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Columna De Hierro


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2014  •  1.360 Palabras (6 Páginas)  •  193 Visitas

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Historia[editar]

Véase también: Milicias Confederales de la CNT de Levante

Bandera empleada por el Batallón Rakosi, grupo de voluntarios húngaros integrados originalmente en la Columna de Hierro.

Tras el golpe de estado del 18 de julio, el grupo "Nosotros", formado por los anarquistas valencianos José Pellicer, Segarra, Cortés, Rodilla y Berga (entre otros), se convertiría en el impulsor principal de esta columna. También destacarían otros militantes libertarios como Rafael Martí ("Pancho Villa"), Francisco Mares, Diego Navarro o Pedro Pellicer, hermano de José Pellicer.

El 8 de agosto partieron de Valencia 8 centurias (800 milicianos) con destino Teruel. Lo hicieron en dos tandas y de forma desorganizada. Primero el grupo de Alcoy, que partió de Valencia con unos 150 milicianos, que pasaron por Sagunto, donde se les unieron otros cien voluntarios. Al llegar al pueblo turolense de Sarrión se tuvieron que detener por un ataque enemigo, cuando eran ya unos 400. Al mismo tiempo salía de Valencia otra milicia al mando de José Pellicer con otros 400 voluntarios. En estos primeros días la columna carece casi totalmente de organización hasta que tras varias bajas causadas por la desorganización (desorganización cuando el enemigo atacaba), deciden formar las centurias. Hacia finales de agosto la columna se estabiliza en el frente y tiene ya a unos 1.600 milicianos que combatían junto con 600 soldados regulares, totalizando 2.200. La columna de Hierro llegó a tener en octubre unos 12.000 inscritos (y para el invierno hasta 20.000), aunque solamente había armas para 3.000, que eran los que estaban propiamente en el frente. El resto de los voluntarios estaban o bien en el Cuartel de Las Salesas o bien en sus casas esperando a que se los convocase.

La Columna de Hierro se hizo famosa porque fue la más vilipendiada de todas las columnas de la CNT. Se la acusaba de todo tipo de desmanes, como los saqueos de un secadero de jamones en el pueblo de Sarrión, o de ejecuciones incontroladas. En más de una ocasión los responsables de la columna tuvieron que bajar a la retaguardia para detener a quienes se hacían pasar por milicianos para cometer delitos (generalmente robos, pero incluso secuestros se llegaron a cometer en nombre de la columna). A estas personas se las ejecutaba.

De todas formas a la columna se la atacaba precisamente por querer imponer el comunismo libertario allá donde estaban sus milicias. Las milicias al estar inactivas en el frente (cosa que se les echaba en cara; aunque igualmente inactivas estaban las demás columnas) se dedicaron a extender las colectividades en tierras turolenses. El espíritu colectivista también contagió a otras columnas como la Torres-Benedito o la Peire, que también defendieron las colectividades.

Pero más que ninguna otra, ni siquiera la Columna Durruti, la Columna de Hierro actuó a la vez como milicia de guerra y como organización revolucionaria: levantó actas de sus asambleas, publicó un diario («Línea de Fuego»), publicó manifiestos y lanzó comunicados, porque necesitaba explicar sus acciones en la retaguardia y justificar sus movimientos y sus decisiones ante los trabajadores y los campesinos. Se llegó a considerar una colectividad en sí misma. Esa fue su principal particularidad que Burnett Bolloten rescató en su libro El Gran Engaño.

En septiembre y octubre ante la falta de armas y municiones enviaron a la retaguardia centurias columnas en su busca. Cuando llegaban a la retaguardia se encontraban con el acoso de las fuerzas del orden que les intentaba detener y cachear. Ante esta provocación la columna respondía con la fuerza: así en dos ocasiones una en Valencia y otra en Castellón, los revolucionarios asaltaron los juzgados para destruir los registros judiciales, el Ayuntamiento destruyendo los registros de propiedad e incluso asaltaron el penal de San Miguel de los Reyes donde liberaron a los presos comunes, (y también a los derechistas y fascistas) allí detenidos. Esto se debía a la iniciativa de Pellicer contra las cárceles, allí donde estuvieran, que por cierto cumplía con uno de los acuerdos de la CNT del Congreso de Zaragoza. Por

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