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Don Juan y el «donjuanismo» en el imaginario colectivo a través de la historia


Enviado por   •  15 de Agosto de 2018  •  Ensayos  •  2.641 Palabras (11 Páginas)  •  202 Visitas

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Don Juan y el «donjuanismo» en el imaginario colectivo a través de la historia

La figura del seductor Don Juan ha sido una constante en la literatura universal incluso desde antes de que las primeras apariciones del personaje vieran la luz. Desde leyendas populares (españolas, por supuesto, pero también provenientes de otras culturas) hasta múltiples adaptaciones en diferentes disciplinas artísticas (comedias, novelas, películas, óperas), el personaje del burlador se convirtió, pues, en un arquetipo del imaginario colectivo.

En el presente trabajo presento un estudio diacrónico del personaje, pasando desde sus orígenes folclóricos hasta las ya mencionadas adaptaciones en el arte. También propondré un esquema general de las características del personaje, señalando las similitudes y diferencias entre sus distintas encarnaciones, así como establecer el prototipo (de acuerdo a la concepción de la lingüística cognoscitiva del término) del Don Juan.

Es fácil afirmar que Don Juan es uno de los personajes más emblemáticos que España ha creado para la posteridad del mundo, comparado solamente con el Quijote (también español) y el Fausto de Goethe. Sin embargo, el arquetipo del galán español, ¿es realmente de carácter español? Gregorio Marañón afirma que el mito de Don Juan, aunque sin duda tuvo origen en la península ibérica, no se trata sino de una “importación exótica, sin raíces nacionales y sin tradición”.[1]

Según Marañón, el modelo del amor español corresponde (o, al menos, correspondía en ese entonces) a “la del hogar monogámico, austero hasta rozar el misticismo”.[2] De manera que pensar en el galán libertino como alto netamente español puede sonar contradictorio. A este respecto, se puede decir que el modelo de varón castellano no está representado por Don Juan, sino más bien por «el médico de su honra», esto es, el marido, amante, padre o hermano que deposita el valor del honor conyugal en la virtud de la mujer, y que no retrocede ante nada para recuperarlo (o vengarlo, si es el caso).[3]

De manera que Don Juan viene a representar, incluso, la antítesis del varón español, pero que probablemente, después de su éxito (primero con Tirso de Molina y después con José Zorrilla), se convirtió en el ideal para los jóvenes que, cansados de su papel de «médicos de su honra», buscaban dejar atrás todos esos prejuicios y convertirse en galanes donjuanescos.

Habiendo dicho eso, es necesario aclarar que el mito nace en Sevilla, quizás producto de un cúmulo de tradiciones. Se cree que la encarnación se debe a Don Miguel de Mañara, un sevillano que recogía las características donjuanescas por excelencia, sin embargo, Marañón afirma que creer esto es un error, pues Mañara es posterior a Tirso de Molina, de manera que no podría haber servido como modelo para El burlador de Sevilla.[4] 

Habiendo hablado ya del origen histórico (si se puede llamar así) de Don Juan, es hora de comenzar con sus antecedentes literarios. Se sabe que la primera aparición del personaje como tal es en El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, pero se alcanzan a leer atisbos donjuanescos en algunas obras anteriores, como El infamador, de Juan de la Cueva o La fianza satisfecha, de Lope de Vega. Marañón afirma que en estos precursores la figura completa de Don Juan “se adivina, casi cristalizada en el ambiente. Pero todavía no había encontrado la mano creadora que le diera forma definitiva”.[5] 

Como ya lo mencioné con anterioridad, la primera aparición del modelo completo de Don Juan es en El burlador de Sevilla, obra escrita por Tirso de Molina, en la que se retratan a la perfección las pasiones humanas, tanto en la figura del burlador como en la de las mujeres burladas. En los primeros setenta versos de la obra, la personalidad de Don Juan es mostrada en su máximo esplendor: se puede ver al personaje despidiéndose de su primera víctima y, ante el descubrimiento de la impostura, incluso con la llegada del rey, Don Juan permanece imperturbable:

REY                ¿Quién eres?

D. Juan                        ¿Qué ha de ser?

                                        Un hombre y una mujer.[6]

Esto termina por sedimentar una de las características más importantes del burlador: no tiene respeto por ley alguna, ya sea humana o divina. Mercedes Saenz-Alonso dice a este respecto que cree “a Don Juan transgresor de leyes por excelencia. Sin freno alguno que le detenga de la consecución de ese terminante deseo suyo que no se encomienda a Dios ni al diablo”.[7]

Esta rebeldía de Don Juan es la que mueve sus actos, pues no permite que nada (divino ni humano) le diga lo que debe o no hacer. Existen dos posibles, según Saenz-Alonso, interpretaciones de la razón de esta actitud: la primera es “la negación a ciegas de Don Juan hacia todo lo que cortaba la libertad de su terrible antojo”;[8] la segunda, “Don Juan burlando por el placer satánico de demostrar su desprecio a las normas, a la moral, al respeto establecido, no es ya un títere guiñolesco totalmente grotesco, sino una encarnación demoníaca portadora del mal por el mal”.[9] La autora también afirma que la intención de la obra de Tirso se inclina por esta segunda opción, para presentar a Don Juan como una representación del mal.[10]

Cabe destacar el final tan peculiar que Don Juan obtiene en la obra de Tirso, pues, después de haber cometido todos sus crímenes y ser invitado por el comendador (o el fantasma del mismo) a comer, queda atrapado en un incendio y muere abrasado.[11] El personaje, sorprendentemente, aunque pide confesión antes de morir, no la consigue, y con seguridad fue a parar al infierno. Esta situación puede traer otro referente histórico: el fraile francés Louis Gaufridi, quien fue condenado a la hoguera acusado de pacto con el diablo; se supone que el fraile vendió su alma a cambio de poder conquistar a todas las mujeres sobre las cuales soplara.[12] Saenz Alonso piensa que Tirso pudo haber basado su obre en este personaje.

Pasando a la obra de José Zorrilla, presenta al antihéroe donjuanesco en todo su romántico esplendor. Saenz-Alonso dice con respecto a la versión de Zorrilla que su acierto “está en crear un protagonista romántico totalmente encajado dentro del concepto del siglo XIX (por más que absurdamente trasladara la acción a tiempos que no corresponden con los de Tirso ni con los del burlador”.[13] En esta encarnación del personaje, es él quien toma el centro de la atención, brilla mientras los demás personajes permanecen opacos.

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