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La Quintrala


Enviado por   •  2 de Mayo de 2013  •  1.302 Palabras (6 Páginas)  •  291 Visitas

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Resumen:

Esta es una pequeña ayuda para poder comprender mejor el libro “La Quintrala” de la autora chilena Magdalena Petit.

Todo comienza con el nacimiento de la Quintrala, en ese momento doña Magdalena Lisperguer (madre de Catalina Lisperguer y Flores) tiene mucho miedo, ya que los perros aullaban. Mientras se encontraba asistiendo el parto la esclava Josefa rezaban para salvar a la madre y a la hija del poder del diablo.

Al nacer la niña, pequeños gritos salían de ella anunciando lo que venía. La madre no se salvó por castigo, ya que ella también dañaba a sus esclavos.

El nombre de la pequeña era Catalina, pero le llamaban catrala y había quedado al cuidado de Josefa por la muerte de su madre. Cuando catrala tenía 9 años se realizó una procesión en su pueblo, a ella le gustaba mucho asistir porque la gente se azotaba por los pecados que había cometido y le encantaba ver el sufrimiento de las personas, pero su abuela no le quería dar permiso, así que para lograr lo que quería, la niña comenzó a amenazar con arrancarse el pelo sino le daban autorización, ya que la abuela no cedía la pequeña se saca un mechón y la abuela se ve obligada a darle permiso, desde aquí comienza a notarse el carácter de la catrala.

El padre de Catalina se llamaba Gonzalo de los Ríos, ella creció con el y en compañía de su hermana, doña Águeda de los Ríos, quien se casó tempranamente con un oidor de la audiencia de lima, don Blas Torres de Altamirano. (Recordar que Águeda era media hermana, ya que era hija del matrimonio anterior de don Gonzalo)

Don Gonzalo sabía que su mujer doña Catalina Lisperguer tenía dotes de bruja, ya que a su suegra y a sus hijas les llamaban “Las brujas de Talagante”.

El padre de Catalina se reúne con Fray Pedro de Figueroa (a quien le llamaban “El Santo” en la ciudad de La Serena) para pedirle ayuda con su hija, ya que se rehúsa a confesarse, alegando que no sabe.

Doña Águeda Flores, abuela de Catalina, se hace cargo de ella en conjunto con Josefa, esta comienza a hablarle del diablo, pero don Gonzalo se enoja y la manda a azotar por desobediente, además decide enviarla a la hacienda de Tobalaba, pero Josefa le pide por favor que no lo hiciera. Pasa un año y la vuelve a sorprender de nuevo, esta vez no la perdona y la envía a la hacienda de La Ligua. Catrala se opone, enloquece, pero no le resulta.

Al tiempo después se enferma, no puede caminar, las piernas se le trababan, en la noche desvariaba y llamaba a la Josefa para que le quitara el demonio. La esclava tiene que regresar para ayudar a Catalina, pero don Gonzalo no está de acuerdo.

Luego Magdalena se lleva a Josefa y la manda nuevamente a La Ligua. Catrala se vuelve a enfermar y traen a Josefa de vuelta.

Catrala es una niña mala, castigaba a los empleados, le gustaba ver sufrir. Un día le confiesa a su padre que ella quiere ser buena, pero que el diablo le ganaba. Ante esto su padre decide enviarla donde las monjas agustinas, donde realiza ejercicios de rezos y además la primera comunión.

Dura un tiempo, pero vuelve a la casa, ya que se da cuenta que no quería ser monja. A su regreso Josefa le pide que realicen un pacto con el diablo, ya que ella no podía espantarlo. “Hacer un pacto es venderle el alma al diablo, pero no siempre se necesita esto. A ti te bastaría hacerle sacrificios de pecado” dijo Josefa, esto quiere decir que debemos dejarnos llevar por el pecado en vez de sujetarlo.

Don Gonzalo sorprende a Josefa que va a buscar al negro Manuel para realizar brujerías, este decide azotarla y encerrarla. Josefa lo maldice y le dice: “cuando se le pega a la Josefa, el diablo se venga”.

El padre llega a la habitación de Catalina y la encuentra con convulsiones, expulsando espuma

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