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Lagrimas De Un Angel

ZuleimaLecuna26 de Mayo de 2015

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Las lágrimas de un Ángel

Prologo

Inglaterra 1810

¿Qué sabor tiene la libertad? ¿Qué sentimiento albergamos cuando las cadenas se rompen y nuestras alas se alzan en aquel vuelo que hemos deseado con tantas ansias? ¿Se han hecho alguna vez esa pregunta? ¿Han experimento lo que se siente?

Tal vez… Quizás… No… Sí… ¿Quién podría decirlo?

El invierno se había hecho aún tan frío, sin embargo, no lo sentía. Su vida había sido aún más fría que aquel invierno que le rodeaba y la ayudaba a escapar de aquella terrible realidad. ¿Sus padres la habían comprometido sin su consentimiento con aquel hombre que tanto ella despreciaba? ¿Con aquel hombre que podía ser su padre? No… No podía consentirlo. Ni siquiera asimilarlo a su edad.

Sólo a sus padres y a sus hermanos les importaban los lujos que poseían al pertenecer a la nobleza inglesa. Considerando con ello, la importancia para el apellido Campbell, la unión entre ella y el Duque Monaghan. Era de mayor valor aquello, que la felicidad familiar que ella jamás conocería.

<<Al menos nos servirás de algo… El duque ha puesto sus ojos en ti, y serás ahora su trofeo… Por lo que ganaremos más prestigio del que tenemos…>>, había dicho su padre con desprecio. Aún podía observar como la miraba, como si ella fuese un objeto en venta.

No… No podía permitirse aquello. No con aquel hombre. No… No sería el objeto que sus padres pretendían. Aun cuando era su deber por ser la hija de un marqués. De un noble de cuna.

_ Sé que mi deber es ser sumisa y casarme… Casarme porque no seré heredera de nada. Y necesitaré un techo en cual sentirme segura el resto de mi vida. Pero no… No seré la esposa de ese hombre que aborrezco con toda mi alma.

Sabía que sus padres no se conformarían con su desaparición. Que la buscarían entre las piedras, si podía serles posible. Pero ella no sería tan tonta para permitírselo. Desde ahora sería alguien más. Una blanca mentira.

En otro lugar, en St. Ives. Un hombre joven regresaba a su hogar, después del entierro de su abuelo materno.

_ ¿Desea algo para tomar, excelencia?_ le había preguntado su ama de llave al verlo llegar.

_ No… Solo deseo descansar. Ha sido un día muy difícil para mí.

_ ¿Piensa regresar a Londres? ¿O acaso a Bath?

_ No hay nada que me impulse a querer regresar a ninguno de los dos lugares.

_ Le haría muy bien… Sí me permite decírselo, señor.

_No existe nada que me até ni a Londres ni a Bath. Ni siquiera el pasado…_ sonrió con cierta ironía_. Alguna vez pensé en volver. Tan solo era un adolescente de dieciséis años que le había hecho una promesa a su primer amor.

_ Y usted le prometió regresar… ¿Lo recuerda?

_ Tan solo era un niño cuando le empecé a hacer promesas… Un niño que se hizo un adolescente. Y ya ha pasado mucho tiempo para cumplir esa estúpida promesa… Me iré a descansar, Virginia.

Su nombre era Nicholas. Duque Nicholas Preston de St. Ives para unos. Para otros, solo Nick.

Su padre había sido un inglés. Un noble que al viajar a Irlanda, se había enamorado de una joven llamada Shannyn O´Sullivan, hija de un campesino de las tierras que poseía un primo de su padre. Por lo que tres meses después de ese viaje a Irlanda, aquel joven hombre no lo pensó dos veces y se casó con aquella plebeya, causando la ira de su padre, el cual le había desheredado, pasando todo a su hijo menor. Lord Joseph Preston. Herencia que había regresado a sus manos, por decisión de su tío, al no tener ningún otro heredero, antes de morir. Y desde entonces, habían transcurrido tanto tiempo.

_ Antonella ha desaparecido. No se encuentra en todo Londres… ¡Esa niña malcriada ha escapado!_ dijo su padre al llegar de nuevo a su propiedad de Londres. Estaba histérico y molesto, al ver que había escapado un día antes de su boda_. Pero me la pagara bien caro cuando la encuentre… No se burlara de mí. La encontrare aunque se oculte bajos las piedras o en el fondo del mar.

_ Eso lo sé… Nuestra hija no se burlara de nosotros…_ dijo su madre sintiéndose insultada por el comportamiento de su hija.

