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LA MUSICA DEL DIABLO


Enviado por   •  6 de Marzo de 2018  •  Tareas  •  1.014 Palabras (5 Páginas)  •  149 Visitas

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LA MUSICA DEL DIABLO

Siempre antes de dormir; justo después de merendar, Aurelio Montoya tocaba el violín. No se tardaba gran tiempo; cruzaba del comedor a la sala, hasta pasar por un corredor que lo dirigía con exactitud a su salón de estudio. Un pequeño despacho, sin mucho espacio libre, con tres pequeños libreros casi repletos, estantes con distintos artículos que coleccionaba, así como un escritorio y; una pequeña sala que abarcaba casi la mitad del área, los muebles fueron tallados en sauce y delineados a mano por un carpintero vecino suyo quien se los había vendido considerablemente baratos hace poco más de diez años. Practicaba sólo por una pequeña cantidad de minutos, colocaba el violín a la altura del hombro, con el brazo izquierdo encorvado y en enfoque inclinado sostenía el clavijero, con la mano izquierda y adosando la quijada sobre la barbada, mantenía el equilibrio con el instrumento acoplado. Cansado por la canses del trabajo, deslizaba el arco por las cuatro cuerdas del instrumento con la mayor delicadez que le era viable, siempre con los ojos cerrados; murmurando en su mente la melodía que supuestamente compartían sus manos, pero escaso del más mínimo Don, alentado solo por el sentir de su espíritu atrevido, aunque sin talento alguno.

por pronta resignación, lo depositaba en el estuche de plástico negro y bordes a base de cuero que le habían donado con el aparato cuando lo compró. Y con voz desanimada decía para sí << hoy no es el día>>. Esa rutina que vivía noche tras noche, aunque también de madrugada; luego se convirtió en la peor de sus obstinaciones. siempre, instantes antes de que despuntara el alba, y ya habiéndose bañado, vestido y desayunado; volvía a su estudio y lo tomaba de donde lo había dejado la anochecida anterior para así mejorar su usanza, actos que con el andar de los meses denostaban los mismos resultados, y es que, aunque su pasión por la música clásica no era materia de discusión, tenía dedos como de talachero; manos gordas y a su vez pesadas.

Su esposa, Amelia De La Sierra, con quien compartía ya mucho más de la mitad de su vida; escuchaba con desinterés aquellos bulliciosos gritos de gato el cual parecía agonizar desde interior del estudio. Y fingía no escucharlo a pesar de que éstos sonaban tan agudamente que podían ser escuchados por el más pletórico sordo. Pensó que no sería ella quien destruyera el alma de su marido; exhibiéndolo y diciéndole que su pasión no era suficiente sustento para convertirse en violinista. Ni decirle que era el peor músico aficionado que jamás habría de existir, su amor de esposa, amiga y amante nunca se lo perdonarían, Así que ni ella ni ninguno de sus pocos amigos con los que él simpatizaba obrarían la proeza. porque el cariño hacia él valía más que la sinceridad, de igual forma, no se trataba más que de un simple pasatiempo; eso creía ella y todos los que lo conocían, imaginando no otra cosa, que, con el pasar de los meses propiamente se olvidaría de ello.

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