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Héroes del pedal


Enviado por   •  8 de Julio de 2015  •  Reseñas  •  643 Palabras (3 Páginas)  •  244 Visitas

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Héroes del pedal

La bici, todos los días

"Esta lógica", concluía el ciclista dominguero, "no la aplica, evidentemente, la Policía Municipal de Madrid. A veces me he saltado un semáforo en rojo con el coche: nunca he tenido problemas con la policía. Pero una vez que me vio un uniformado saltarme en rojo el cruce de peatones de Lista con Serrano me echó una buena bronca".

Ayer no tuvo tal problema. Aunque los semáforos de Príncipe de Vergara, Castellana, Gran Vía, Paseo del Prado y otras tantas calles de Madrid que recorrió en manada a las nueve de la mañana funcionaban con regularidad, ni él, ni los miles de ciudadanos que tomaron el asfalto sobre las silenciosas dos ruedas, tuvieron la menor necesidad de respetarlos. Ayer, en las tres horas de paréntesis que dejaron a los coches como espectadores en el centro de la capital, el peligro eran los peatones. Como la señora que intentó cruzar entre el inmenso pelotón -ríanse ustedes de los ñus como locos en el Serengueti- en la glorieta de Bilbao: su atropello inevitable, y de leves consecuencias aunque peatona y ciclista rodaron por el suelo, fue uno de los pocos accidentes en los que intervino el Samur.

"De niño", contaba Perico Delgado, que se hizo grande e importante sobre una bici de carreras, "quería tener una bicicleta porque por entonces era sinónimo de libertad: podía ir al río, podía escaparme con mis amigos...". De mayores, a los niños que pedían la bici a los Reyes les queda en una ciudad como Madrid, agresiva y de malos humos, la libertad de bajar por el carril contrario de La Castellana a toda velocidad. Libertad vigilada, por supuesto. Encajonados entre vallas, ascendiendo por la Gran Vía, los ciclistas festivos son una masa estrechamente controlada por los urbanos, que contemplan impotentes cómo los coches se les desbordan, impacientes por recuperar su territorio, en sentido contrario. El Ayuntamiento les ha abierto a los contaminadores el carril-bus, pero les resulta estrecho y se desdoblan en un segundo carril. Hay nervios, caídas, efectos embudo. Padres reclamando a sus hijos. "¡Azahara, o te enteras de que hay que ir recta, sin hacer eses, o te entero yo!", grita uno.

Reivindicaciones, las justas, tan mínimas como el número de espectadores -jubilados irritados ante la invasión de su rutina dominguera, pastilleros atónitos, turistas educados, que esperan para llegar a sus museos-, y una sola pancarta, exhibida por uno vestido de bonzo, naranja, reclamando en inglés libertad para Birmania. Nadie reclama, al menos en voz alta, el asfalto para los ciclistas. Nadie recuerda lo poco amables que son, históricamente, las autoridades municipales madrileñas con los derechos de los ciclistas, ni la escasez, casi ausencia, de carriles-bici que permitan ir a trabajar en bicicleta sin

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