El Pie Del Diablo
isamarr5 de Noviembre de 2012
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ha tenido acceso ni a la farmacopea ni a los libros de toxicología. Su raíz tiene forma de
pie, mitad humano, mitad caprino; de ahí el nombre fantástico que le dio un misionero
botánico. Es utilizada como veneno probatorio por los brujos de ciertas regiones del oeste
de Africa, que la guardan en secreto. Obtuve este espécimen en circunstancias
extraordinarias, en el país de los Ubanghi. -Abrió el papel mientras hablaba, mostrándonos
un montoncito de un polvillo parduzco, similar al rapé.
-¿Y bien, señor? -preguntó Holmes con tono grave.
-Voy a contarle lo ocurrido, Mr. Holmes, porque es tanto lo que ya sabe que evidentemente
me interesa que lo sepa todo. Ya le he explicado mi relación con la familia Tregennis. Por
la hermana era amable con los tres varones. Hubo una pelea por dinero que causó el
alejamiento de Mortimer, pero pareció que las cosas se arreglaban y volví a tratarme con él
como con los otros. Era un hombre taimado, sutil y calculador, y observé en él algunos
detalles que despertaron mis sospechas; pero no tenía motivo para un enfrentamiento.
“Un día, hace un par de semanas, vino a visitarme y le mostré algunas de mis curiosidades
africanas. Entre otras, le enseñé este polvillo y le hablé de sus extrañas propiedades, de
cómo estimula los centros cerebrales que controlan la emoción del miedo y cómo la muerte
o la locura es la suerte que corre el infortunado indígena que es sometido a un juicio
probatorio por el sacerdote de la tribu. Le conté también lo impotente que es la ciencia
europea para detectarlo. No puedo decirles de qué forma se lo apropió porque no salí de la
estancia; pero no hay duda de que mientras yo estaba abriendo armarios y encorvándome
sobre cajas, se las ingenió para sustraer parte de la raíz del pie del diablo. Recuerdo bien
que me acosó a preguntas relativas a la cantidad y tiempo necesarios para que surtiese
efecto, pero ni por un instante imaginé que pudiera tener razones personales para querer
saber todo aquello.
“No pensé más en el asunto hasta recibir en Plymouth el telegrama del vicario. El rufián
pensaba que yo estaría mar adentro antes de que se publicase la noticia, y que permanecería
años perdido en África. Pero volví en seguida. Desde luego, no pude escuchar los detalles
sin quedar convencido de que se había utilizado mi veneno. Vine a verle de rondón, por si
se le había ocurrido cualquier otra explicación. Pero no podía haberla. Sabía que Mortimer
Tregennis era el asesino; que por dinero, y quizá con la idea de que si los demás miembros
de su familia enloquecían se convertiría en el único administrador de sus bienes conjuntos,
había usado contra ellos el polvo del pie del diablo, causando la demencia de dos de ellos, y
la muerte de su hermana Brenda, el único ser humano al que he amado y que me ha
correspondido. Ese era su crimen; ¿cuál había de ser su castigo?
“¿Debía recurrir a la justicia? ¿Dónde estaban mis pruebas? Sabía que los hechos eran
ciertos, ¿pero lograría hacer creer aquella historia fantástica a un jurado de campesinos?
Quizá sí y quizá no; y no podía permitirme fracasar. Mi alma clamaba venganza. Ya le he
dicho antes, Mr. Holmes, que he pasado gran parte de mi vida fuera de la ley, y que he
acabado por hacérmela yo a mi manera. Y eso fue lo que hice esta vez. Decidí que debía
compartir el destino que había infligido a otros. O eso, o le ajusticiaría con mis propias
manos. En toda Inglaterra no hay en estos momentos un solo hombre que le tenga menos
aprecio a su
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