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La Columna De Hierro


Enviado por   •  23 de Abril de 2015  •  581 Palabras (3 Páginas)  •  173 Visitas

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H elvia escuchó atentamente el relato que le hizo Marco de su encuentro con Sila. Sólo los matices grises y oliváceos de sus rasgados ojos y la crispación de sus manos delataron su gozo al saber que su hijo favorito estaba a salvo y bajo la protección de Sila, y seguidamente dijo: -Iré a ver a Quinto mañana. -Ya he preparado esa visita -contestó Marco-. Cuando se encuentre recuperado suficientemente haré que lo traigan a casa. Después debemos irnos todos a Arpinum. Me encuentro muy cansado. Ella se mostró de acuerdo y apoyó una mano en su brazo. -Ahora no podré odiar a Sila -añadió-. Soy madre y me alegro de que Quinto se haya salvado. Pero veo que tú lo sigues odiando. -Odio lo que representa. -También deberemos estarle agradecidos a Catilina. -Cumplió con su deber de soldado -repuso Marco-. ¿Crees que puedo olvidarme de Livia, que es su esposa, y de lo que le ha hecho? Entre nosotros hay una enemistad insalvable. -¿Qué le diremos a tu padre? Marco consideró el asunto con fría amargura. Le daba escalofríos pensar en los líricos gritos de alegría de su padre, su sentimentalismo, su profuso agradecimiento a Dios y a los hombres, sus lloriqueos exagerados. Y dijo a su madre: -Debemos ser precavidos, puesto que padre es frágil, y para los que son como él, la felicidad puede ser a veces tan peligrosa como la pena. Vayamos a verle y digámosle que hemos recibido un mensaje de Quinto a través de un compañero suyo, que Quinto se encuentra bien y pronto estará con nosotros. Helvia, comprendiendo, sonrió. -Será lo mejor -coincidió. Pero aun así, Tulio se comportó de un modo extravagante e infantil y su rostro demacrado pareció iluminarse. Habló con animación. Dios era bueno, los hombres eran buenos, aun en estos tiempos, y abrazó a Marco en uno de sus arrebatos de agradecimiento. -Ya verás como todo sale bien -declaró-. Roma sigue siendo Roma y los hombres siguen siendo buenos. Aunque últimamente no hay la misma confianza entre nosotros, Marco. Tu rostro, aunque joven, es a menudo sombrío y arrugas la frente con demasiada frecuencia. No esperes mucho del mundo, hijo mío -dijo el hombre que había esperado siempre que el mundo fuera mejor de lo que su capacidad para serlo permitía esperar, y se irritaba cuando éste le desengañaba-. ¿Por qué no sostenemos largas conversaciones juntos como antes, Marco? -le preguntó con tono penoso. -Tengo que mantener a la familia -replicó Marco-. Ya no soy tan joven y me debo a mi carrera de abogado. Cuando vuelvo a casa de noche, me siento muy cansado. -Se quedó mirando a su padre esperando una palabra de simpatía, pero Tulio se limitó a asentir con la cabeza. Los hombres de negocios se sentían con frecuencia cansados. Poco a poco el invierno fue cediendo paso a la primavera. Marco seguía aplicándose asiduamente a su profesión, aunque a veces se sentía dominado por la desesperación y en ocasiones le parecía que sus esfuerzos eran risibles. Defendía leyes constitucionales

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