Capitulo 1

Aquel hombre, que se negaba a pensar en aquel pasado que había dejado atrás. En su estudio no había podido evitar hacerlo. Volvía a recordar a aquella niña de cinco años que una vez había conocido en sus vacaciones en Bath. Aquella pequeña niña, que sin quererlo, había hecho que se le dibujara una sonrisa en su rostro, a pesar de su tristeza, siendo él tan sólo un niño de diez años. Su inocencia le había atravesado el alma. Había sentido compasión por ella, al ver como sus hermanos la menospreciaban, la hacían sentirse una tonta o la rechazaban, mientras ella iba creciendo. Ella había sido un pequeño ángel en su vida. Un ángel que empezó a crecer antes sus ojos, poco a poco, mientras su abuela Beatrice había empezado a decirle en broma, en cada vacaciones que iban con ella a Bath, que él sería quien le pediría su mano en compromiso cuando ella creciera y se volviera una hermosa señorita. Sin embargo, el padre de ella no soportaba a su familia. Los consideraba tan inferiores. Al ser él un simple noble sin titulo

<< Si alguna vez llegas a viajar a St. Ives, veras lo hermoso que es… Más allá incluso puedes contemplar Irlanda>>, le había expresado cuando ella había cumplido once años. Mientras su abuela se encontraba presente, junto a la dama de compañía de ella.

_ ¿Qué habrá sido de ti, Antonella?_ se dijo, sintiéndose tan culpable, por no haber cumplido una promesa, creyendo que lo hacia por su bien. Por el bien de ella.

Antonella se había bajado del coche que le había llevado hasta allí, sabiendo que lo mejor era inventarse un nuevo nombre. Y buscar un trabajo. ¿Podría ser la niñera de una familia de clase alta? ¿Una sirvienta? ¿O una institutriz? No le importaba en absoluto trabajar, era lo único que podía hacer para ganarse honradamente el pan de cada día.

Cuando al fin logró que alguien le diera información sobre una persona que necesitaba una institutriz para su hija. Ella no lo pensó dos veces, tal vez era lo único que encontrara en aquel lugar, después de sentirse tan exhausta por haber caminado tanto.

_ Virginia, ¿Estás segura en querer el servicio de una institutriz para la pequeña Sophia? Sabes que el señor Preston no quiere a nadie. Piensa enviarla a una escuela para señoritas en Bath.

_ Peter, el señor tendrá que aceptarlo… ¿Crees que sería lo mejor para una niña que apenas tiene siete años? Su tío, que en paz descanse, no era tan insensible… Cuando el señor era un niño, su tío siempre se preocupo por su bienestar… Además la niña es inocente de todo el infierno que su padre tuvo que vivir junto a su madre. Esa libidinosa e indecente mujer que envenenó aún más el alma del señor. Ciertamente tendré que hacerle reflexionar y hacerle ver que el mejor lugar de la pequeña Sophia es este lugar en vez de una escuela para señoritas…_expresó sin ningún remordimiento_. Y la señorita que se ha presentado ha venido por recomendación de una vieja amiga… No necesito ninguna otra recomendación.

_ Aún así, sabes que él no quiere a nadie más aquí… Pareciera que amara la frialdad de este lugar. Has visto como ha reducido a la servidumbre, dejándonos a pocos a su servicio.

_ Me arriesgaré…

¿Qué había motivado a aquel hombre a ser así? ¿Acaso no sentía el vacío y la soledad de aquel lugar tan descuidado y frío? ¿Acaso, aquella mujer que aceptaba aquel trabajo sabía en lo que realmente se estaba metiendo? ¿Acaso creía que podría quedarse trabajando en aquel lugar, a pesar de no tener experiencia?

El tic tac del reloj lo despertó, después de haberse quedado dormido en su estudio. Había bebido lo suficiente para olvidarse del tiempo y de sus deberes, mientras la noche avanzaba, recordándole su historia.

¿Qué diferente era ahora? ¡Tan distinto al adolescente de catorce años que había sido enviado a Eton por decisión de su tío paterno! ¡Tan distinto a aquel adolescente de dieciséis años que una vez había hecho una promesa!

Ahora era un hombre frío, arrogante, amargado y orgulloso. No le importaba lo que pensaran o dijeran los demás. Era el hijo de un hombre que había renunciado a su titulo y a su fortuna, al saber lo que su padre haría, si tenía la osadía de casarse con una plebeya irlandesa, por lo que tiempo atrás, se había convertido en el hazmerreír de muchos que lo consideraban un “don nadie afortunado”. Rescatado por la bondad de su tío, antes de éste morir. Le había dejado sus propiedades y una generosa fortuna, al no haber tenido ningún hijo.

Como pudo se dirigió a su habitación. Empezaba a dolerle la cabeza, sin embargo, no quería molestar a ninguno de sus sirvientes, quienes eran para él como su única familia. A parte de su pequeña niña. Aquella que había nacido a causa de aquella unión que no se debió llevar jamás. Uno de esos tantos errores que había cometido en su vida.

Entró a su habitación, cerró la puerta y se tumbó en su cama. Necesitaba descansar y eso era lo que haría.

<< ¿Qué habrá sido de aquella niña, a la que le jure volver a Bath, cuando yo tan solo tenía dieciséis años? ¿A aquella pequeña niña que conocí en aquella

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