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LAs Migraciones


Enviado por   •  2 de Abril de 2014  •  1.811 Palabras (8 Páginas)  •  243 Visitas

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2. IMPERIO Y MOVILIDAD

El afianzamiento de la hegemonía romana a lo largo del Mediterráneo trajo como consecuencia una nueva libertad de movimiento para los habitantes libres del Imperio. La seguridad de los mares8, la construcción de extensas redes de caminos y la presencia de un control romano sobre los territorios más conflictivos, aseguraron una nueva autonomía de movimientos de la que no se tenía memoria en la Antigüedad. En efecto, el mito de Rómulo fundando Roma como un asilo para refugiados "might have been designed expressly to legitimize of a citizen body based not on birth but on the desire to become Roman"9. Así, Cicerón, resumiendo el espíritu cosmopolita de la época exclama: Patria est ubicumque est bene (Cic., Tusc. Disp., 5. 108), la patria está donde quiera que se esté bien.

Las calles de Roma eran un hervidero de extranjeros, donde se mezclaban habitantes de todas partes del Imperio atraídos por las oportunidades que la ciudad brindaba. Si bien ocasionalmente se dieron restricciones a la entrada de determinados grupos, se trataba más bien de limitaciones a ideas y cultos exóticos cuyas consecuencias eran, de alguna manera, temidas por los romanos, más no de limitaciones al movimiento migratorio como tal10. En efecto, la multiplicación de la población de la ciudad de Roma, desde unos doscientos mil habitantes durante el siglo III a. C. hasta los más de un millón en el último siglo de la República11, debe explicarse a través de procesos migratorios que terminaron por convertirla en la primera metrópolis de la humanidad.

Luego de las guerras anibálicas, los campos de Italia quedaron prácticamente despoblados12. La economía tradicional de agricultura de cereales, cuyo destino eran los mercados de las grandes ciudades, enfrentó imbatible competencia del grano importado desde Sicilia y Egipto, que terminó por arruinar a los pequeños agricultores que subsistían. El resultado fue un proceso de migración campo-ciudad que culminó en un crecimiento urbano desordenado que transformó a Roma en una ciudad de aspecto caótico con algunos de sus montes convertidos en distritos paupérrimos que competirían fácilmente con las peores favelas latinoamericanas del presente.

No obstante, esta corriente migratoria de carácter autónomo no fue la única que experimentó Roma tardo republicana. A contar de la primera guerra púnica (264-241 a. C.) Roma se asomó a los grandes mercados de la cuenca del Mediterráneo y su control de la península italiana y las islas que adyacentes a ella (Sicilia, Córcega y Cerdeña) la transformó en la dueña del acceso a los mercados del occidente de dicho mar. Roma, además, emerge del conflicto como la primera potencia naval de la Antigüedad, algo que le permitirá extender su comercio a todos los rincones del mismo. La Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.) tuvo un efecto devastador en los medios de producción dentro de Italia, la cual, tras ser ocupada por veinte años, quedó yerma y despoblada, quedando sus bienes raíces a disposición de una clase de capitalistas que emergió rica gracias a los inmensos botines de guerra obtenidos y que, rápidamente, se destesaurizaron y convirtieron en moneda13. En pocas palabras, si la Primera Guerra Púnica puso a Roma en el centro de los mercados del Mediterráneo, la segunda puso a disposición de su clase senatorial y ecuestre inmensos flujos de capital fijo (tierras) y circulante (dinero) para comenzar una expansión capitalista. El modelo productivo exacto aplicado a la producción fue la villa, una nueva unidad productiva dedicada a la agroindustria (esencialmente vinos y aceite) creado por sus vecinos griegos y cartagineses que producía bienes destinados al comercio de larga distancia, en lugar del mercado local14.

Es en este contexto que debe entenderse el segundo movimiento migratorio que acompañó al auge de Roma, la migración heterónoma de cientos de miles de esclavos que fueron importados a Italia a fin de aplicar sus esfuerzos a procesos productivos de carácter agroindustrial15. Las guerras dejaron tras sí una inmensa cantidad de prisioneros que fueron transformados en esclavos y ofrecidos en los mercados italianos. Más de diez mil trabajadores eran transados diariamente en el Foro Boario, para ser aplicados a las distintas tareas de producción que las villas requerían. Este impulso migratorio se encontraba amparado por la reificación jurídica de los hombres, que los equiparaba a los demás bienes productivos y que permitía intercambiarlos en los mercados a través de la simple figura del dominio, al igual que cualquier otra mercancía o bien de capital más. Roma, en este sentido, no tuvo un mercado del trabajo, sino de trabajadores, que permitió el desarrollo de una suerte de capitalismo agrario.

Debe destacarse que, no obstante la dureza de la vida de este tipo de trabajador migrante, las rebeliones fueron más bien escasas. Si descontamos algunos episodios aislados ocurridos en Sicilia y la gran rebelión de Espartaco durante la década del setenta del último siglo de la República16, las fuentes no mencionan mayores conflictos. Es más, existe una completa indiferencia de parte de la plebe urbana, integrada en su mayor parte por migrantes autónomos, respecto a la condición de los esclavos. Buena parte de dicha falta de solidaridad y pasividad pueden explicarse por la costumbre de los romanos de liberar a los esclavos cuando estos alcanzaban una cierta edad en que sus esfuerzos productivos dejaban de ser económicamente rentables para sus amos17. Ya Catón aconseja liberar a los esclavos viejos y esta tendencia alcanza niveles tan altos que incluso se promulgan leyes que intentan limitar el fenómeno18. La esperanza de la liberación, bastante real y palpable, se transformó en el corolario

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