El Corazón Del Hombre-Erich Fromm
vanessavanessa3 de Enero de 2014
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Este libro recoge las ideas principales de sus libros anteriores y les da un desarrollo aún mayor. Sus columnas principales se encuentran en explicar a los diferentes tipos de agresión en conjunto a los términos de biofilia –amor a la vida— y necrofilia –que no se localiza precisamente dentro del contexto de perversión sexual—. Fromm menciona: “en este libro llevo más lejos la investigación del problema y estudio de la naturaleza del mal y de la elección entre el bien y el mal”, hallando en la cita anterior la línea principal del desarrollo en el libro. Fromm introduce en su prefacio dos nuevos términos, el “síndrome de crecimiento y el “síndrome de decadencia” cuyos conceptos emplea para darles una ontología significativa a sus términos de narcisismo, amor a la muerte, simbiosis incestuosa, independencia y amor a la vida. Por último, Fromm anuncia su relación con la ideología de Freud, quiere hacerse saber que no se considera el creador de una escuela neofreudiana sino que le da al psicoanálisis un nuevo enfoque y traducción a la nueva estructura de referencia, es decir, la aplica a su contexto histórico-social.
I. El hombre, ¿Lobo o Cordero?
Fromm empieza el capítulo con una simple –pero compleja para responder- pregunta: ¿El hombre es lobo o cordero? El autor inicia suponiendo que el lector responderá que el hombre es cordero, pues no tiene más que señalar que “la mayoría de los hombres son niños sugestionables y despiertos a medias, dispuestos a rendir su voluntad a cualquiera que hable con voz suficientemente amenazadora o dulce para persuadirlos”. Curiosamente, Fromm habla de hombres despiertos a medias, hecho que se ha repetido a través del tiempo por grandes personajes como Heráclito el oscuro y el mismo (Friedrich Nietszch).
Pero, ¿por qué la vida del hombre es tan diferente a la del cordero? ¿Por qué la historia de la humanidad ha estado manchada de sangre? Las respuestas han llevado a muchos pensadores como Hobbes a la conclusión de que homo homini lupus, que “el hombre es maligno y destructor por naturaleza, que es un homicida que sólo por el miedo a homicidas más fuertes puede abstenerse de su pasatiempo favorito”.
Entonces Fromm nos deja aún más confundidos que al principio. ¿El hombre es lobo o cordero? Erich nos hace una pregunta más, “¿supondríamos que tú y yo y la mayor parte de los hombres corrientes son lobos disfrazados de corderos, y que nuestra “verdadera naturaleza” se manifestará una vez que nos libremos de las inhibiciones que nos han impedido obrar como bestias?” Podría ser esta pregunta una respuesta al problema principal del capítulo a no ser por el simple hecho de que existen seres humanos que “reaccionan con cierto sentimiento de repugnancia cuando presentan actos de crueldad y de sadismo”.
En esta parte es cuando nos damos cuenta que el problema principal no es tan fácil después de todo. Los hombres no son lobos y tampoco son corderos, tal vez existen hombres cordero y hombres lobo lo que nos llevaría a pensar que existen dos razas humanas. Fromm omite esta solución que se ve fácil y continua con el problema. Menciona que quizá sea cierto que “los lobos no hacen sino representar la cualidad esencial de la naturaleza humana de manera más franca que la mayoría” lo que nos conduce a la siguiente pregunta: “¿el hombre es fundamentalmente malo y corrompido, o es fundamentalmente bueno y perfectible?”
En el Antiguo Testamento no menciona que la desobediencia de Adán sea un acto de maldad y corrupción. Para Fromm, “la desobediencia es la condición para el conocimiento de sí mismo por parte del hombre, por su capacidad de decidir, y así, en último análisis, ese primer acto de desobediencia es el primer paso del hombre a su libertad”. Así pues, para el Antiguo Testamento –y su cultura implicada- el hombre posee dos caminos a elegir uno, el del bien y el del mal.
Con la venida de la Iglesia Cristiana, la desobediencia se volvió pecado y con ellos el hombre se volvió fundamentalmente malo. Pasó el tiempo con esta misma concepción del hombre hasta que los pensamientos ilustrativos tomaron un paso en la dirección contraria. “Sostenían que toda la maldad del hombre no era más que resultado de las circunstancias y, por ende que el hombre no tenía en realidad que elegir. Cámbiense las circunstancias que produce el mal, y se manifestará automáticamente la bondad original del hombre”.
Fromm anuncia que este pensamiento es sumamente optimista y que no debemos dejarnos llevar por el. Dice también que “seria difícil no ver la potencia y la intensidad de la capacidad destructora humana”. Siempre balanceado, Fromm anuncia que tampoco es bueno dejarse llevar por la opinión derrotista del hombre fundamentalmente malo ya que “la intensidad de las tendencias destructoras no implica de ninguna manera que sean invencibles o ni aún dominantes” y que “las guerras son primordialmente consecuencia de fuerzas psicológicas”.
