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La Arena Errante


Enviado por   •  29 de Abril de 2014  •  451 Palabras (2 Páginas)  •  216 Visitas

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“La arena errante mide el paso del tiempo encerrado en una burbuja de cristal. Es también la materia de que están hechas las dunas en el desierto y los médanos en la playa.”

Su incesante transformación engendra, marca y devora nuestra historia pública y personal. La arena errante llega al comienzo de un siglo y al final del otro, de inmensas realizaciones en todos los campos pero también de muerte y exterminio, el siglo que más vidas ha cancelado en nombre de la exaltación de un “nosotros” y la cancelación de los “otros”. Aquí, nos muestra a la especie humana en toda su desnudez y con todo el sinsentido de sus infamias, dolores y acciones entre las llamas de la historia y la arena del tiempo, que sin percibirla, escurre a través de nuestros dedos. Pero también hay una celebración del privilegio de estar vivos y el asombro ante la frescura y el placer interminable del intento.

La fragilidad de la palabra, su caducidad, es la presencia de su propia naturaleza. La palabra, como él la plantea, sólo existe en el tiempo, en un aquí y un ahora, es decir, en la historia, nuestra existencia. La fragilidad de la palabra es, entonces, el nacimiento de una visión del mundo. Pacheco no es un optimista frente a la historia pero nos recuerda que el hoy es básicamente una oportunidad, es la oportunidad para dejar algo al mundo por lo cual nos puedan recordar cuando no estemos. Todo objetivo que se aleje de eso nos condenará a morir, que no es la muerte biológica sino el olvido.

Olvidándonos poco a poco como humanos, tierra fértil, arrastrándonos a ciegas, convirtiéndonos en un punto en el silencio. Figuras transparentes que avanzan por un camino roto. Estamos ciegos, varados en ningún lugar. Tal vez influye el hecho de que, por más que te alejes o intentes huir, el mundo siempre te alcanzará. Dice José Ortega y Gasset:

“Vivimos en un tiempo que se siente fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe que realizar. Domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su propia abundancia. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que el mundo actual va como el más desdichado que haya habido: puramente a la deriva.”

Quizá, el despertar en la vida, consiste en ver la realidad de todos los días, sacudirnos la arena y caminar.

José Emilio nos lega la experiencia adquirida desde que decidió entregarse a la palabra hasta el final de la vida terrenal. Sus poemas, no sólo son escritos, los cuece a fuego lento, parecen materializarse en un caldero, se acendran, hierven durante años, poemas destilados en la cueva oscura de la creatividad.

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