El Decálogo En "El Almohadón De Plumas"
flor8617 de Septiembre de 2014
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ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................3
2. CUERPO ......................................................................................................................3
3. CONCLUSIONES ......................................................................................................16
4. BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................17
1. INTRODUCCIÓN
Horacio Quiroga (Salto, 1878 - Buenos Aires, 1937) es un escritor uruguayo radicado en Argentina. Sus obras más trascendentes son los cuentos. En 1917 publica Cuentos de amor, de locura y de muerte, un libro de cuentos, en el que se incluye "El almohadón de plumas".
En 1927, Quiroga publicó el Decálogo del perfecto cuentista, donde estableció diez consejos o normas a modo de manual o guía para quienes quisieran escribir.
A pesar de que el Decálogo fue escrito después que "El almohadón de plumas", en la presente monografía nos proponemos analizar si en el cuento se cumplen aquellos pos-tulados. Para hacerlo, vamos a enumerar cada uno de ellos y los relacionaremos con alguna parte del cuento, con la vida del autor o con lo que este nos intenta transmitir en su texto.
2. CUERPO: LOS DIEZ CONSEJOS
2. 1. PRIMERO
"Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo."
Quiroga no es la excepción a esta regla. Su gran maestro era Poe, será por eso que también es al primero que nombra en su norma. Él mismo dice:
Poe era en aquella época el único autor que yo leía. Ese maldito loco había llegado a dominarme por completo; no había sobre la mesa un solo libro que no fuera de él. Toda mi cabeza estaba llena de Poe… [menciona personajes y textos de Poe, como Ligeia, Valdemar, Dupin, Sras. De Espanaye, Berenice] Pero entre todos, el “Tonel del Amon-tillado” me había seducido como una cosa íntima mía: Montresor, El Carnaval, Fortuna-to, me eran tan comunes que leía ese cuento sin nombrar ya a los personajes; y al mis-mo tiempo envidiaba tanto a Poe que me hubiera dejado cortar con gusto la mano dere-cha por escribir esa maravillosa intriga.
Además, damos cuenta de que es su maestro porque en "El almohadón de plumas", toma las características de la poética de Poe:
La brevedad: Nuestro cuento posee esta característica, ya que no solo es un cuento breve en cuanto a su extensión, sino que también tiene una unidad temática y se lee de una sola vez.
La unidad de construcción, de efecto, de interés; la unidad tonal: En “El almohadón de plumas”, la unidad de construcción se da porque el autor no utiliza palabras de-corativas, sino las justas y necesarias para que el lector entienda lo que quiere expre-sar y, al mismo tiempo, utiliza los adjetivos precisos que aumentan la fuerza expresi-va de los sustantivos o de la idea que quiere transmitir. (Ver 2.6. SEXTO Y SÉPTI-MO). Al mismo tiempo, todo lo que escribe apunta hacia el final, no hay palabras u oraciones irrelevantes para la historia. Observamos cómo en nuestro cuento el autor crea esta unidad de efecto desde la primera oración: "Su luna de miel fue un largo escalofrío", ya que apenas leemos esta frase, queremos averiguar por qué dice que "fue un escalofrío". Y, por la unidad tonal del cuento, desde más o menos la mitad del relato, ya sabemos que Alicia va a morir: "Fue ése el último día que Alicia estuvo levantada." El autor no nos cuenta directamente esto, pero lo anticipa. Sin embargo, por la unidad de interés, queremos seguir leyendo para conocer cómo se desarro-llarán los hechos, de qué manera el autor terminará el cuento.
El final: El final del cuento deberá cerrar el orbe cuentístico en forma sorpresiva e imprevisible. Todos los elementos y recursos utilizados están en función del final, que debe conseguir un efecto sorprendente. Según Poe, este efecto debe producir una estremecedora sensación de misterio, la misma que nos invade cuando algo extraño o sobrenatural acontece en el mundo cotidiano, cuando percibimos que la existencia diaria no está exenta de posibilidades insólitas. Esa sensación se ve reforzada si el autor prescinde de elementos mágicos, sobrenaturales o que escapan a una explica-ción lógica, y logra poner de manifiesto los imprecisos límites entre lo real y lo irre-al. Esta propuesta conlleva cambios en el manejo del lenguaje, que abandona lo des-criptivo y denotativo para volverse alusivo, connotativo y evocativo.