Fromm explica que “las guerras son consecuencia de la decisión de desencadenarlas de líderes políticos” pero que “esos hombres no son diferentes del hombre ordinario: son egoístas con poca capacidad para renunciar a las ventajas personas en beneficio de otros”. Es decir, que no son crueles ni malignos. Fromm enuncia que “el hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad, y no el hombre malvado y sádico”.
El capítulo termina con la exposición de la forma más maligna y peligrosa de la orientación humana: “El síndrome de decadencia” que es el que “mueve al hombre a destruir por el gusto de la destrucción y a odiar por el gusto de odiar”. Así pues, -dice Fromm- es innegable que cada individuo avanza en la dirección que ha elegido: la de la vida o la de la muerte, la del bien y la del mal. Resolviendo así, la pregunta principal.
II. Diferentes formas de violencia.
En el presente capítulo, Fromm habla acerca de los diferentes tipos de violencia y sus respectas motivaciones inconscientes; “pues sólo el conocimiento de la dinámica inconsciente de la conducta nos permite conocer la conducta misma, sus raíces, su desarrollo y la energía de que está cargada”.
El primer tipo de violencia a la que Fromm se refiere –y la primera dentro del rango patológico- es la violencia lúdica. En esta “la motivación principal […] es el despliegue de destreza, no la destructividad”.
Erich nos habla que el miedo es el principal motor de este tipo de violencia y que este miedo puede ser real o imaginario. La violencia reactiva es la que “se emplea en la defensa de la vida, de la libertad, de la dignidad, de la propiedad ya sean de uno o las de otros”. Este miedo imaginario es la base para la manipulación de líderes políticos. Ellos cambiarán el concepto de la guerra en pos de intereses a un concepto de defensa nacional. Fromm menciona que “esta persuasión –a defenderse cuando en realidad se está atacando- depende sobre todo a la falta de pensamiento y sentimiento independientes, y de la dependencia emocional de la inmensa mayoría de la gente respecto a sus jefes políticos. Siempre que exista esta dependencia, se aceptará como real cualquier cosa que se exponga con fuerza y persuasión”. Otro motivo que atañe Fromm es la frustración, el occiso cree que puede conseguir el fin fallido mediante el uso de la violencia.
Otro tipo de violencia relacionada íntimamente con la violencia reactiva es la violencia vengativa . Erich explica que “el daño ya ha sido hecho, y por lo tanto la violencia no tiene función defensiva. Tiene la función irracional de anular mágicamente lo que realmente se hizo”. Según Fromm, en individuos con patología severa, la violencia pasa a formar parte primordial de su vida. Sin ésta, la pérdida de identidad y de objetivos en la vida amenaza al sujeto. Este tipo de violencia puede ser por dos factores, dice Fromm, por escasez psíquica que impregna al individuo –o al grupo- y que convierte la venganza en un medio para recuperar lo perdido y por el narcisismo .
El quebrantamiento de la fe es otro tipo de violencia en el que “la fe en la vida, en la posibilidad de confiar en ella, de tener confianza en ella, se quebranta”. Esto tiene consecuencias graves en el individuo pues empieza a odiar la vida y por ende a destruir cualquier cosa relacionado con ella .
Inmediatamente después y subiendo en la escala de la patología, Fromm habla de la violencia compensadora . Explica que “el hombre no puede tolerar la pasividad absoluta. Se siente impulsado a dejar su huella en el mundo, a transformar y a cambiar, y no sólo a ser cambiado y transformado”. Aquel hombre que no puede crear vida, la destruye. “Así, se venga de la vida porque ésta se la niega. La violencia compensadora es precisamente la violencia que tiene sus raíces en su impotencia, y que la compensa.
El sadismo se deriva de la violencia compensadora. “Es un impulso hacia el control absoluto sobre un ser vivo” . Fromm nos dice que este impulso es tan fuerte como el sentimiento de vivir. Así pues, el hombre –por lo mismo de ser hombre- compensa su invalidez. Además, Fromm sostiene que para el único remedio para la destructividad compensadora es encaminar al sujeto a una potencialidad creativa. Pero este tipo de hombres no destruyen por el gusto de destruir, “en su misma negación de la vida aún demuestran su necesidad que sienten de vivir y de no ser un inválido”.
El último tipo de violencia es la sed de sangre arcaica. Fromm explica: “No es la violencia del impotente; es la sed de sangre del hombre que aún está envuelto en su vínculo con la naturaleza. La suya es la pasión de matar como
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