excedería los límites de la colonia, aunque se reconozca la existencia de una copiosa "secuela" de La Araucana (Anderson Imbert 1987).

Por lo pronto, aplicar exclusivamente delimitaciones cronológicas a la literatura nacional supone aceptar un desarrollo estrictamente lineal del quehacer literario, que ignora o niega la existencia de un permanente diálogo entre los discursos y los actos de escritura efectuados en el pasado y los procesos de reescritura de los mismos que se verifican contemporáneamente, una vez consumados y conocidos los primeros. Del mismo modo, la especialización de los estudios críticos en torno a segmentos cronológicos -como puede serlo el periodo colonial- revela la tendencia a privilegiar un principio de unidad y de homogeneidad que regiría el corpus, en lugar de la natural diferencia y heterogeneidad que le es propio. De aquí se deriva que, en la actualidad, la escritura de los diversos eventos de la conquista de Chile acaecidos en el siglo XVI, y de la guerra de Arauco que se ha de prolongar hasta el siglo XIX, sea vista como una acción extemporánea, cuando no anacrónica, exótica, contingente o de mera reivindicación o interés ideológico, que el canon literario había situado prolijamente en su casillero correspondiente. Diversos textos de Poema de Chile (1967), de Gabriela Mistral, y, especialmente, los capítulos III y IV del Canto General (1950), de Neruda, obras de teatro como Lautaro, epopeya del pueblo mapuche (1982), de Isidora Aguirre, y novelas como Ay mama Inés (1993), de Jorge Guzmán, o Butamalon (1994), de Eduardo Labarca, aparte de muchos otros de una serie afín, constituyen los extremos emergentes de un proceso discursivo sobre la historia, la identidad y la literatura nacionales que comienza en La Araucana. A partir de una obra como ésta -aparte de la alabanza de la "buena tierra" de Chile hecha por Valdivia- se gesta el mito épico de Chile, proporcionando la imagen de una nación heroica, exenta de conflictividad y de complejidad social y cultural. Por el contrario, el examen del corpus que aquí se estudia revela la vigencia persistente de una activa escritura y reescritura sobre la conquista y sobre los procesos interculturales que ella ha implicado -perspectiva no necesariamente prevista en el canon literario-, a partir de todo lo cual se indaga en la identidad nacional y en los complejos procesos fundacionales de un país y de su memoria colectiva que supera el simple registro o "re-creación" de su constancia histórica.

Plantear este problema supone considerar, al menos -como hace Gustavo Verdesio citando el juicio de W. Mignolo (1990: 7)- que, a diferencia del corpus textual, el canon literario "no abarca la totalidad de los textos producidos por el sistema cultural del que es parte, sino que intencionalmente incluye y excluye determinados textos, privilegiando tan sólo una porción de los existentes, que representan la estética y el gusto de quienes regulan las prácticas discursivas" (1995: 257). Por lo mismo, a partir del canon se decide qué textos son relevantes o irrelevantes para esa cultura, sancionando entonces el conjunto de lecturas obligadas que sustentan una tradición cultural de rango literario. Así entendido, el canon es una de esas categorías en que la disciplina literaria pone a prueba sus propios dictámenes, puesto que la autocrítica del mismo afecta a sus propias posibilidades de existencia (Pozuelos 2000: 9), desde el momento en que el canon ejerce una labor modelizadora de conciencias mediante la selección y promoción de los textos a ser conservados, leídos o estudiados (Verdesio 1995:257)

Desde esta perspectiva, obras como las ya citadas -y otras pertenecientes a una larga y discontinua serie textual identifícable con el discurso sobre la conquista de Chile que se han seleccionado para este estudio-problematizan el canon literario de la narrativa nacional, el que

supuestamente ya estaría acotado, evaluado y sistematizado, y plantean nuevas exigencias a los estudios de los discursos coloniales, que hasta ahora no eran estimados como conflictivos sino que aparecían presumible y suficientemente cartografiados.

El problema surge desde el momento en que se discuta -o no se discuta- el modo de lectura y la correspondiente valoración crítica que exigen estos textos, y que se soslaye o, por el contrario, se problematice su filiación o pertenencia a la serie textual de la conquista de Chile y del corpus literario nacional, tal como aquí se postula. En principio, los estudios del discurso colonial ven en estas obras una genérica "reescritura de la crónica de Indias" (Invernizzi 1988, 1990) o una reedición contemporánea de la "novela histórica" (Mentón 1993). Tales juicios derivan de un proceso de asimilación de estos textos para que sean leídos y valorados dentro del canon, sin llegar a establecer el grado de conflictividad -o de rebelión- que plantean estas producciones frente a la serie legitimada por la institucionalidad literaria, lo que contribuiría a renovar, precisamente, el canon.

Algunos de los modos como se exigen o se cumplen estas restricciones del canon se advierten en el juicio de los editores -como lo ilustra el caso de Butamalón, novela que por discrepar con el editor debió ser publicada primeramente en el extranjero- y en los discursos paratextuales de las editoriales o de los propios autores que declaran la adscripción de sus obras a la serie del discurso de la conquista. Crónica del Adelantado (1991) titula Enrique Volpe su poemario sobre el descubridor de Chile; "Las fabulosas memorias de don Diego de Almagro" es el subtítulo de Hijo de mí (1992), la novela de Antonio Gil; "Crónica testimonial" y "Epopeya del pueblo mapuche" son los respectivos subtítulos de las obras de Guzmán y de Aguirre que hasta aquí se han citado.

Sin

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