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Los Cazadores De Microbios


Enviado por   •  7 de Marzo de 2012  •  2.625 Palabras (11 Páginas)  •  494 Visitas

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Los cazadores de microbios”

CAPÍTULO I.

ANTON VAN LEEUWENHOEK (El primer cazador de microbios).

Hace 250 años un holandés llamado Antón Van Leeuwenhoek fue el primero en descubrir un mundo en el que habitaban seres microscópicos y desconocidos.

Leeuweenhoek nació en Delf, Holanda. A los 21 años fue conserje de la casa Consistorial de Delft, en donde despertó su interés por tallar lentes ya que había escuchado que al tallar lentes de un trozo de cristal transparente se podían ver las cosas de mucho mayor tamaño. Visitó tiendas de óptica y aprendió a hacerlo, experimento con métodos secretos para obtener metales de los minerales. Montó lentes en cuadriláteros de oro, plata o cobre, que él mismo había extraído de los minerales.

Después de algunos años Leeuwenhoek era la burla de los habitantes de su ciudad, pero, había en Delf un hombre que no se burlaba de él, llamado Regnier de Graaf, el cual había nombrado miembro correspondiente de la llamada “La Real Sociedad”.

Graaf se interesó de las lentes de Leeuwenhoek y escribió una carta a la Real Sociedad donde les decía que se le rogara a Leeuwenhoek que le escribiera la carta contándoles sus descubrimientos. Leeuwenhoek les envió una carta titulada “Exposición de algunas observaciones hechas con un microscopio ideado por Mr. Leeuwenhoek, referentes a las suciedades que se encuentran en la piel, en la carne, etc.; el aguijón de una abeja, etc.”; carta que dejo sorprendidos a los miembros de la Real Sociedad.

El descubrimiento más grande de Leeuwenhoek fue cuando manipulaba un tubo de cristal e intentaba darle la forma de un cabello, lo calentaba en rojo y los estiraba, lo rompe en pedacitos, sale al jardín y se inclina sobre una vasija de barro con una cantidad de lluvia caída; vuelve al laboratorio, enfila el tubito de cristal en la aguja del microscopio.

Leeuwenhoek quedó maravillado de lo que se mostró frente a él, bichos mil veces más pequeños que los bichos que vemos a simple vista. Volvió a observarlos y distinguió distintos tipos de especies, una más grande y ágil que la otra.

Leeuwenhoek realizó otra observación, esta vez lavó cuidadosamente el vaso, lo enjuagó y lo puso debajo del tejado, estaba lloviendo, puso una gota en uno de sus tubos y entonces corrió al microscopio y observó estos microorganismos. Entonces tomó un gran plato de porcelana, lo lavó y salió al jardín donde lo colocó encima de un gran cajón, para evitar que las gotas de la lluvia salpicaran de barro dentro del plato, tiró la primera porción de agua recogida, y después recogió unas gotas en uno de sus delgados tubos y regresó a su laboratorio, recogió unas gotas en sus tubos capilares y observó que esta vez no había nada.

Leeuwenhoek no entendía este asunto y como parte de su investigación uso pimienta seca, no lograba descubrir nada, de tal modo que mojó la pimienta por varias semanas y observó grupos de microorganismos de varía clases. Leeuwenhoek había descubierto el primer medio de cultivo.

Leeuwenhoek murió en el año de 1723, no sin antes haber establecido las bases de la bacteriología moderna y convertirse en el primer “cazador de microbios”.

CAPÍTULO II.

LÁZARO SPALLANZANI (Los microbios nacen de microbios).

Seis años después de la muerte de Leeuwenhoek, no hubo nadie que se ocupara en serio de los estudios que aquel holandés dejo, en 1729 nació en Scandiano, Italia; un hombre que dejaría huella en el mundo de la microbiología: Lázaro Spallanzani.

A los 25 años escribió un ensayo intentado explicar la mecánica de las piedras que caen al agua. Antes de cumplir los 30 años fue nombrado profesor de la Universidad de Regio y en ellas explicaba sobre los animalillos descubiertos por Leeuwenhoek años atrás.

En esa época se acostumbraba creer en la generación de los mismos animalillos de Leeuwenhoek, era desconocido hasta entonces el origen de esos seres y se creía que provenían de la nada. Spallanzani negaba la posibilidad de que existiera la generación espontánea, y leyó un libro que demostraba experimentalmente como la generación espontánea era un hecho ciertamente falso:

“Tomo dos tarros y tome un poco de carne cruda en cada uno de ellos; deja al descubierto uno y tapa el otro con una gasa. Se pone a observar y ve como las moscas acuden a la carne que hay en el tarro destapado, y poco después aparecen en el larvas y posteriormente moscas. Examina el tarro tapado con la gasa y no encuentra ni una sola larva y ninguna mosca.”

El escritor de ese libro era un hombre llamado Redi.

En la misma etapa de Leeuwenhoek había un hombre llamado Needham, que había resuelto el problema sugiriendo que el caldo de carnero engendraba maravillosamente aquellos microorganismos.

Había tomado cierta cantidad de caldo de carnero recién retirado del fuego, como había puesto el caldo en una botella y lo había tapado perfectamente con un corcho para que no pudiera penetrar seres ni huevecillos de los existentes en el aire. Había calentado después la botella y su contenido en cenizas calientes. Dejó en reposo la botella por espacio de varios días, sacó el corcho y al examinar el caldo lo encontró plagado de animalillos.

Spallanzani no sabía porque habían aparecido esos animalillos en el caldo calentado, porque Needham no calentó la botella todo el tiempo necesario y seguramente porque no lo tapó herméticamente.

“Eligió unas cuantas redomas grandes y panzudas de cuello angosto, que limpió. Lavó y secó hasta dejarlas relucientes; después puso en unas diferentes clases de semillas, guisantes y almendras en otras y al final llenó de agua pura cada una de ellas. Calentó las sopas una hora hasta que hirvieron, fundió el cuello de las redomas, la cerró con el mismo vidrio. Después sacó de las calderas las redomas que contenían el caldo hirviente: ahora esperaría a que pasaran algunos días. Pero hizo además otra cosa muy sencilla, preparó otra serie de caldos en redomas tapadas con corchos, no selladas al fuego, y después de hervirlas durante una hora, las puso al lado de las anteriores.”

Después de varios días examinó sus redomas, primero a las que estaban cerradas al fuego; con un tubito sacó un poco de líquido que contenían aquellas redomas y puso gota tras gota caldo bajo la lente del microscopio; descubrió que en ese líquido no había ningún animalillo.

Tomó las redomas que había tomado con corchos y extrajo con pequeños tubos unas cuantas gotas del líquido, examinó al microscopio y encontró millones de animalillos.

Sin embargo,

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