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Edipo Rey


Enviado por   •  24 de Julio de 2012  •  49.450 Palabras (198 Páginas)  •  484 Visitas

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I. Enero. Tortas de Navidad

INGREDIENTES:

1 lata de sardinas

½ chorizo

1 cebolla

orégano

1 lata de chiles serranos

10 teleras

Manera de hacerse:

La cebolla tiene que estar finamente picada. Les sugiero ponerse un pequeño trozo de

cebolla en la mollera con el fin de evitar el molesto lagrimeo que se produce cuando uno la

está cortando. Lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar, sino

que a veces uno empieza, como quien dice, se pica, y ya no puede parar. No sé si a ustedes

les ha pasado pero a mí la mera verdad sí. Infinidad de veces. Mamá decía que era porque yo

soy igual de sensible a la cebolla que Tita, mi tía abuela.

Dicen que Tita era tan sensible que desde que estaba en el vientre de mi bisabuela lloraba

y lloraba cuando ésta picaba cebolla; su llanto era tan fuerte que Nacha, la cocinera de la

casa, que era medio sorda, lo escuchaba sin esforzarse. Un día los sollozos fueron tan fuertes

que provocaron que el parto se adelantara. Y sin que mi bisabuela pudiera decir ni pío, Tita

arribó a este mundo prematuramente, sobre la mesa de la cocina, entre los olores de una

sopa de fideos que estaba cocinando, los del tomillo, el laurel, el cilantro, el de la leche

hervida, el de los ajos y, por supuesto, el de la cebolla. Como se imaginarán, la consabida

nalgada no fue necesaria, pues Tita nació llorando de antemano, tal vez porque ella sabía

que su oráculo determinaba que en esta vida le estaba negado el matrimonio. Contaba Nacha

que Tita fue literalmente empujada a este mundo por un torrente impresionante de lágrimas

que se desbordaron sobre la mesa y el piso de la cocina.

En la tarde, ya cuando el susto había pasado y el agua, gracias al efecto de los rayos del

sol, se había evaporado, Nacha barrió el residuo de las lágrimas que había quedado sobre la

loseta roja que cubría el piso: Con esta sal rellenó un costal de cinco kilos que utilizaron para

cocinar bastante tiempo. Este inusitado nacimiento determinó el hecho de que Tita sintiera

un inmenso amor por la cocina y que la mayor parte de su vida la pasara en ella,

prácticamente desde que nació, pues cuando contaba con dos días de edad, su padre, o sea

mi bisabuelo, murió de un infarto. A Mamá Elena, de la impresión, se le fue la leche. Como

en esos tiempos no había leche en polvo ni nada que se le pareciera, y no pudieron conseguir

nodriza por ningún lado, se vieron en un verdadero lío para calmar el hambre de la niña.

Nacha, que se las sabía de todas todas respecto a la cocina -y muchas otras cosas que ahora

no vienen al caso- se ofreció a hacerse cargo de la alimentación de Tita. Ella se consideraba

la más capacitada para «formarle el estómago a la inocente criaturita», a pesar de que nunca

se casó ni tuvo hijos. Ni siquiera sabía leer ni escribir, pero eso sí sobre cocina tenia tan

profundos conocimientos como la que más. Mamá Elena aceptó con agrado la sugerencia,

pues bastante tenla ya con la tristeza y la enorme responsabilidad de manejar correctamente

el rancho, para así poderle dar a sus hijos la alimentación y educación que se merecían,

como para encima tener que preocuparse por nutrir debidamente a la recién nacida.

Por tanto, desde ese día, Tita se mudó a la cocina y entre atoles y tés creció de lo más sana

y rozagante. Es de explicarse entonces el que se le haya desarrollado un sexto sentido en

todo lo que a comida se refiere. Por ejemplo, sus hábitos alimenticios estaban condicionados

al horario de la cocina: cuando en la mañana Tita olía que los frijoles ya estaban cocidos, o

cuando a mediodía sentía que el agua ya estaba lista para desplumar a las gallinas, o cuando

en la tarde se horneaba el pan para la cena, ella sabia que había llegado la hora de pedir sus

alimentos.

Algunas veces lloraba de balde, como cuando Nacha picaba cebolla, pero como las dos

sabían la razón de estas lágrimas, no se tomaban en serio. Inclusive se convertían en motivo

de diversión, a tal grado que durante la niñez Tita no diferenciaba bien las lágrimas de la risa

de las del llanto. Para ella reír era una manera de llorar.

De igual forma confundía el gozo de vivir con el de comer. No era fácil para una persona

que conoció la vida a través de la cocina entender el mundo exterior. Ese gigantesco mundo

que empezaba de la puerta de la cocina hacia el interior de la casa, porque el que colindaba

con la puerta trasera de la cocina y que daba al patio, a la huerta, a la hortaliza, sí le

pertenecía por completo, lo dominaba. Todo lo contrario de sus hermanas, a quienes este

mundo les atemorizaba y encontraban lleno de peligros incógnitos. Les parecían absurdos y

arriesgados los juegos dentro de la

...

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