El final de “El almohadón de plumas” es sorpresivo debido a que no nos esperába-mos que hubiese un bicho en el almohadón de Alicia, que le chupara la sangre. Todos los elementos están en función del final, pero el lector puede pasarlos por alto en una primera lectura. Como el autor no utilizó ningún hecho sobrenatural o mágico, le da un mayor efecto de misterio y de horror, ya que no sabemos hasta qué punto puede ser un dato real y que esos parásitos existan o no. Hay una línea muy delgada entre lo real y lo irreal. Queda en el lector determinar de qué mundo forma parte ese final, si solo existe en el mundo del cuento o en la realidad. (Se amplía en 2.3. TERCERO)
2. 2. SEGUNDO
"Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo."
Quiroga, al igual que su maestro Poe, logró esa cima. Pudo tomar la esencia de Poe y reflejarla en sus cuentos, sin que por ello sea una copia. John E. Englekirk constata que “ningún prosista hispánico ha expresado tan vivamente el espíritu de los cuentos de Poe como Quiroga”.
Quiroga es considerado uno de los mayores cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos y ha dejado para la posteridad algunas de las piezas más terribles, brillantes y trascendentales de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
2. 3. TERCERO
"Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia."
“El almohadón de plumas” es uno de esos cuentos en los que el influjo era demasia-do fuerte. Si bien no imitó el cuento en sí, toma varios elementos de los cuentos de Poe, desarrolla lo aprendido de Poe de una forma dinámica.
Poe, y digamos el romanticismo en general, tiene predilección por las protagonistas pálidas, como era Madeline de The fall of the house of Usher o Berenice del cuento del mismo nombre. La herencia del escritor norteamericano es obvia en Quiroga: Alicia es “rubia, angelical y tímida”.
Poe declara en The philosophy of composition que "la muerte de una hermosa mujer es, incuestionablemente, el tema más poético del mundo". Con una mujer bella se re-laciona el amor, sin embargo, la perversidad de los protagonistas masculinos se pre-senta en el hecho de la capacidad de amar a sus heroínas sólo cuando están a punto de morir. En este caso no se trata del vampirismo concreto de los cuentos sobrenatu-rales de vampiros que abundan en la literatura gótica, sino que el vampirismo se ex-presa en el violento deseo del protagonista de poseer al ser amado para aprovecharse de sus cualidades. Así, la muerte de la amante es una posibilidad de detener la propia muerte, como el vampiro que mantiene su vitalidad alimentándose de la sangre del que ama.
Roderick de Usher y Madeline, o Jordán y Alicia son dos personas que se aman pero al mismo tiempo se destruyen. Poe describe la locura y la perversidad del amante, en cambio Quiroga se muestra más natural. Roderick de Usher entierra a su hermana Madeline sabiendo que está viva, Jordán va destruyendo a Alicia con su frialdad y carácter duro. Mas las dos heroínas aceptan obedientes su destino. Sin embargo, tan-to Poe como Quiroga saben de sobra que la víctima y el verdugo cohabitan en la misma carne, y que la belleza de la joven muerta se asemeja a la de la Medusa que petrifica al que la mira.
En “El almohadón de plumas” se manifiesta el doble vampirismo, o sea, el doble uso del horror. En el final del cuento el lector se entera de que entre las plumas del almo-hadón, “moviendo las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa”, que “en cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia”. No obstan-te, lo que realmente vacía a Alicia, es el comportamiento de su marido Jordán. Tiene el carácter duro y frío, pero “por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a cono-cer”. En efecto, el monstruo del almohadón, con todo su aspecto horrendo, es menos repugnante que el vampiro Jordán, el verdadero asesino. El parásito del almohadón le vacía el cuerpo, le saca la sangre, pero Jordán le vacía el alma.
Quiroga escribe sus cuentos tal como lo recomienda Poe y mimetiza el paisaje hasta hacerlo coincidir con los estados de ánimo de los personajes. Mientras que la vivien-da de Usher es tan sombría, triste y tenebrosa como los protagonistas, la casa de Ali-cia y Jordán parece ser una prolongación de la frialdad del marido.
Quiroga informa al lector sobre “la blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol—”, “el brillo glacial del estuco” que daba “sensación de des-apacible frío” y concluye calificándola de “casa hostil”. Todos los adjetivos
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